Presentación

Presentación

viernes, 31 de marzo de 2017

Estela: alma y cuerpo

Cuando Estela despertó, notó que un señor la miraba con extrañeza. No era la primera vez que pasaba eso, últimamente era más frecuente. Le gustaba sentarse del lado de la ventana en el transporte público, así podía dormir tranquilamente, aunque le molestaba que el camión se llenaba rápidamente y esto implicaba más ruido, más distracciones y posibles observadores. Ese día, un señor de chamarra café y con gorra azul iba parado a la izquierda de Estela y le iba prestando atención, notó que reguló su respiración hasta quedarse dormida, después que despertó por un movimiento fuerte de su cuerpo. Ella solía hacer eso como parte de un tipo de entrenamiento. Había leído que, durante el sueño, el cuerpo se relajaba mucho, y llegó a pensar que si se relajaba aún más, podría llegar a una cierta separación entre su alma y su cuerpo. Ese era el motivo por el que intentaba dormir tranquila en cuanto pudiera. Pero conforme fue practicando se dio cuenta de que no era una tarea fácil. La razón, los movimientos bruscos que sucedían en el cuerpo y que despertaban a Estela. Entraba en conflicto cada que sucedía esto, porque su cuerpo mismo no la dejaba tranquilizarse tanto. Ella misma se ponía un límite para evitar que, con un grado muy alto de tranquilidad, su corazón dejara de latir. Parecía que el cuerpo se aferraba a mantener esa dualidad que el alma, por capricho, quería separar. ¿Qué soy entonces, alma o cuerpo o ambos? se preguntaba. ¿Por qué mi alma se empeña en separarse? ¿Por qué razón mi cuerpo se aferra a impedir dicha separación?  
La chica entre dos planos

lunes, 27 de marzo de 2017

Al caer la tarde

Maltratando a la musa

Al caer la tarde

Al caer la tarde todo es fuego:
las aves vuelan llameantes,
las nubes hace un juego
de colores arrasantes.
La tarde pronto se apaga
y las flamas de las aves
sólo nos dejan ver su llaga
en el cielo; y las claves
nos esconden la llama
que se enciende en la grave
empuñadura de su arma.
El arma es esa llave
que surca el cielo
pintándolo de cobre,
pintándolo de anhelo;
ataca siempre en la tarde;
ataque del ave al vuelo.

Al caer la tarde todo es siempre,
todos en la tierra duermen y
miran para sus adentros; sienten
el calor desvanecerse.
El sol se esconde, no muere.
La luna ilumina tenue,
y la tarde quiere y no quiere
dejar la tierra que arde.
Las bestias al dominarse
por su instinto de Morfeo
se alejan del forcejeo
y esperan a despertarse.

Al caer la tarde todo es calma:
las palabras languidecen,
se convierten en miradas
enamoradas que ofrecen
luz, como polvo de hadas,
amores mudos y silvestres;
los cabellos en los hombros
y también en las almohadas
de la tarde, los escombros,
cubren como espadas.
Nada se mueve al momento
de esperar que el gallo cante,
sólo veo soplar el viento
bailando al caer la tarde.

Talio



viernes, 24 de marzo de 2017

La casa de los espejos

La casa de los espejos
Yo escucho a Serrat
y lo veo todo de otro color

Fantástico invento es el espejo, pues está dentro de aquellos artificios que una vez nacidos, no se pueden mejorar. Pero se pueden alterar. Los espejos nacen siendo perfectos, pero de nada sirven, si no sabemos qué es lo que estamos viendo en ellos. De nada sirve ir a buscarse en el reflejo si no sabemos qué estamos buscando. También hay que reconocer que así como el espejo puede reflejarlo todo, siempre y cuando se pose algo delante de ellos, no todo reflejo es imagen. O al menos, no toda imagen fiel nos ayuda a conocer; a conocernos; o a conocer conociéndonos; o a conocernos conociendo.
Difícil es ver dentro de un espejo, pero fascinante una vez que se revela la imagen. En el arte de ver, porque es un arte, no sólo la imaginación, también el pensamiento que abstrae y que compara nos ayuda a ver mejor. Separamos lo que queremos ver, lo que la intuición nos grita despacito, esto es lo importante; para después, compararlo a la luz de aquello que ya hemos visto o sabemos que es verdad. La verdad, en esto de los espejos, siempre será nuestra piedra de toque, aquella que no nos deje caer al abismo de las imágenes sin sentido, sin lógica o reflexión. Es decir que el arte de ver lo es sólo porque atiende a la búsqueda de la verdad dentro de los límites de aquello que se está pensando.
Verdad es que un espejo lo refleja todo cuanto se pone delante de él. Por eso es que nos damos cuenta que el hombre, ni en metáfora, es un espejo, pues aunque puede reflejarlo todo, no lo hace, porque tiene voluntad. Es decir, busca qué expresar, busca qué recordar, imaginar, pensar, en fin, busca qué reflejar. Y lo que más le importa al hombre es la verdad, tanto como vivir feliz, el resto es humo. Cuando los espejos se llenan de humo, o trabajan con él, se les llama trucos de magia, o engaños. El mago nos presenta un espectáculo con imágenes falsas y todos sabemos que es una ilusión. Peligroso cuando el mago, el show, el humo, comienzan a invadir nuestra vida, presentándose como imágenes verdaderas. ¡Es real!, dicen los entusiastas del 3D.
El realismo que nos invade hoy día, y que es por una parte la copia plana de la vida, y por otra, la máquina de humo que llena toda la habitación, convirtiendo todo en sombras presenciales, es decir, que están en la vida y que se nos obliga a aceptarlas como importantes en ella, nos asfixia poco a poco. El realismo no nos presenta una oportunidad de conocer la imagen verdadera y buena de la vida del hombre, sino que nos llena de sombras que en poco o nada ayudan al conocimiento y perfección de la humanidad. Todo es importante, porque todo es real, porque todo está presente. Poeta ya no es el que pone su mirada para acercarnos a una cuestión importante de la vida y llevarnos seguros a la verdadera imagen del ser humano, sino el que puede reproducir toda la vida sin decirnos nada de ella. Porque de la vida no se puede decir nada y no hay límites. De esto resulta que la vida no tiene sentido ni comunión… Pero yo digo que la palabra que apunta al todo es un vano artilugio de hechicería. Por eso, el ver debe ser un arte: la oportunidad de encontrar en lo común, la belleza y la bondad. De otro modo nos perderemos en el vacío de las vacías palabras.
Hasta Virgilio guiaba a Dante en el infierno. A nosotros sólo se nos está dando el infierno, pero sin nadie que nos guíe. Lo mejor sería salir de esta casa de los espejos en la que entramos para sentir más real la realidad, y dejar escapar de nuestras almas esos humos infectos que en nada nos ayudan, para ver de nuevo en la imagen del hombre y comenzar una búsqueda, ya sea solos o acompañados de los que en la indagación salieron victoriosos y que sus palabras ayudan a ver bien al hombre, como lo son Cervantes, Platón, La Biblia, Flaubert, Shakespeare, Aristófanes, Schiller, Dostoievski, Kafka, Borges, Rulfo, Pacheco, Sabines, Revueltas, Pellicer, Vargas Llosa, Unamuno, Antonio Machado, Hesse, Coetzee, Chesterton, Dickens etc., etc.
Hay que volver a perseguir la buena vida en las buenas palabras, para dejar de ver todo, sin mirar nada.   

Javel 

lunes, 20 de marzo de 2017

Palinodia lógica

Palinodia lógica
Leer mal es dar por entendida
cualquier palabra
Pedro Torquemada

En algún epigrama escrito mientras estuvo en Venecia, la ciudad que Thomas Mann pone como el inframundo del artista burgués preocupado seriamente por guardar las formas en el arte, Goethe decía que la brevedad y dificultad del epigrama contiene una vastedad que proviene del mundo. Las formas breves se leen con poco tiempo, pero no tardamos poco en recuperarnos de la estupefacción a la que nos someten por esa amplitud que esconden. Parece que nos increpan nuestra incapacidad para descifrar con prontitud los pensamientos del autor. Indudablemente nos piden salir de la comodidad de tener más palabras por recorrer para que nos acomodemos en el tapete que con cuidado le tiene cada página y párrafo a nuestra suspicacia. Como si lo conciso nos tomara por sorpresa para mostrarnos que no podemos decir que las palabras no requieran de todo el lector como persona real que se sienta a leer en donde puede y cuando puede, y como personaje de su propia vida, de la vida de otros, de su propio pensamiento lector, que navega entre las palabras tropezando con ellas, corriendo con ellas, siguiéndolas, persiguiéndolas, siendo tocado y tentado por ellas.
Quizá por esa fortuna casi incuestionada de toparse con la palabra es que un libro como Navegaciones. La musa es palabra no parezca tener nada de sorprendente. Poemas, ensayos, e incluso la biografía breve son sólo pruebas de las aparentemente desordenadas esferas tejidas por el mismo lector y el mismo escritor, pero no siempre la misma voz. No hay romanticismos de fácil acceso, pues hasta el poema, el género que se antoja como el conquistado del corazón, parece aquí una evocación llana. Pero el poeta lo sabe y ofrece un remedio: la expectativa amorosa de la palabra es evocada en diez alejandrinos llenos de intensidad para darnos lección de autognosis. Nos enseña que esperamos pasión para infundirnos vida falsamente. Ahí se oscurece la manera en que la poesía puede ser el género erótico que nos permite acceder a la profundidad de los poetas para iluminarnos. La forma de los poemas románticos nos orilla a recordarla. Sería imposible la memoria toda sin forma alguna que se nos transmita. Y eso nos lo enseña en un poema sobre el recordatorio que tiene un hombre de un poema de Ramón López Velarde, para guiarse en medio de su soledad nocturna sin tropezar con el autoengaño en torno a su vida amorosa. Nos enseña el poder de las formas, y la vana obstinación de quien no intenta ver en ella su propia voz, que tiene que evocar la del poeta en todo lugar.
La breve biografía (sesenta páginas que incluyen diálogos brevísimos pero sagaces) es de un personaje político. Hace de la presidencia mexicana una sola persona, extendida a través de la fundación del PRI hasta el “fraude electoral” del 2006 y el retorno del viejo que se pone un traje nuevo. Su biografía nos vacuna contra la oscuridad que reina en el pantano del panorama corruptivo que es nuestra relación con el poder. Nos libra, irónicamente, de ver en esa persona a un solo partido, pero sí a una misma estulticia. Nos involucra en lo que más nos repugna: el ejercicio del poder, educado y estampado con las letras del Revolucionario Institucional, para que la biografía respete esa intención de enterarse de la vida de alguien que nos parece interesante. La admiración por la debacle convertida en risa. Genio cómico para ver en nuestra tragedia la posibilidad de la fascinación. Palabra que intenta limpiar, mas no justificar, nuestros desencuentros políticos con el huésped incómodo de eternos y revolucionarios años en el progreso para ofrecernos otra vez esa carne que es la palabra con la que vivimos todos. Nos libra de sufrir para siempre la misma imaginación para la política. Inconcebible será para algunos que provenga todo de un hombre que se admite abiertamente cristiano.
¿Por qué habría ese mismo libro de terminar con un diálogo en tono filosófico sobre la relación entre la escritura y lo erótico, pasando por la política, la crítica de libros, y empezando por la poesía como frontispicio? ¿Es el título Navegaciones un anuncio de la antología de un laboratorio? ¿O es un discusión abierta, inconclusa, aventurera de la palabra, que recuerda ese quijotesco sentido de la aventura nacido del haberse despegado apenas unas pulgadas de la orilla de un río? No hay nada definido para ningún futuro. La palabra no es posible sin la forma que nos permite entender el mundo, pero también ella le transmite algo. Crea sus propias formas de conducirse. Aunque no lo notemos, es nuestra palabra la que nos alumbra siempre, narrando, dirigiéndonos, mostrándonos en el fracaso. Todo género es una forma en que podemos navegar en ella, en que ella nos muestra sus distintas caras, y las del mundo; nos muestra nuestras propias caras a través de ese viaje dialéctico, como la navegación, que muestra el movimiento en lo que los sentidos no abarcan por sí mismos entre dos extremos entre los cuales andamos. A veces sin remos y por segunda ocasión, como buscando respuestas sin un rumbo determinado. Las formas que adquiere la palabra son difíciles de definir porque requiere que nosotros nos inmiscuyamos en ellas para saber del mundo. La palabra es personaje y material. Son nuestro paralelo. Nuestra guía para navegar.



Tacitus

Violencia de norte a sur y de sur a norte



Pintamos líneas de ánimo manchado.
               Hay líneas dolientes, sangrantes.
                               Duele la sangre; mancha al país.
                                                        Se manchan las letras; el ámbito es doliente.
                               Mexicanos pies pisan las huecas fosas.
               Se escribe-vive con sangre.
El ánimo mancha nuestras letras.

Fulladosa

viernes, 17 de marzo de 2017

Ruina #3

Los problemas en el aula continúan y, sinceramente, estoy cansada y un poco triste. Había pensado escribir sobre eso hoy pero, debido a que no tengo siquiera una propuesta para mejorar la situación, he decidido callar. Intentaré mantenerme al margen de los conflictos, esperando que lo que suceda en un futuro no lo vuelvan a hacer chisme y lo corran por toda la carrera. Más que enorgullecernos deberíamos avergonzarnos. Aunque, ahora que lo pienso, podría sacar provecho de toda esta situación y comenzar a hablar sobre cómo parece que la carrera en sí misma se excluye de las demás, se vuelve extraña y confusa haciendo que los que nos rodean se alejen. Podría volver de esto un ensayo filosófico, sin embargo mi tristeza me lo impide. Prefiero hacerme bolita en mi butaca unas clases más. Tal vez después me salga el coraje para decir algo de verdad importante.

La chica entre dos planos

jueves, 16 de marzo de 2017

Relación entre Filosofía y Religión

Parece necesario entender y explicar a la religión como una respuesta a un acontecer del hombre. La experiencia religiosa ilumina el entendimiento humano; el hombre busca encaminar sus actos hacia lo divino, transforma y guía la manera de conducirse de éste, por ello se requiere de un estudio filosófico (fenomenológico) de la religión para lograr un estudio más completo del hombre.

Sin perderse en oscuridades metafísicas es imprescindible entender la experiencia religiosa como un problema ontológico que, como he mencionado, compete a la Filosofía estudiar. Es decir, la experiencia religiosa cimbra, transforma el modo de ser del hombre en el mundo; se le devela una realidad sobrenatural y terrible que, por su impacto, transforma completamente la manera en que el sujeto concibe el cosmos; se transforma su ethos, no porque aniquile al sujeto (pues no se suprime la individualidad ni la personalidad) sino porque éste se percibe como criatura y por ende percibe su ridícula finitud ante la majestuosidad que los sobrepasa en todos los sentidos; impulsa, desde el interior, sus actos.

Si la Filosofía se cuestiona por el hombre resulta evidente que no se debe menospreciar el estudio de la experiencia religiosa, ya que ésta es una manifestación de  cómo vive el hombre su relación con lo divino. A la Filosofía no le compete estudiar la existencia o inexistencia de Dios pues esto resulta ridículo y estéril, lo que sí es inapelable es que la idea de Dios es algo que toca y transforma al hombre y eso atañe a la Filosofía.

Filosofía y religión no se contraponen si entendemos que ambas intentan atender a la pregunta por el hombre; ambas representan un modo de ser, un impulso que no se puede frenar y que obedecen a diferentes recovecos de nuestra condición. 

martes, 14 de marzo de 2017

Los Juegos Perdidos I

¿Quién es Bilbo Bolsón? Bilbo Bolsón no es más que la representación del sabor de la vida, la aventura, mostrada con una de las más bellas virtudes: la prudencia mezclada y de la mano con el amor al prójimo. Así es, mis amigos, ya saben que me inclino mucho por la obra de Tolkien. Para quienes no me conocen, quiero compartirles dicho gusto. Inicié preguntado por el viejo hobbit de la Comarca que, espero, sea un tanto conocido para algunos. Considero al señor Bolsón una pieza clave de la obra de Tolkien, junto con Beren, Hurin y Eriol. Comencé con Bilbo porque es el más cercano.

Precisemos un poco a Tolkien. El lector de dicho autor debería, creo, deshacerse de ciertos prejuicios. Su obra, lejos de ser fantástica, es visión del mundo. Sí, es creación, pero no en el sentido de creatura, sino una especie de extensión inventiva para entender nuestra realidad. Tolkien es un autor novedoso. Antes de él ya había literatura, no llamémosle fantástica, sino con su nombre propio, mítica. A Tolkien se le confunde entre el mito y el cuento de hadas porque no sabemos con certeza a cuál pertenece. Él afirma crear cuentos de hadas, pero no al estilo de los Grimm. Pero sigue sin ser literatura fantástica porque, aunque hable de creaturas que jamás veremos con los ojos de la cara, esos no son seres fantásticos. Y en última instancia, si no lo veo, ¿quiere decir que no existen? Thorin e incluso los Valar, precedidos por Eru, existen, son tan reales como la mano que acaricio y el cielo que veo.

Y es que las historias de Tolkien surgen de una necesidad, de la relación íntima entre el lenguaje y la existencia. Este pequeño detalle distingue notoriamente a Tolkien de Rowling por ejemplo. Mientras que la segunda inventa una historia por capricho literario de la pluma, el primero se sirve de las historias para explicar un problema en específico de nuestra experiencia. Aquel que primero hizo hablar a los animales tenía tanto de ingenio como de recato y educación.

Otra pista la ofrece los hechos físicos. Ya sea que las leyes naturales estén o no acordes con la narración, entonces podemos hablar de literatura fantástica o de ciencia ficción. Pregunta: ¿Cuántas veces hubo eventos sobrenaturales en el Hobbit?

Demos un paso previo. ¿De dónde le vino a Tolkien tantas y tantas historias?, ¿qué es la Tierra media y dónde está? En realidad lo primero que surgió en aquella mente joven fue la lengua élfica. Él era un apasionado de crear grifos, criptogramas y lenguajes codificados. Estaba en cocción su vocación de futuro filólogo. Y a ese joven lo considero un verdadero filólogo porque logró ver, a diferencia de otros literatos o cuentistas, que la palabra y la vida son una y la misma cosa. 

La palabra inerte no sólo es aquella que no transmite ideas o sentimientos, sino aquella que no surge de la vida que corre y nos subyuga a todo cuanto hacemos. Por eso, el lenguaje de los Na'vi en a cinta de Avatar pierde sentido, ya que la palabra es un producto del vivir, esto es, partiendo del origen de la civilización y sus cambios a lo largo de su permanencia o estadía en este mundo hasta su pleno apogeo.

La lengua élfica, aunque germen de un sistema de signos muy elaborado, incluso como juego infantil, es producto de la vida corriente en la Tierra Media. Exacto, la Tierra Media no es un constructo, es una respuesta a una lengua, a una vida, a los elfos. ¿Suena descabellado? Un poco. Pero adquiere relevancia cuando vemos que varias veces afirmó Tolkien que su obra era independiente, casi como si sola se estuviese escribiendo. Parecía escribirse por sí misma. Otras veces creía ver en los ojos de su esposa a Luthien. La obra de Tolkien no es más que una interpretación de lo que es mundo.


Aurelius

lunes, 13 de marzo de 2017

La música de nuestros días

La música desde sus inicios ha formado parte de la cultura, de la actividad política de una ciudad, de la formación estética de quienes la oyen. La música es, sin duda, una parte de suma importancia para cualquier ser humano: desde el rudimentario golpeteo de un palo contra el piso, hasta los cinco movimientos de la Sinfonía fantástica de Héctor Berlioz; el hombre busca la música siempre. Sin embargo, en el carácter artístico de la música hay algo que se es importante notar: ¿es la música una herramienta educativa para la formación de los ciudadanos o, más bien, es la mímesis del entorno de los ciudadanos, desde la physis hasta la polis, y por lo tanto nos permite conocer esta relación? Habría que indagar en este respecto, para tratar de comprender mejor el papel de la música y su relación con la ciudad.
            Para comenzar es necesario distinguir el arte de la artesanía. Sin menospreciar la artesanía, queda claro que ésta no tiene por intención hacer el conocimiento de la belleza, sino más bien hacer más apreciable la experiencia cotidiana. No encuentro belleza en un teléfono celular, pero creo que debe ser lindo a la vista para hacerle más admisible. La artesanía parece tener como finalidad demostrar el status de una nación. El arte por su lado, parece trascender las fronteras de la ciudad pues en su observación creadora encuentra lo común de todo hombre, como hombre, como ciudadano, como amante, como valiente, etc. El arte demuestra la verdadera alma del hombre dentro de un contexto.
            Esta distinción parece muy sencilla a simple vista, se torna complicada cuando, en nuestro tiempo, todo es demandado como un producto comerciable. Tal es el caso de la música que ya no se aprecia si no puede ser vendida. La música se difumina en la corrección política de nuestros contemporáneos, volviéndola un arma educadora. Despreciamos los narcocorridos que invitan a una vida de violencia, aceptamos el rock and roll por su supuesta riqueza intelectual, disfrutamos del son cubano y la salsa por su complejidad armónica y, en su mayoría, nos alejamos de llamada música culta por la pedantería que presupone. Todo eso habla de nuestra educación. Entonces ¿hemos sido educados por las artesanías de los exponentes musicales del mundo?, ¿la globalización musical nos alcanzó a una velocidad vertiginosa y nos alejó de lo que somos?
            La música popular, dividida en buena y mala, tiene intenciones diferentes dependiendo de su calidad. No es lo mismo una canción de Julión Álvarez a una canción de José Alfredo Jiménez, ni tampoco es igual el imponente bajo de los Rage Against the Machine a las armonías contrapuestas del bajo de William “Bootsy” Collins. En los primeros casos, hablamos del uso de la música para promover un discurso específico; en los segundos, hablamos de un uso de los músicos para promover la belleza de toda una idiosincrasia. Es decir, si usamos la música revelamos que no entendemos la relación entre la naturaleza y la ciudad, y si somos usados por la música seremos capaces de entender la belleza que existe en dicha relación.
            La música en cuanto artesanía es un arma política que se usa para la llevadera experiencia de nuestra cotidianeidad; en cuanto arte nos muestra la verdad de la cotidianeidad. ¡Qué lamentable que hoy la música sea una herramienta discursiva! ¡Deberíamos encontrar la belleza de la experiencia en ella!

Talio


Maltratando a la musa

                     Caliban

Siempre un salvaje le han llamado desde
que le encontraron en la isla aquella
donde la tempestad vio su querella,
donde pensó en derramar su peste.

La bruja Sicorax le dio la vida,
la dama Miranda le dio el deseo,
su amo Próspero le regaló el feo
instinto asesino que todo termina.

En Estefano creyó encontrar un dios
que le ayudara a verse en el espejo
para encontrar su cara en el reflejo:

he ahí el origen de sus rabias y sus odios.
He aquí la historia de este simple hombre,
de este salvaje. Caliban es su nombre.



domingo, 12 de marzo de 2017

Continuidad de los finales




                                                                       Para ti, porque no te gustan las novelas negras      


Por fin era el día. No cualquier mañana, no cualquier amanecer. Era EL día. Llevaba esperando este momento desde que empezó todo. Se sentía tan entusiasmado. Se desembarazó de las cobijas con celeridad, se puso las pantuflas de al lado de su cama. Ni siquiera ha sonado la alarma. La apaga. Respira profundo y se levanta. Unos pasos lo separan de sofocar el ansia que le carcome desde hace años. El clímax está aquí. Sólo su ritual lo separa de la culminación de su esfuerzo: un cigarro, tronarse los dedos, el cuello, prepararse una taza de café y sólo entonces sentarse en el escritorio y proseguir la historia.
Es difícil tener control todo el tiempo. Crear implica en gran medida dejarse llevar. La poesía, el arte en general, es de los posesos, de los arrebatados. Y esto no es de otra forma cuando creas un personaje. Nunca los nombra, para mantener distancia con ellos, para dejarlos ser lo que quieran ser. Las teclas chocan en la computadora y el personaje se va pintando él mismo. Es como con los hijos, uno los guía, pero al final, ellos hacen lo que se les antoja y uno sólo puede esperar haberles dado bases sólidas para que su vida no sea una apología al sinsentido. Y en ambos casos, se tiene que confiar en ellos, en que sus motivaciones son tan poderosas que materializarán todo un mundo a su alrededor. Lo ha dejado ser todo lo que ha querido, pero ahora ya no hay vuelta atrás. La historia debe terminar. Nada es más importante que contar la historia. Pase lo que pase, todo se debe a la historia. Sin el final, lo demás no tiene sentido. Y él lo sabe. Es un escritor mediocre que vive en una jaula de cuatro por cinco, vegetariano por circunstancias más que por convicciones y no se graduó de la universidad, pero sabe que las cosas deben tener un fin. Y esta historia está por acabar. Ha sido divertido. Ha sido doloroso. Alguna vez fue amado y sus sueños alentados. Ahora sólo tiene nescafé, cigarros, una casa en ruinas, tarjetas de crédito ahogadas y cientos y cientos de páginas de palabras que jamás comparte con nadie. Alguna vez le dijeron que sus escritos sólo debía enseñárselos a quien más confianza les tuviera, que huyera de la falsa alabanza, de la inseguridad de quien necesita el reconocimiento. Lo cierto es que sólo pocas personas han leído sus remedos de cuentos. Siendo francos, son pura basura. Pero este cuento no lo es. Este es distinto. Esta historia le ha obsesionado tanto que ya casi no sale, ni para revisar el buzón y sólo usa internet para pedir comida a domicilio. Escribe casi todo el tiempo. Usualmente tiene que pensar sobre lo que tiene que escribir, a dónde quiere llegar, qué quiere decir con lo que va a contar. Porque contar una historia por sí sola no basta, si no hay vistazo a la condición humana, si no hay mensaje, entonces las palabras no son más que ornamentos, armonías vacías resonando en la blancura de una pantalla. Y este no lo es. Le vino en un sueño, como toda gran visión, fue nebulosa y confusa. Sin embargo la pudo rescatar. De entre las lagañas de sus noches sin descanso, recuperó la idea. Y ahora estaba por terminarla. El gran detective de su historia estaba por encontrar su cruento final. No cree en los finales felices, mucho menos en los personajes buenos. Todo estaba en el giro, en la revelación de las verdaderas motivaciones del antagonista, en su habilidad para siempre estar un paso adelante del detective. La historia se desenvolvía por ella misma. Escribir es como aventar una bola de nieve desde una gran montaña, si lo has hecho bien, la bola crece y pierdes control sobre ella. Y esta bola estaba por estallar.
El conflicto había llevado al detective a su punto cumbre, la guarida del antagonista. Llegar ahí no había sido sencillo. Capítulos enteros se habían ido en construir el misterio y la profundidad que, a su juicio, convertían su historia en algo más que una simple novela negra. Ha pasado años intentando crear algo que permanezca. Una obra maestra. Algo digno de transgredir el tiempo. Algo que le haga olvidar el absurdo de la existencia. Algo que justifique la gran noche sin estrellas que es su vida; algo para no sentir que ha decepcionado a las pocas personas que han confiado en él. Escribir algo que lo libere del horror de sí mismo. En eso se va la vida. En los hombres asidos como pueden a lianas que penden en el vacío. Es el mundo que ha creado toda esa sangre de mártir que se ha vertido en el suelo de la civilización del hombre. Y cada éxito requiere un sacrificio. Digamos un detective. El final ya está planeado, el giro, la ironía, el detalle de que lo maten sus convicciones, todo era perfecto.
El aroma a café ya impregnaba el cuarto. Llevaba cuatro tazas, dos cigarros, cinco páginas y una concha de chocolate. Era el último capítulo de su historia. Le sorprendía lo poco que le importaba la muerte de su protagonista. De cierta forma, había sido un amigo cercano. Y no le causaba ningún malestar, estaba entusiasmado por terminar. Había llegado la parte en la que por fin se conocen el detective y su contraparte. El antagonista se hace pasar por su última víctima, sabedor de que el detective tiene un gran sentido del deber, que antepondrá a quien cree inocente antes que sus propios deseos. Su guardia por fin está baja. El antagonista espera vendado y ensangrentado, finge estar amarrado. Las lágrimas no le cuestan, es un hombre atormentado. Fingir ser la víctima reabre unas heridas que todas sus víctimas no han podido cerrar. Pero ya está por terminar. Las ruinas incendiadas del viejo reformatorio donde su oscuridad nació son el lugar idóneo para que el detective muera. Por fin ha llegado al último piso, al cuarto donde está la última víctima. Con su revólver asegura la habitación, quita las vendas de los ojos de la víctima. Gracias a dios que está aquí. Ha sido terrible. Todavía debe estar por aquí, déjeme salir antes de que vuelva. No puedo soportarlo más. Su actuación es convincente. El detective se agacha sobre él para desatarlo. Dos pedazos de vidrio perforan ambos lados de su torso. La sangre corre, le flaquean las piernas. Se va de bruces contra la silla, ahora vacía. El antagonista ríe. Ha conseguido su venganza. Ha vencido al hombre que se acostó con su madre, el antiguo embaucador que ahora atrapa criminales para lidiar con la culpa de una vida criminal. Se desangra lentamente, tiene el tiempo suficiente para escuchar al antagonista llenar los hoyos que había en la historia. El detective muere con los ojos bien abiertos y llenos de temor.
Enciende un cigarro más. Qué más da, se siente victorioso y satisfecho. El final debe poner en conflicto al lector. El malo no era tan malo y el bueno no era tan bueno. El lector debe sentirse culpable de sentirse bien por el resultado final del duelo. Ha sido un gran viaje. La tarde se le va en releer el último capítulo, borrar los errores, pulir la redacción, insertar un pensamiento por aquí y acuyá. Para cuando llega la noche, oficialmente la novela está terminada. Tenía mucho que no sonreía así. Es feliz. Ya no recordaba lo que era eso. Su obra cumbre está terminada. Toda su demás obra es mierda pero por fin ha hecho algo de lo que se siente orgulloso. Se siente realizado. Ha sido un gran día y ya se dispone a dormir. Mañana será un día atareado. Habrá de hablarle a su editor para ver qué le parece el borrador que le ha enviado, a su madre, a su mejor amigo, a todos sus conocidos, que todos se enteren que su vida por fin tiene sentido. Abre la gaveta de su mesita de noche, saca un par de pastillas para dormir, las traga y se envuelve en las cobijas, satisfecho. Se va a dormir con una gran sonrisa en la boca.      
El mundo nunca se detiene. Si algo lo define, es el constante movimiento. Cuando algo te apasiona, el mundo, el tiempo y tú sufren un desfase. El tiempo se vuelve más relativo todavía. Pero quedan resabios de la realidad que se empeñan en demostrarte que el mundo sigue aconteciendo allá afuera. Un buzón repleto de cartas, conforme la fecha se acerca al día de hoy se van llenando de sellos que dicen URGENTE en mayúsculas para darle mucho peso a aquellos sobres que exhortan a desalojar la casa rápidamente; un patio descuidado por meses, una casa pequeña y que parece abandonada, un barrio avejentado en las orillas de la ciudad, una mole amarilla ronronea mientras se acerca a aquel cuadro. Una bola negra y enorme pende de aquel mini tanque amarillo que dice Caterpillar a los lados. Después llega otro monstruo amarillo, este tiene garras y mucha hambre. Un hombre se acerca caminando a la casa, lleva un casco blanco y un chaleco naranja. Toca la puerta una, dos, tres veces. Nadie responde. Se asoma a las ventanas. Los escritores son desidiosos, desordenados,  malos amos de casa. Su casa parece abandonada o, peor, habitada por vaguitos. Aún así aquel hombre insiste una vez más y toca la ventana. Sólo son cuatro y ninguna revela ningún indicio de reciente actividad. El inquilino recibió avisos por más de seis meses. El día por fin ha llegado. La vivienda está en ruinas, el gobierno ha dispuesto todo para que pueda vivir en otro sitio mientras tanto. Pero él no sabe nada de esto. Sigue sonriendo, sumido en un sueño placentero. Jamás vio venir esas bestias que se comieron su casa. No volvió a abrir los ojos.

Por fin. Había terminado. Ya cumplía con sus deberes y podía entregarse al amparo de su cama. Estaba cansado pero satisfecho. Releyó la última línea, no del todo convencido por el final. La idea de no abrir los ojos no le parecía lo suficientemente buena para ser la última oración. Pero tenía que bastar, no se le ocurría algo mejor. No importaba, ya había terminado. Ya podía subir el cuento al blog, al carajo las revisiones, si tiene errores es más honesto para él, así que lo sube sin revisarlo. Total, nadie lo lee de todas formas. Es desobligado y escribe con la fecha encima e, incluso sabiendo que no pasa nada si no sube un cuento, se siente obligado a subir algo. Ha matado a un nuevo personaje. Esta vez fue un escritor que muere justo después de terminar su obra maestra. En sus delirios, le parece que ha sido un buen cuento, quizá no lo mejor de su asquerosa obra, pero pues ha valido la pena desvelarse, sobre todo se siente satisfecho porque sólo empezó a escribir, sin saber bien a bien sobre qué escribiría. Estaba un paso más cerca de tener el material suficiente para tener un libro de cuentos. Era una excelente noche. El sueño le vencía y la pantalla se empezaba a ver borrosa. Entró al blog, copió el cuento, le puso un título que rendía tributo a su escritor preferido y que le quedaba a su cuento y lo subió, apagó la computadora y se dispuso a dormir. Ni siquiera se puso la pijama, sólo se fue de boca hacia la cama y cerró los ojos. Pero sus sentidos seguían activos. Una rara sensación lo hizo ponerse boca arriba y abrir los ojos. Casi pudo escucharme narrando esta historia. Casi pudo escuchar la gran ironía dentro de las ironías…aunque no habría hecho ninguna diferencia, su destino ya estaba decidido. Todos somos personajes de la obra de alguien más. Dios es el más grande creador de ficciones que ha existido.