Men are more
ready to repay an injury than a
benefit
because gratitude is a burden and revenge, a pleasure.
Tacitus (56-120 AD)
because gratitude is a burden and revenge, a pleasure.
Tacitus (56-120 AD)
Pájaro Cucu: Dícese de un pajarito bien curioso y algo torpe,
bautizado con el nombre más común que se
les pudo ocurrir: cucu.
El pájaro cucu, ave cuya función en el mundo desde el nacer es
sabotear. Naturaleza maravillosa y sabia. Empollado por una madre distinta a la
que escupió el huevo en realidad, abandonado en un nido ajeno al suyo, porque,
de hecho, su madre ni siquiera nido pone. Al nacer, su instinto lo lleva al
borde del homicidio, arroja del nido sin contemplaciones a los polluelos no
natos y asesina cruelmente a los que nacieron antes que él. Su objetivo es ser
el hijo único de una madre a la cual nunca se parecerá, el ave en cuestión
acepta esta aberrante tarea puesto que han muerto todos sus hijos, todo su
esfuerzo y amor tirados al caño; mejor dicho, tirados del árbol y masacrados
inmisericordemente. Tiempo después el ave crece y abandona a su madre
sustituta, dejándola sola y sin nadie más a su alrededor. Los cucu saboteadores
vienen a ser la metáfora perfecta de lo que fue mi vida.
Llevo horas esperando que suene el timbre del
apartamento veintisiete del edificio F en los condominios Falcao en Derenguer
Brizuela, avenida Bonampak. Pero no apareces, te esfumas así sin más. Mucho
verborreaste sobre tu venida a las ocho de la noche; sobrepasan las frías,
heladas, once de la noche y ni tus luces. Espero que vengas.
He dilapidado despiadadamente el tiempo esta noche escuchando a
Chopin y a Radiohead, pero bueno, si a esas vamos, he dilapidado mi vida
entera. Pero muy a pesar de la delectable música que me acompaña en esta noche,
no me he podido sacudir la imagen tuya del cerebelo. Golpeo fúricamente mi
espalda con el respaldo de la cama, como si eso fuera a aparecerte, cual epifanía,
en la puerta de mi casa, pero igual lo hago. A intervalos de quince minutos voy
al baño a mirarme al espejo o a servirme otro trago de cognac robado de un Oxxo,
fue un crimen sencillo e impune. Me miro al espejo y no me reconozco del todo,
la cicatriz que me hiciste en la cara ahí sigue...La he adoptado como mi mayor
rasgo, el que más me identifica. Por encima de mis cejas altamente pobladas, mi
nariz aguileña y detestable o incluso mis ojos verdes que tanto me chuleaste un
tiempo.
Juego un rato con el cepillo de dientes que aún no has tenido la
decencia de venir a recoger, tampoco has venido por tus revistas, libros,
peluches o tu ropa interior. Te devolveré íntegras todas tus cosas, salvo tus
calzones negros y el negligé que tantas veces te arranque lujuriosamente en la
cama en que ahora sólo me recuesto yo; los uso para masturbarme apasionadamente.
Espero comprendas que es de suma importancia se queden conmigo, aún huelen a ti, a tu sexo,
al perfume natural que secreta tu cuerpo, como azahar, o algo parecido. Sabes
que soy pésimo para eso de los olores, pero la jodida tela aun tiene impregnado
tu pestilente olor a dulzura; así como toda la casa. No hace más de una semana
que decidiste largarte de nuestro apartamento (mi apartamento) y aún guardo tus
cosas, junto a ellas, el rencor y la sábana con la que me limpié el corte que
dejaste tatuado en mi rostro cuando no te dejaba marcharte. No te culpo, perdí
los estribos, pero ahora estoy más tranquilo, he sopesado la situación con madurez
ejemplar. No me importa más que te hayas revolcado con mi mejor amigo, Eduardo,
con aquel esperpento del bar, con mi casero y con el cabrón al que le compro el
pan. ¡Ninfomanía! Es todo, ¿no? No te preocupes, estamos muy bien tú y yo.
La verdad es que no me explico qué diablos vas a venir a
platicarme, la más sensata de las ideas sería cortar por lo sano al menos un
par de meses, dejar que cicatricen, como mi rostro, nuestros dolores. Pero no
me pude negar al auricular que me transmitía tu voz desde una cabina telefónica
en sepa la mierda dónde. Acepto con el más aciago de los resquebrajos en la voz
que también necesito verte, tal como tú peroraste por teléfono, la diferencia
es que yo sé que mi sentir es sincero, en cambio, de ti ya no se vislumbra la
más nimia de las sinceridades, muy a pesar de que siempre ha sido una de tus más
lindas virtudes. Tu cruda sinceridad para todo. Peleábamos tremendamente
gracias a tu virtud, pero siempre terminábamos reconciliándonos bajo el yugo
del placer carnal. Después, un cigarro para deleite de mi organismo, y tú,
clavada en tus libros de Nietzsche, Kavafis, Palahniuk o cualquier otro
escritor que considerabas de culto.
Yo te preguntaba acerca de algún libro y terminábamos teniendo la
más apasionada de las pláticas de pseudo literatos que pueda imaginar,
defendiendo nuestros argumentos acaloradamente, pero sin perder nunca el amor
que nos profesábamos.
Te espero...
Ahora prendo un puro que he encontrado mientras husmeaba en tus
cajones, ni sabía que fumabas puros. ¿Qué tanto más has escondido de mí? El
puro sabe asqueroso, pero lo sigo fumando, sigo chupando del tremendo pucho que
se carga el tabaco. No sé si lo hago porque ya no sé de qué manera matar el
tiempo o porque es una patética manera de aferrarme a algo de ti, a cualquier
estela de tu ser.
11:15 Prendo la tele para ver si encuentro algo que ver, me quedo
viendo un sitcom que me distrae un poco, previniendo cualquier devaneo que
circulase por mi cabeza. Para mi mala fortuna el programa dura media hora y me
preparo emocionalmente para cuando termine y de nuevo todo el malestar me atormente
a las once treinta.
11:30 Efectivamente, los demonios han vuelto a circundar este apartamento
que apesta a marihuana y a mugrero, pero he logrado socavar un poco sus
chingaderas.
Voy por vigésima vez al baño, cago un poco mientras leo una
revista del national geographic. Encuentro un articulo curiosísimo acerca de un
pajarito, de nombre Cuculus Canorus, habitante del continente asiático, ¡curioso
el reportaje eh! A ti te gustaría leerlo, quizás incluso te lo enseñe cuando
vengas. Si es que te presentas. Te amo
11:40 Vuelvo al refugio que me ofrece la música, ahora me decanto
por escuchar un poco de rythm and blues, trueno los dedos al ritmo de la música
y hago ruidos con el pie, como si pisara el bombo de una batería, en verdad, me
siento de maravilla. Pero de repente sale una de esas rolas blue que me
recuerda a ti, específicamente, me recuerda de la vez que te encontré gozando
de lo lindo en nuestra cama (mi cama) con el jodido panadero. Al menos tienes
buen gusto para poner música a la hora de coger. Te odio.
11:45 Me marca Adrián, me relaja un poco su llamada, me cuenta
acerca de un antro en el que quieren que toquemos, me pide mi batería para
llevarla al bar, es la única condición que ponen en el tugurio malamuertoso.
Accedo sin pensarlo, me promete que la paga será remunerada en alcohol y comida,
suficiente para un alma como la mía por sentarme a batuquear. Le cuento acerca
del articulo del nacional geographic, pero más bien le toma un nulo interés a
mis palabras acerca del pajarito éste. Jodido simio troglodita que no aprecia a
los animales, siendo él, uno.
Le cuelgo, no sin antes dedicarle una calurosa mentada de madre
muy afectiva, la cual recibe con una sonora carcajada que me revienta el oído
por el auricular. Prendo un porro y me pongo a escuchar reggae para ambientar a
la perfección a la ganja que corrompe mi sistema. Me pongo drogado y no puedo
parar de reír. ¡Ya llega, Luna!
12:00 Decido que lo mejor en el estado en el que me encuentro es
leer un poco, bien sabes que soy fanático acérrimo de la lectura en estados
alterados. Me regocijo leyendo al cabrón de Cortázar, la noche boca arriba ¡pfff!
Qué bueno que dejaste tus antologías de Julio olvidadas, otra cosa que nunca más
verás, junto con tu ropa interior. Me han dado unas ganas tremendas de vivir
una guerra florida. Veo con clarividencia supernatural mi maltrecho cuerpo en algún
paraje del México precolombino, en taparrabo y tragando peyote y fumando
chocolate, huyendo o cazando indios, da igual. Qué buena época para vivir, ¿no?
Mucho mejor que este siglo atestado de porquería y banalidad, y no se diga nada
del consumismo que nos tiene agarrados de las bolas, pero lo cantó mejor Gardel
de lo que lo digo yo.
12:10 De nuevo me pongo a leer; ahora el objeto de mi lectura
radica en un articulo de periódico, al
parecer un cabrón en Noruega se ha congelado y puso una notita que me causó
unas risotadas escandalosísimas: “Descongélenme cuando el mundo sea un lugar
mejor” Jajaja pobre diablo, nunca saldrá de su tumba de hielo, pero huevos no
le faltan al nórdico ese. Pienso cómo
sería el mundo en el 2100, por alguna razón no lo veo súper tecnológico, lo veo
en la ruina, ya sin animales y con poca flora, con gente pululando hasta en las
cañerías. Aún más infernal que ahora, pues.
12:30 La puerta suena. Dado que tocan tres veces y en un intervalo
de dos segundos cada golpeteo, juro que eres tú. Por fin apareces, decido que
lo más sano es hacerte esperar un poco, pretender que he estado en el baño
cagando o algo así.
Te hago esperar dos o tres minutos y te abro. Luces radiante, el
vestido azul combina a la perfección con tus ojitos tiernos y pizpiretos.
Pareciera que te has propuesto excitarme, porque traes tus botas de cuero que
siempre te pedía te dejaras puestas cuando hacíamos el amor, tus piernas son un
templo al placer, pidiendo ser recorridas con el tacto de mis manos, o con la
lengua, los labios, con lo que sea. Quizás el punto flaco sea tu cabello
recogido, prendido de una liga, sabes que te prefiero con el pelo suelto. Pero
bueno, no has venido a satisfacerme ¿o sí?
Me saludas con un desdén que bien podría ser producto de mi paranoia
o una palpable realidad; es igual, no nos decimos nada. Con un ademán de mi
mano siniestra te indico que pases a lo barrido, tú pasas a lo barrido y enseguida
te adueñas de la casa. Todo parece cantar al unísono que Luna ha llegado.
Chinfleto el pez te ha extrañado, le he puesto un espejo como
recomienda Julio para que no se me deprima. A él se dirige tu excitante cuerpo y
tu mirada, le preguntas que cómo está mientras toqueteas su pecera. ¿Y yo qué? ¿No
te importa cómo estoy yo? Jodido pez.
Por fin preguntas cómo me va, según indica el protocolo para
iniciar una conversación. Respondo que ahí me va, que las cosas no van del todo
mal, pero también distan de ser dignas de regodeo y felicidad, el terrible ni
fu ni fa.
-Ah- Respondes, con un suspiro que me deja pensativo.
-¿Dónde te has metido? -Profieren mis labios antes de que pueda
controlarlos, no es mi intención ponerte en un interrogatorio, sólo es mera
curiosidad, no te dejes engañar por el énfasis de mis palabras.
Ni te inmutas ni mucho menos, con la más pacífica de las voces
respondes que vienes de un bar y que se te ha ido el tiempo porque estaba una
banda tocando los éxitos de los Rolling Stones. Sé que es tu banda favorita,
pero un mensajito para no tenerme con “el Jesús en la boca” habría sido la perfección.
-¿Y qué tal ha estado entonces?
-Uhh ¡ha sido una maravilla!- Respondes un tanto entusiasmada.
Contraatacas diciéndome que tengo la casa hecha un cuchitril, que
apesta a mota y que debería fumar en el balcón.
-¿Tienes algo de comer?- Te veo a los ojos y esquivas mi mirada,
huyes de ella con soberanos reflejos, con agilidad felina, como si ya supieras
lo que intentan transmitirte mis ojos.
- Sí, sírvete tu misma, a ver qué se te antoja
Se escucha el siseo del sartén cocinando un par de huevos, acompañado
del olor a una salsa que esperaba fuera mi desayuno. Es igual, bien puedo
tragar unas quesadillas que están exquisitas, a un par de cuadras, además la
señora siempre me habla cariñosamente ¿así cómo carajos no se le va a comprar a
alguien?
-Vengo algo tomada, pero me veo decente ¿no?
- Oh si, la verdad sólo note que estabas ebria por tu tic en la
nariz, siempre te delata.
- ¿Ah sí? Pues tú cuando bebes hablas como fresa. Siempre me
enteraba cuando estabas pedo por eso.
-Meh – Te digo desdeñosamente, como quien ha agotado sus
argumentos pero no puede dejar que el silencio se apropie de la sala.
Te brindo algo de espacio, no quiero sofocarte en lo más mínimo,
quiero que la pases bien. Es como un último tributo.
Prendo otro porro para relajarme un poco, ese vestido me está
seduciendo. Pero resisto envalentonadamente, como todo un caballero; mientras,
escucho atentamente las noticias acerca de tu nuevo apartamento en una zona que
desconozco de la ciudad. Te digo lo bien que me parece la brevedad con la que
te conseguiste un sitio.
-¡Es algo magnifico! -Digo, mientras para mis adentros pienso que estarías
mucho mejor siendo mi compañera de cuarto. Me veo tentado a contarte acerca del
dichoso artículo que leí mientras cagaba, pero me resisto. No pretendo estresarte.
- ¿Tienes algo de
beber?- Inquieren tus sedientos labios.
- ¡Of course!-Respondo,
no se porqué, en un idioma que detesto.
Raudo voy a la
alcoba por la botella de Martel y te sirvo un trago en un vaso de pokemon que
tengo desde la infancia. Sé lo mucho que te gusta, me pareció que te apetecería
degustar el trago en ese vaso.
- ¡Ohh! ¡Escuartoul!
– Tu sonrisa y carisma me embelesan. Te escribiría las peores poesías salidas
desde lo más recóndito de mi ser. Sólo por ver esos ojos tuyos que tanto evado
porque mucho me temo no poder dejar de verlos.
Suelto una
risotada que te parece simpática y contagiosa. Todo indica que nos sentimos en
confianza. Aún con esos silencios prolongados, la incomodidad de lo que era
antes nuestro, lo ahora ajeno, aún con la cicatriz que me has hecho, todo
parece comfort en el número veintisiete.
Degustas como si
no comieras en años el par de huevos, mientras yo observo pasivamente el
masticar y tus expresiones faciales. Sin embargo el cognac permanece intacto.
Me vuelves loco, mujer. Habría muerto en Troya por ti.
Una vez terminada
tu cena nos disponemos a beber a raudales, incluso brindas por nosotros, un
hecho bastante extraño, por cierto. Pero no por eso me niego a beber
sincronizadamente contigo en pos de una buena vida y por nosotros. El cognac me
sabe delicioso cuando lo combino con el efecto de la marihuana, me pides un
poco de droga y te la brindo con celeridad.
-Tengo cosas que
contarte, he pensado mucho en nuestra situación- Mascullo después de darle el último
trago a mi vaso. Enseguida terminas el tuyo de golpe, a pesar de que estaba
lleno.
- Yo también, la
verdad me siento mal, eres la persona más importante en mi vida y, quisiera
hablar contigo. Sé que todo ha terminado, pero no tenemos que estar mal.
Realmente siento todo lo sucedido. Por eso es que he venido, siento la
tardanza.
-No te preocupes,
en realidad el tiempo se me ha pasado rapidísimo- Miento, soy excelente a la
hora de mentir, así que por más que me conoces, no lo notas- Dime qué es lo que quieres hablar.
- No, no, no,
primero cuéntame tú. Anda.
No veo porqué
seguir con tanto misterio, así que te suelto todo:
-He perdido los
estribos desde que te fuiste, estoy en penumbra, me has hecho mucho daño, pero
no puedo evitar este fulgor dentro de mí. Te quiero en demasía, pero soy un
impulso, he hecho cosas estúpidas, que quizás no quieras oír, pero de todas
maneras tendrás que hacerlo.
Te ha cambiado el semblante. He logrado llenarte el corazón de
incertidumbre, te aferras al sillón como esperando lo peor. Y así sucede:
- He matado a
Eduardo, al tipo del bar, a mi casero y al jodido panadero.
Como un reflejo
cuando te quemas con alguna llama, te levantas del sillón, horrorizada.
Los hechos
acaecidos después de la noticia son un poco más neblinosos, pero aún puedo enumerarlos.
Te echaste a llorar y pretendías irte como aquel lluvioso domingo que te largaste.
El furor de nuevo se apodera de mí, abro mi gabardina y desenfundo el revólver
que ha asesinado a todos tus amantes, eres la próxima victima de esta pistola.
No hace falta decírtelo, está implícito. Gritas, un poderoso grito que me
dispongo a ahogar después de mandarte un beso desde lejos.
Tu cuerpo, tu
delicioso ser, cae desfallecido en nuestra sala (mi sala), no hay vuelta atrás.
Ahora sólo queda terminar con mi vida, otro balazo y morir poéticamente encima
de tu cuerpo, así ha sido planeado desde los veinte minutos que se sucedieron
después de limpiarme el corte que me hiciste ese domingo.
Pero no contaba con lo hermosa que te verías este día, así que, súbitamente,
cambio de planes y me dirijo a la alcoba, saco una botellita de vidrio de esos
refrescos rojos a los que me hiciste adicto, el cual está lleno de pastillas
con las cuales nos drogamos tantas y tantas veces. Tomo veinte pastillas,
dieciocho veces más de la dosis recomendada para un junkie con callo como yo.
Después, levanto tu vestido hasta más arriba de tu cintura, acaricio tus pechos
entintados de hemoglobina. Recorro con
mi lengua esas piernas que tanto me gustan, me hundo en tu sexo. Una lástima que
no puedas sentir las caricias que te brindo con pasión y encono.
Me doy rienda suelta sobre tu
finiquitado cuerpo mientras te voy contando a detalle acerca del pájaro cucu,
segurito que te habría gustado oír de un pájaro tan peculiar. Bajo mi pantalón y
sigo de aquí hasta que saque espuma por la boca, presagiando el final de mi
vida.
Te doy un último beso sobre los carnosos labios y cierro tus
ojitos pizpiretos, beso tus párpados cerrados y te dedico la más grande sonrisa
que jamás he hecho. El plan, a pesar de los inconvenientes, ha funcionado,
moriremos juntos poéticamente, unidos en un último arrebato de pasión. A veces
soy tan romántico...
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