Presentación

Presentación

lunes, 31 de julio de 2017

Amor de 70/7

Amor de 70/7


Nunca te vi de lejos.
Apenas te vi pasar
con mis ojos añejos
mi deseo olió a mar,
a placeres y dejos
de humanidad y sal,
y tierra en el viento.

Cerca de mi rostro tú
me miras de momento
destrozándome el azúl; 
cruento y vil sentimiento;
con el cucurrucucú
amor es lo que siento
desde ese día y por siempre. 

Un año, dos años, tres
años y así hasta siete
marcan antes y después
en mi ser que te siente
viva y muy llena de fe
en tú y yo y en el ente
que formamos en la unión

del cuerpo y del alma.
Somos la nueva canción
que pone el mundo en calma,
somos la única oración
que Dios escucha y salva,
somos ese sin razón
salido de la nada.

De la nada salido
soy un hombre que ama
ver tu cuerpo dormido,
que mires en la cama
mi ser desprotegido:
eres mujer y hada
de la nada del bosque

del mar, de la montaña:
amor de mis amores.
La vida ya no engaña
ni a las manos ni a los pies,
con la muerte se ensaña,
con el amor es revés. 
Es felicidad total.

Mi niña; total amor,
de algún destino fatal
me rescata tu sudor,
me da miel primaveral.
Un viaje de fiel sopor:
a dormir y a despertar 
me llevó el verte pasar. 



Talio




jueves, 27 de julio de 2017

Sin saber

Pero es, Eugenia, que yo no pretendo nada, que no busco nada, que nada pido; es, Eugenia, que yo me contento con que me deje venir de cuando en cuando a bañar mi espíritu en la mirada de esos ojos, a embriagarme en el vaho de su respiración.
Niebla, Miguel de Unamuno.  

Los pasos de Augusto Pérez eran el eco de la incertidumbre. Su sombra fue la imparcialidad que se tiene ante la vida. Pasos sin hallar camino, ser indiferente al transcurrir la vida, así era el andar de aquel joven. Pareciera que el conocerse a sí mismo se trata de una trivialidad. Pues conocer al joven Augusto era asunto que solamente a él le correspondía hacerlo. Nadie más puede conocerle mejor que él mismo. Pero ¡qué iluso, qué ingenuo es creer esto! Conocerse a sí mismo no se trata de una trivialidad. El acceder a nosotros mismos por nuestra propia cuenta es como caminar en penumbras. No podemos conocernos a nosotros mismos sin la necesidad de reflejarnos en los ojos de otra persona. La penumbra se disipa, la niebla de la vida queda como un velo ante los ojos de Augusto al conocer a Eugenia.
Los pasos dejaron de ser ecos y encontraron finalmente su destino. Augusto descubrió que era sensible encontrándose con el amor. Pero ello le alejó de sí mismo, dejándole un estrago amargo que lo condujo al convencimiento de que él ya o era él. Los ojos de la otra persona pueden ser el espejo de nuestra alma. En ese sentido, se sabe y se da cuenta de uno mismo a través del reflejo que proyectan las acciones que se cometen respecto al amor. Es decir, Augusto supo que estaba enamorado cuando se dio cuenta que su voluntad quedó sojuzgada ante los deseos de Eugenia.

No hubo más prueba de amor que entregar la voluntad de uno mismo a alguien más. Despojarse de todo ego para dejar de ser lo que se había sido. Augusto Pérez dejó de serlo para entregarse a Eugenia con la finalidad de amarla, pero sin la necesidad de poseerla. Pareciera que había perdido el juicio, pero no fue así. La imagen de Eugenia le proyectó cuan sensible podía ser; le develó su voluntad; la fuerza de su amor y la potencia de su existir. Tal vez de esto se trate la vida, de conocerse a uno mismo a través del amor. Donde éste es la única afección noble que hay en nuestros corazones. Aunque el reflejo devele lo más funesto o lo más virtuoso que puede albergar el corazón. El amor de Augusto era libre del egoísmo, carecía de necesidad de poseer a Eugenia, quizá por eso parecía loco, un amante con locura. 

lunes, 24 de julio de 2017

La vida marina

La vida marina
A más de uno de nosotros le dará por creer que un poeta parece divino, ser híbrido cuya lengua parece extraña a pesar de ser la misma. Nos gusta pensar que los elementos relacionados con él apuntan a una luz, una claridad misteriosa de sus propios sentimientos, música en sus palabras que estallan y duermen en nuestra propia sangre. Pocos creen, de primera vista, que la hipótesis de lo divino acompaña es hija del establo de la fama, de la palabra rozada, trastocada, manoseada con el blasón del elogio, nunca leída, entendida o escuchada. Si algo nos resulta difícil comprender es el desconcierto de ese mito que compartimos llamado el poeta, que es mito de la poesía, oculta entre la cursilería, la solemnidad y la aristocracia.
Alfonso Reyes llama Desconcierto del poeta al encuentro un tanto irrisorio del poeta, ser marino, con la tierra y la multitud. ¿Cómo no ver en ese choque la constante seducción del pensamiento romántico entre la poesía como imaginación creativa, como profundidad de la palabra y el mundo terrenal, insufrible para él por dar aire para unos pulmones que se atragantan con él? El surgimiento del poeta viene de abajo; no realiza un descenso, sino, valga la repetición, un surgimiento. No es un ángel, no es un iluminado, no un tocado por el rayo. Es un surgido de sus mares y, antes de eso, una criatura marina, que intenta nadar en el espacio y no puede, porque el aire no es su elemento natural. Este surgimiento no sólo demuestra que no puede andar en el aire, sino que surge todavía ciego por una fosforescencia en los ojos. La palabra es exacta: lo fosforescente no es luminoso, ni brillante. De hecho, lo fosforescente no permite ver al hombre común. La fosforescencia, por ello, lo ciega: como si la luz que requería en las aguas estuviera apagándose. Surge atónito como un pez que tiene que renunciar al agua.
¿Cuáles son esos mares de los que surge, y por qué escoge Reyes hacer del poeta una criatura marina? La actividad poética, el ser del poeta debe ser entendido a raíz de esa elección Alfonsina, que también parece una reminiscencia del surgimiento de Venus. La diosa, no obstante, no sufre un desconcierto tal por el encuentro entre dos elementos distintos. Parece aquí que todo el ser del poeta está hecho principalmente para la vida en sus mares, pues no soporta la presencia de la multitud y las coronas de laurel. Sus mares lo dejan entender, nadar en lo profundo; las guirnaldas de la multitud que lo ensordece se vuelven cadenas, como si el premio, la elevación estuvieran hechas de una esclavitud en la fama por la que es mejor volver a la libertad marina. La imagen, que dispendia belleza, enseña cómo la apoteosis de los hombres por medio de la palabra es lo más amargo para quien intenta entender; la guirnalda, corona de los vencedores y los grandes, se convierte para él en cadenas que ya nada dejan entender. No surgió de sus mares el poeta desconcertado para ser premiado: lo que para otros es imagen de la libertad en el reconocimiento, es esclavitud severa en la falta de claridad que genera el amor propio. El brillo del poeta es marino, fosforescente como el de sus ojos.

La sirena, ese ser terrible nacido para extraviar, burlado sólo por la audacia, es puesto aquí en feliz amorío con este ser marino. Lo que para unos es canto que extravía, imagen de la seducción, aquí aparece como una casta unión entre criaturas semejantes. El poeta pide a su mujer regresar a esas grutas color de ámbar y al mar color de vino para no ser visto, al tiempo que desea que se le arranquen esas coronas que son ya trenzas, adornos para domeñar el cabello que hieren la cabeza con su impertinencia, que sirven a la vanidad, pero no a la comodidad de la parte en que se asienta el pensamiento. La vuelta a esas grutas y al mar parece una huida de los hombres de la multitud, pero no es una huida del mundo entero. ¿Es ese final, que encierra el desconcierto entero del poeta, una enseñanza de lo vano del mundo de los terrenos, o una invitación a seguir a ese ser en su huida? Parece una pregunta vana que no entiende el poema sobre el desconcierto, pero se puede sopesar mejor si uno comienza a desear ese lugar al que quiere huir. No tornemos el desconcierto en la romántica decepción. El surgimiento del poeta acaba en un regreso que nos hace desear ese mar en que al amanecer burbujea el pez, para entender ese deseo violento de arrancarse la trenza de laurel y dejarle entre la arena, antes volver. Ese deseo permite ver que la seducción es la del mundo, no la del poeta enamorado de la sirena, que desea entender en medio del abismo profundo que es el mar.


Tacitus 

domingo, 23 de julio de 2017

Poeta en el mundo moderno



Pobre vida la de quien se niega a ver que la poesía redescubre el mundo. Quien ve en su lectura horas desaprovechadas en un corto espacio, de encarcelamiento voluntario; o, más tristemente, empalagosas palabras que hacen pasar un rato agradable. La poesía no sólo nos muestra un mundo en su esplendor, miseria y mesura, nos hace comprender ese nuestro mundo, nuestro mundo, y arrojarnos luces para entender nuestra relación con él. Pero no sólo nos acota a lo finito, mutable o imperecedero, podemos dirigirnos a lo eterno con la inmortalidad del Verbo.

El poeta, ese ser casi humano, casi divino, es central en el redescubrimiento de la belleza. Alfonso Reyes descubre y describe su desconcierto en ámbitos variados. Su nacimiento, semejante al de Afrodita por su belleza, pero distinto porque nace enredado de sensaciones e ideas, sorprendido, espantado y maravillado. ¿Nace el poeta siendo poeta desde el vientre o nace cuando saborea el resonante tamborileo de sus palabras? Sólo sabemos que cuando nace, no comprende exactamente lo que ve, pues su mirada es diferente; lo que mira es lo mismo, pero sabe que se puede comprender diferente a como los demás estamos acostumbrados a verlo.

Parece que vive en otro mundo, uno que nos es ajeno, en el que no podemos vivir los demás, pero que sí podemos contemplar y ver su inmensidad. El mar, de manera clara, une todo lo que toca, hasta lo más profundo. Así es la belleza poética, unitaria, entrelazada, algo clara, y muy profunda una vez que la entendemos. El poeta no se siente nada bien alejado de ella, en un mundo desunido, limitado, que oculta por tantas construcciones humanas; el poeta no puede ser entendido en ese mundo tecnificado; el hombre al hacerse se oculta.  

Pese a la tecnificación, algo bueno (dentro del límite de quien no entiende la gravedad del sustantivo) ve la gente en el poeta y hablan de su producción como si la entendieran. Peor aún, lo aplauden, le rinden pleitesía con sus palabras cargadas de veneno; le hacen creer que su poesía es la simplificación a la que todos la llevan y hacen que el poeta dude, no entienda su poesía, no vea la belleza, no pueda asir ni un ápice de la grandeza de las palabras, en la que anteriormente nadaba.

Con un ser semejante a él, ¿la fantasía que lo aleja de la fealdad del mundo y el hueco aplauso? O ¿el amor que, con su poderoso impulso, lo ayuda a enfrentar tal fealdad?, toma rumbo nuevamente a donde fue feliz, a ese mundo tan lleno de vida, que le dará un nuevo renacer. Ha visto la oscuridad del mundo, le ha dolido vivir en el, finalmente ha reafirmado que todavía queda una luz en el mundo.

Desconcierto del poeta 

ATÓNITO, el poeta surgió desde sus mares,
enredado de algas;
mas la fosforescencia que traía en los ojos
no lo dejaba ver.

Hecho a su reino acuático,
el aire le agrumaba la garganta,
y quería nadar por el espacio,
dando sólo traspiés.

Lo rodeó la multitud a gritos,
y creyó ensordecer.
Lo coronaron de guirnaldas ásperas,
y creyó que le echaban cadenas de laurel,
cadenas en las sienes, las peores cadenas,
que ya nada dejan entender.

Y dijo a la Sirena:
-Huyamos prontamente a donde no nos vean
(la Sirena era su mujer);
tornemos a las grutas de ámbar cristalino
y al mar color de vino
que se solaza en los amaneceres
cuando, a la frescura, burbuja el pez
“y arráncame estas trenzas de laureles
que me arañan la piel”.

Alfonso Reyes

sábado, 22 de julio de 2017

El color de la distancia

EL ARCA DE LO IMPOSIBLE

Hay en el mundo situaciones que no se pueden describir, por más que nos esforcemos no alcanzamos ni una gota de aquello que pretendemos transmitir. Por ejemplo, ¿qué significa la expresión "el paso del tiempo"?, ¿Será que el tiempo camina?, ¿El tiempo transcurre o siempre es el mismo?, ¿si transcurre siempre es diferente o el mismo?, ¿Si siempre es el mismo por qué nada vuelve a suceder dos veces? Más parece capricho de las palabras ya que, si el tiempo avanza por pasos, ¿entonces unos son cortos y otros largos? Así como describir un hecho tan trivial, un tanto sucede si queremos describir los sentimientos. Aunque parezca arrogante, ¿qué es el amor?  Dice el enamorado. Pero me ha sucedido que me resulta complicadísimo describir cómo es la sensación de la extrañeza. No hallo cosa más extraordinaria que el hecho de extrañar a una persona, esto es, sentir con premura y deseo la presencia de aquello que no está, de lo que, habiendo estado en un momento, en otro se ha ido. ¿Y por ello seremos esclavos del tiempo o del objeto necesitado? Tremenda situación en la que me he imbuido.

Me gusta experimentar con la pluma. Además de ser uno de los mejores medios de autoconocimiento, es también alimento del alma. No en vano se describen cambios en los pensadores debido a su letra. Entonces se habla de su época adolescente, madura y hasta decadente, por no decir senil. Vuelvo a regresar a mis primer escritos y entonces veo anécdotas, corrijo un punto, una coma; ahora cambio una palabra, luego la vuelvo a poner; leo en voz alta, río, me enojo y a veces hasta entristezco. Tengo a la vez la sensación de una pérdida, porque veo que ya no soy el mismo. De inmediato me pregunté, ¿podré volver a ser el mismo? Verdadero desafío. ¿Acaso es posible volver a unir un jarro que se ha partido en mil pedazos?, ¿Será posible que un árbol de corteza robusta vuelva a ser una planta? Siguiendo con la analogía, me quedo absorto al pensar si acaso sucede algo semejante con el hombre.

Me he puesto a pensar en la palabra "extrañar". Se la digo a la persona de la cual me hace falta su presencia, la quiero cerca, ansío rozar su piel, abrazarla con tanto ahínco. Pero resulta que dicha palabra significa, en un inicio, la sensación de algo que está fuera de lo común, lo raro, aquello que sorprende. Así es, más bien estoy en un estado de sorpresa, y mi sorpresa es que ya no soy el mismo. Recordemos la expresión "no me extraña que sigas siendo el mismo" o "¡qué cosa tan extraña!". En inglés no existe esta ambigüedad. "I miss you" no es lo mismo que "doesn't sorprise me you haven´t changed a bit" o "that´s weird". 

En realidad, aquello que me sorprende es que, por razones extraordinarias, la distancia que guardamos con ciertas circunstancias y vivencias personales tienen un significado. No existen vacíos. Son como los silencios de la música, sin ellos todo sería unísono, una terrible monotonía. Entonces, la expresión "tú silencio me atormenta" nos acribilla no porque no diga nada, ¡sino porque dice mucho! Ahora, si tuviera frente a mí a mi amada le podría decir, "tu pasos silenciosos en mi alma recorren cada nota de tus recuerdos". Unos sólo entenderán que la extraño, pero habiendo dicho todo lo anterior, se verá que hay algo más de su ausencia que me afecta.

"Mi vida, el color de tu distancia pasa del azul celeste a un gris melancólico entre más y más te alejas de mí".


Aurelius

lunes, 17 de julio de 2017

Aliosha




De padre vicioso y de madre virgen
resultaste. Cuando murió tu madre
sufriste el abandono de tu padre.
¡Ay, Alexei, eres un héroe, eres bien!

Nunca conociste el amor de hermano,
e incluso sin saberlo siempre armaste,
tanto al patán como al que lleva un lastre
de sabiduría; amor lejano.

Conociste el amor muy de cerquita
por medio del starets venturoso
que en el amor tuyo encontró el precioso

amor divino que todo facilita.
No te aflige la muerte pues compartes
fe, esperanza y amor por todas partes.



Talio




Pretexto texteado: seguimos en las mismas mis buenos amigos. Ya no tengo más que decir. Gracias.





sábado, 15 de julio de 2017

Legión

Legión

"Reconozco que un espíritu impuro debe de alojarse en mí, pero sin duda es muy modesto. Si fuera más importante, habría buscado otro alojamiento."

"Ahora me doy cuenta de que, al hablarle de mi horror por la ingratitud, sólo esperaba sus elogios por mi sinceridad"


El corazón ansía, pero no a ti. La razón estira las manos esperando alcanzarte, pero no consigue nada, y es que aún eres ajeno para mí.

¿Por qué te tomé entre mis lívidas manos? No lo recuerdo, pero se me ocurre que por algún gusto, o mejor dicho, por algún rencor –Yo diré que por amor a la elevación. Has de haber caído en el olfato de mi libido que ansía poseer algo. ¡Temeroso hipócrita de sí mismo!

¡Qué ingrata es la fama del escritor! Ésta lanza los frutos, las llamas vivas de su ingenio hacia cualquier par de manos, por ejemplo éstas que avanzan con lujuria, con orgullo y sin talento por sus pliegos. Deberían escoger bien a sus invitados. ¿No han escuchado eso de “en manos peligrosas esto sería un arma mortal”? Imaginen ahora qué sería en manos torpes, inseguras de sí mismas: frutos secos, esterilidad vanidosa.  

¿Por qué, poetas, sabios, amigos, me hablan? Creo que nunca he podido dejarme llevar por sus mares de pasión y sabiduría. Soy desconfiado y no me dejo envolver por ustedes, ¿qué sé entonces? ¿No ven que me atormentan? El ignorante es siempre más feliz, y sin embargo, esto lo aprendí con ustedes.

No me queda más que levantarme y creer su piadosa labor.

Veo mi problema y lo denuncio, pero ¿es, acaso, ésta mi salvación? O ¿sólo me complazco en el lirismo con que muestro a mi demonio? ¡Absurdo todo esto!

Abro los ojos y veo que a dentelladas mustias la vanidad se alimenta. Un miserable eleva la puerta y desde adentro ve tranquilo la tormenta.


Javel

lunes, 10 de julio de 2017

Círculo familiar

Círculo familiar
Se piensa anatómicamente (y mal) cuando se hacen apologías de las relaciones carnales, como la familia. Lo llaman núcleo, base de la sociedad, pensando la organización política en capas o en círculos concéntricos. Pero ahí hay un problema: los círculos concéntricos no tienen base: el círculo del centro no sostiene a los demás, sino que a lo mucho está incluido en ellos, como si fuera cubierto, pero los otros son igual de circulares, sin importar el tamaño. ¿Sostiene a la política, a una nación, e comportamiento de las familias? ¿Qué círculo es? Si son círculos concéntricos, a los que no se asciende ni se desciende, como los del infierno, al estar circundados todos, exceptuando al último, el centro no es tal sino en relación con lo demás, lo cual quiere decir que la relación entre partes puede ser dialéctica en esos casos, que es otro modo de mostrar que la familia no puede pensarse sólo como base social o política sin atreverse a entender lo político en alguna medida. No hay conocimiento de la familia sino se da en una investigación en torno a la política. Es cierto que la metáfora del seno familiar funciona para instruir mínimamente el alma, pero también es cierto que los hombres pueden aprender mucho más, tanto para su bien como para mal.
Esa relación está presente en las apologías modernas y falaces de ella. Nadie defiende la familia si no es como parte de una visión política y de lo natural. La cuestión central (eros y lo político, en juego con lo privado) hace presencia en los tropiezos de intolerancia, de desesperación, pesimismo, y falso optimismo. La familia de padres gay, por ejemplo, sería antinatural si la base sexual de la reproducción fuera lo definitivo del bienestar familiar, asi como del fin de tener familia, lo cual ninguno de los defensores “religiosos” de la familia estaría dispuesto a defender una vez se den cuenta de la contradicción entre el “afecto” natural y la cuestión reproductiva. Las personas del mismo género no pueden reproducirse sexualmente, eso es claro; y la familia tampoco es del todo una reproducción espiritual, al menos no en los términos que se piensa con comodidad al afirmar que la homosexualidad es algo que se aprende. Aquí debe ser más evidente la contradicción. Si el amor es una reproducción conductual, ¿dónde se halla el espíritu humano, el amor que debe ser enseñado? Queda la sexualidad, el pragmatismo. La educación moral es siempre sexual. Pero la naturaleza es más compleja. Nadie puede ir en contra de ella. Mucho menos el amor, que es una muestra clara de ella en el caso del hombre.
La utilidad de los hijos no se puede comparar con la de un contrato. Se pierde paz, sueño, dinero y tiempo. Se gana satisfacción en la presunción de sus logros, en la confianza de su éxito y en el logro de él. Sospecho que la utilidad real de la familia no es muy distinta, agregando los placeres que nacen de la vida conyugal (que para muchos se pagan con otros inconvenientes). En la posible ambigüedad sobre su naturaleza entran los argumentos de la dictadura, ilustrados para siempre de manera exacta por Platón: las familias adoctrinadas, las escuelas públicas sirven para guiar a Eros a voluntad de la única ley. Es el mismo principio en contra de la homosexualidad, perseguida por ser una enfermedad, una desviación del amor. No hay “papeles obligatorios” para la mujer, aunque sí lugares políticos; los lugares de madre y esposa son elecciones en gran parte (uno puede ir sin el otro), pero eso no quiere decir que sea lo mejor o lo único que puedan hacer.  Aun el papel de madre puede -perdiendo mucho de su sentido- referirse sólo a la concepción, sin acabar con el misterio entero del nacimiento carnal y la vida, es decir, sin escoger la manipulación de la vida que es el aborto (que nunca es decisión solamente sobre el cuerpo). Si esos son sus papeles naturales (en el sentido de estar creadas para ellos), su lugar en la sociedad puede estar determinado por los mismos, pero no de manera necesaria. El celibato y la soltería son igual de ponderables que para un hombre, sin dejar de ser elecciones, modos de vivir que no nos quitan en nada lo político. El hombre o la mujer gay que no puede procrear no por ello renuncia a la opción de una familia: puede educar como padre y madre (aunque sea en sentido figurado y limitado, pues no tiene los dones de la carne femenina o masculina, según sea el caso). El deseo amoroso en los hijos, digan lo que digan, nunca obedece a los deseos de sus padres.

Eso no mengua la política en ningún sentido: sociedades sobran (nos consta) en donde se persigue la homosexualidad al defender lo familiar y se actúa con poco civismo. Por eso es comodidad y no verdad el sostener a la familia como el núcleo último de lo social. La evidencia familiar de mando y obediencia es lo que la hace funcionar, así como al ámbito de la práctica, en donde mando y obediencia se requiere hasta en las democracias (sobre todo en ellas). La naturalidad de la familia no se basa en la autoridad de un género: por eso requiere de una pareja, o de la multiplicación de una persona. No es cierto que la familia sea una costumbre: siempre es una elección. Incluso las señoritas inglesas (que vemos abnegadas) lo sabían, emocionándose ante esa noble aspiración; los dramas en torno a la suerte con los esposos y las proposiciones amorosas tienen parte de su gracia sutil en eso.


Tacitus

domingo, 9 de julio de 2017

El profeta



A veces podemos creer que entender la realidad es fácil, que el paso por la vida no tiene grandes complicaciones y todo lo que afirmemos sobre ella es tan fácil como emitir palabras. Pero ante un problema, algo cuya resolución exige salir de los rutinarios clichés, comenzamos a pensar, a intentar comprender nuestra situación; cómo empezamos a estar así, cómo llegamos al embrollo, nada nos resulta claro. Leer es algo semejante. Todo resulta confuso cuando no logramos entender lo escrito. Probamos de una manera, de otra, y el contenido sigue sin decirnos nada. Si suponemos que lo entendemos, parece que queremos acomodar lo leído a lo que nosotros queremos pensar sobre ello; es decir, le inventamos un significado, no pensamos mediante ello. Aceptar que así leemos es aceptar que nunca podremos interpretar. Por eso ninguna interpretación es infinita. Todo buen escrito habla de generalidades humanas que pueden hacernos pensar particularidades. El acto de interpretar es intentar recorrer ambos extremos; clarificarnos en su recorrido.

El poema El profeta, del autor ruso Alexander Pushkin, requiere de un tremendo esfuerzo para intentar entenderlo. Pero todos entendemos qué es estar atormentado por una sed espiritual, vagando sin rumbo, sin encontrar sentido a nuestras acciones, sin ser felices. El mundo, en sus aparentemente infinitas posibilidades, no nos llena; nos arrastramos enceguecidos por los destellos del falso éxito, por desiertos que no saciarán nuestra sed, que no nos darán felicidad. En tal situación, la aparición de un Serafín es milagrosa, de un ser bajo cuya presencia no sabemos qué somos. ¿Qué es un Serafín en nuestra errática vida?, ¿qué significa que tenga seis alas?, ¿simbolizará, cada ala, los seis días de la creación de Dios? Al menos sabemos que es el primer contacto del hombre sediento de espiritualidad, sediento de Dios, con Dios mismo, según el poeta. 

La hipótesis de que el Serafín nos refiere a la creación se refuerza si contemplamos que éste le abre los ojos al mortal. Desde ahí verá diferente. Ya no ve yermos desiertos; tampoco escuchará la monótona arena paseando a su lado, escucha el cielo creado en el primer día, a los ángeles, quizá creados junto con el cielo; escucha las aguas, hijas del segundo día de la creación y sus naturales creaturas, los peces; finalmente escucha cómo crecen las viñas en la tierra, las cuales fueron creadas el tercer día. El Serafín amonesta al mortal, le hace ver la riqueza de la creación de un modo que él medianamente, en su infinita ignorancia, puede comprender. El hombre sólo siente lo magnífico de la creación una vez que un ser divino se lo ha mostrado, una vez que sabe que Dios, en su infinito amor, ha creado todo eso. ¿Quiere decirnos el poeta que somos incapaces de entender la creación? O, más bien, ¿que toda comprensión atea de lo creado será siempre desértica, nunca nos satisfará, siempre nos dejará en el profundo abismo de la infelicidad? Gracias al Serafín, el hombre mira diferente.

Una vez que el hombre ha aprendido a contemplar la creación, quizá por primera vez, el Serafín condena su pecado, le hace ver que su razón era mal utilizada e insuficiente para lo que le espera. Por ello le da la razón del animal más astuto de la creación: la serpiente. Que su lengua sea bífida no es únicamente para que encaje adecuadamente con la descripción de la serpiente; quiere decir que la más grande inteligencia nos tienta, podemos decir la verdad o encubrirla, aparentar o ser sinceros, manipular o actuar bien. Intentando aminorar la tentación, le son arrancados los deseos humanos de manera violenta; ¿o nos querrá decir el poeta que el dolor de la culpa es tan intenso como si nos arrancarán el corazón y que sólo lo podemos sentir gracias a una intervención divina?, ¿los deseos, los malos deseos, tendrán como última parada un terrible y solitario dolor? Lo que sabemos es que el hombre ha vuelto a tener un cambio. En alguna medida sigue siendo humano, pero ha tenido un encuentro divino. ¿Ha muerto o ese encuentro ha dotado a su vida de una responsabilidad?

En lo que parece su peor momento, el hombre es levantado por Dios, Quien le ordena, pues Dios, así como levanta a un hombre sin corazón, ordena. El hombre deja de ser únicamente hombre para volverse un profeta, alguien que se ha vuelto sabio, pues ha mirado y escuchado a la Divinidad, le ha sido concedido el Don de la inteligencia, ha podido contemplar buena parte de la creación. Además, Dios lo llena de su voluntad, le sacia su sed espiritual. Y Dios le encomienda una misión, que el profeta, el contacto del hombre con la divinidad, vuelva felices a los hombres de la única manera en la que un hombre puede ser feliz: pensando la palabra de Dios.

"De sed espiritual atormentado
Por yermos desiertos me arrastraba
Hasta que un serafín de seis alas
Apareció ante mí en la encrucijada
Ligeros como un sueño
Sus dedos posó sobre mis ojos
Que se abrieron avizores
Cual los de un águila asustada;
Tocó entonces mis oídos
Colmándolos de sonidos y clamores:
Y escuché a los cielos estremecerse
Y el aleteo de los ángeles en lo alto
Y el discurrir de los peces bajo las aguas
Y el crecer de las viñas en los valles.
Inclinándose entonces sobre mi boca
¡Arrancó mi lengua pecadora, mentirosa y calumniadora
Y su mano ensangrentada
Entre mis labios entumecidos introdujo
Y me embutió la bífida lengua de la serpiente sabia!
¡Y con su espada mi pecho seccionó!
¡Y tras arrancar mi corazón palpitante
Tomó en su mano un ascua ardiente
Y en el espacio hueco la enterró!
Exánime yacía yo sobre la arena
Y Dios con su voz me ordenó:
“Levántate, profeta, mira y escucha
Empápate de mi voluntad,
Recorre los mares y la tierra
y con tu palabra prende los corazones”."

Fulladosa