Presentación

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domingo, 31 de enero de 2016

Grillos


                       
Grillos. Muchos grillos haciendo lo suyo, ese grito alado que sólo acaban de comprender los grillos, aquellos que esta madrugada se acumulan en el pórtico de tu casa.  Esa casa vieja de anuncio de avenida ¿cómo hiciste para conseguir esa casa? Pensar que casi dejabas la universidad cuando te subiste al caballo blanco. Piensas en tus años mozos mientras se te trastabillan los pies, mientras tu andar sigue la música que sólo entienden los borrachos, alargando los pasos, chocando con la banca, con el  buzón y con la mierda de Laika en tu intento por llegar a la puerta. Qué puto asco, lo menos que quiere un esposo ebrio que llega de gastar su plata en un bar con los compañeros del trabajo es limpiar la mierda de su mascota, no, no, no; uno está pensando en tirarse a la cama en el silencio más ninja posible y soportar esos 5 minutos en que el alcohol confunde las camas con las nubes. ¿La cosa no te va bien con (inserte el nombre de su mujer), cierto? Está claro que te gusta tentar la “suerte” si te vas de copas en plena mitad de semana. Seguro no le gustará. En fin, acaba de girar la llave ¿qué esperas? ¿Sabes lo idiota que te ves, con tu corbata mal acomodada, el cabello hecho jirones, el pantalón repleto de manchas de lodo y tratando de mantenerte en pie en el pórtico de tu casa a las tres de la mañana? Eres un ridículo, de verdad que no entiendo el humor de Dios, cómo se regodea con la agónica muerte de gente que no lo merece en países cuyos nombres no sabes y recompensa a la gente incorrecta cuyos nombres intuyes. Quizá no sea del todo injusto, quizá y sólo quizá. Eso es lo único que tienes en común con dios, que son un par de incomprendidos.
¿Notas algo raro? Exacto, es lo más cercano que has estado al silencio en toda tu vida. Con dos hijos, una esposa, un perro, un trabajo demandante y tu negación a aceptar que ya no eres un joven, es complicado saber qué es el silencio, todo eso requiere ruido, constante ruido. Hasta los grillos respetan el silencio de vez en cuando. Lo importante es que, aunque es un poco tarde, aprecies este silencio embriagador que hay en tu casa. Mírala, de noche es aún mejor, qué bella; tu mujer se esmera mucho, quizá demasiado en que la casa esté limpia. Todo reluciente, todo en su lugar aparentemente. ¿Por qué te sientes así? No finjas que no sabes a qué me refiero, después de todo soy un narrador omnisciente y sé de antemano lo que estás pensando. ¿Sabes que algo va mal, verdad?  ¿No te podría convencer de que es la presión del trabajo casi insostenible,  el miedo a qué pasará si tu mujer se despierta, peor, si tus hijos se despiertan, o quizá sea una pizca de moral que apareció milagrosamente entre el mar de licores que revolean tu organismo? Todo se ve tan oscuro, deberías prender la luz, el encendedor al menos. Mejor no: La luz convoca sombras. ¿Por qué recorres la casa, qué esperas encontrar? Vete a dormir, te lo pido como amigos. Ya has revisado todo el primer piso. ¿Por qué la puerta del sótano no la abres?  Todavía estás a tiempo, sólo mueve tu culo por las escaleras, atraviesa el pasillo con los cuartos de los niños, llega a tu cuarto y… ¿qué fue eso? Vale, está bien, definitivamente algo está mal. Hace frío. Yo creo que deberías ir a ver a los niños, recuerda agarrar el bate de béisbol  contigo, si algo está mal definitivamente es un ladrón, un cualquier hijo de puta que se ha querido meter a tu casa, el muy cabrón. El bate le dará su merecido, anda, sube, sólo no golpees el primer bulto que veas, no quiero que mates a tu esposa o alguno de tus hijos. ¿Tienes una hermosa familia, sabes? El verte tan decidido con un bate en la mano, ocultando que te estás cagando de miedo es encomiable ciertamente. ¡¿ Demonios qué fue eso?! Ahhh, tranquilo, no fue más que un montón de libros cayendo sin ninguna razón en medio de la noche. ¡Ya que se callen esos grillos! Qué bueno que leas buena literatura. A mí también me gusta. ¿Por qué se cayeron? Olvídalo, no hay tiempo: los niños, tu mujer. Cada paso que das resuena en la madera de una manera muy tétrica, lo sé, es extraño, todos estos años jamás te habías percatado que hacía ese ruido, es todo. No te sugestiones. Gran parte del terror está dentro de tu cabeza. El ambiente está pesado y es como si el aire ralentizara tus pasos. Es un buen momento para que se te disipe el alcohol, bien ahí eh. Al menos si hay alguien en la casa tendrás mejores reflejos para defender a tu familia.
La puerta de los niños está entre abierta. Pésima señal, te aferras con más fuerza al bate, aceleras el paso al ritmo de tu corazón. Todo está demasiado tranquilo, los niños duermen, incluso sonríen. Como el padre tierno que eres rozas sus cabellos con la mano.  Se escucha otra vez un ruido extraño, viene del sótano. La única puerta que no te atreviste a abrir en el piso de abajo. Una especie de lamento agonizante, por favor no bajes ¡ve a ver a tu mujer, por dios! Por fin me haces caso, también su puerta está abierta. La abres con miedo, lentamente, la madera chirría y la puerta cede imagen a tu cama y a tu mujer cubierta en cobijas y en un sueño profundo, quizá demasiado. ¿Está respirando?
Sí, vaya que respira, lentamente, se ve tan hermosa.  Acaricias su cabello, te reconoce, susurra tu nombre en sus sueños. Están bien, quizá no ha sido nada, quizá el alcohol no se te bajó y por eso has estado tan paranoico, todo está bien ¿lo ves? El mundo no es un lugar tan malo como crees, hay muchas cosas que valen la pena, como esa linda familia que tienes, ese trabajo demandante pero bien remunerado, esos libros tirados en un pasillo de tu casa, tus amigos, las cosas que has visto, que sabes, todo eso que conforma tu existencia, tan insignificante para el universo pero tan valiosa para ti y las personas que te conocen.
De nuevo suena ese ruido. Un lamento que resuena en todas las paredes de la casa, como si la casa misma lo estuviera emitiendo, se va apagando hasta que sólo se escucha debajo de la escalera. Al lamento le sigue el más profundo silencio, después los grillos. Esos malditos grillos, hoy, ayer y siempre.  El lamento sólo tú lo has escuchado aparentemente, ese sonido espeluznante que te aterriza en la realidad, que te hace ver que también existe el mal. Quizá Dios tenga un gran sentido del humor después de todo.
Bajas con celeridad y decisión, ya sin tropezar el andar y con la seguridad del hombre que acaba de ver su vida reivindicada, abres con decisión la puerta del sótano y te das cuenta que la espesura que rodeaba tu casa no era oscuridad, que lo que sale del sótano (y se empieza a apoderar de tu sala, tu cocina todo tu primer piso y más tarde el segundo) es la verdadera oscuridad. El negro más puro que jamás has visto se desborda por la puerta con el gruñido feroz de un animal liberado. Tras el aullido aparece una luz en el sótano, es una vela que se enciende sola. Y tú, tan sensato como eres vas a apagarla, cada escalón hacia el sótano tienes más miedo, más y más miedo, pero eres irreductible, apagarás la vela aún si la vida se te fuera en ello. Llegas a la vela, la única luz que hay en toda la casa, en un sótano y tú vas y la quieres apagar.  ¿Qué te dije de las sombras? Es muy tarde, la sombra está detrás de ti, sonriendo. Toma tu cabeza y rompe tu cuello en un instante y arrastra tu cuerpo a la oscuridad de la que nunca saldrá.  La sombra…sonríe. Ya no se lamenta, sonríe. Toma tu forma. Tomo tu forma, tu cuerpo. Tu sonrisa. Tomo tu familia, tu esposa, tus dos hijos, tu casa, tu empleo, tu auto, tu perro, tus amigos, tus gustos y tus problemas, lo que sabes y lo que ignoras: dejo la pavorosa omnisciencia. Apago la vela, apago tu existencia, subo los escalones cada vez con menos miedo, cierro el sótano para siempre y me voy a dormir a mi cuarto, en mi cama,  con mi mujer. Ni los grillos impedirán mi sueño.

                                                                         

viernes, 29 de enero de 2016

Sencillez vs Narcisismo y violencia

Sencillez vs Narcisismo y violencia
México está a punto de recibir la visita del Papa Francisco. Hombre que ha sido calificado como humilde, enérgico y controvertido. Su primer encíclica estuvo dedicada al cuidado de “nuestra casa común”. En esta primer carta da entender que como creaturas de Dios el hombre guarda una estrecha hermandad con todo lo creado. Reiterativo, sí, pero que pone en tela de juicio, una vez más, la posibilidad de acción del hombre. Sabiéndose creatura, ¿cómo y para qué ha de actuar el hombre? Él dice que amando todo lo creado, sólo así se evitan las injusticias. Porque una de las conclusiones que se pueden entrever en la carta es que justicia sin amor es lo que posibilita el derroche de los recursos del planeta, el abuso a todo lo creado, la violencia, la corrupción, la esclavitud sexual y la impunidad, sin dejar de mencionar la guerra.
     Cuando llegue a  México quizá vea con tristeza que o no quisimos atender su llamado, o que no lo entendimos. Yo creo que es más bien lo primero. No estamos acostumbrados a que nos hablen con la energía con que el Papa condena lo “apestoso de la corrupción” en Nápoles, Italia. Ninguno de nosotros está acostumbrado a que nos revelen algo de nuestro ser, de nuestro actuar. Y es que es más fácil inventarnos nuestra felicidad que ver nuestros males, o disfrazar éstos de bondades. ¿Vamos a distorsionar todo lo que diga? Lo digo porque pidiendo el Papa algo sencillo para ser recibido se están haciendo preparativos fastuosos. Él pedía sencillez y nosotros le daremos Show, esto sin contar la destrucción del manglar de Tajamar en Quintana Roo, los desaparecidos de hace un año junto a los recientes, y la creciente violencia política en Guerrero. Pero volviendo al tema, no se me ocurre dónde, en todo el orbe, no se haga un espectáculo ante tal acontecimiento. Estamos tan acostumbrados a construirnos una identidad, que por eso el letargo del espejismo virtual es más pesado que cualquier palabra ligera de narcisismo (piénsese la oportunidad que verán los políticos, sobre todo los posibles precandidatos, así como los likes que cualquier particular puede obtener). Y es que es interesante saber cuál es hoy día  la actitud del mexicano, del hombre en general, cuando es visitado por el representante de la Iglesia. Entre la visita papal y el super bowl cincuenta no hay mucha diferencia, los dos son espectáculos de febrero, sólo que en uno no habrá medio tiempo.
     La sencillez de Francisco se enfrenta así a la espesura de las construcciones banales. La casa común de la que habla él es un asunto que puede ser compartido en el muro de otro o retuiteado por cada uno, pero nunca en comunión. Él viene con sencillez, nosotros los recibimos con narcisismo y violencia.

Javel

jueves, 28 de enero de 2016

¡Un gran puñado!

“Hombres, amaos los unos a los otros” ¿quién lo dijo? ¿Qué mandamiento es éste? El péndulo sigue en su tic-tac insensible, despiadado. Las dos de la madrugada. Sus zapatitos están junto a su camita como si la esperasen… No, realmente, cuando se la lleven mañana, ¿qué será de mí?
“La mansa” Dostoyevsky

           Todos hablan del amor y, sin embargo, parece que nadie lo conoce. Se parte del ideal de que el amor es lo mejor que le podrá suceder a los hombres. Pero ¿cómo reaccionaríamos ante la situación donde el amor ha sido el causante de que el ser amado decida terminar con su existencia? Generalmente sucede lo contrario, es decir, el amante al no encontrar correspondencia, decide volarse la tapa de los sesos. Prescindiendo de todo lo que se pueda decir al respecto y, de esta situación, lo sorprendente es darse cuenta de la envergadura del amor. Y es aquí donde éste deja de ser ese ideal con el que la mayoría se casa. Pues en situaciones donde el amor acaba con la existencia, hay que reconsiderar qué tan aceptable es eso de que “es lo mejor que le puede suceder a los hombres”.
            Puede quedarse convencido de que el amor no destruye, pero si esto fuese así, por qué la opinión, en su mayoría, se reduce a que el amor se remite a las vivencias de experiencias que dañan. Regularmente, se hace mayor mención de los malos estragos. Y entre tantos comentarios y experiencias, se teje una maraña donde el amor es un ideal fantástico, carente de realidad, del que sólo los poetas creen y permanece encerrado en las páginas de los libros. Y por este falso convencimiento, el amor es algo ajeno que no existe en esta “nueva realidad”. No causa sorpresa que la mayoría de los, aparentemente enamorados, regresen a casa con lágrimas y, no con una sonrisa. Y que sean más los momentos desagradables que los favorables.
            Sin embargo, el contraste con ello son aquellas situaciones donde el amor aterra, tanto que lleva al amado a aventarse de un precipicio. Y, no obstante, se da cuenta que finalmente el amor sigue apareciendo como dañino. Pese a todos los esfuerzos que se haga, ese ser sigue atormentado y poseído por un delirio que consiste en no poder corresponder con el ideal que el amante ha inaugurado. Toda esa divinidad que el amante infunde en su amado, despierta el deseo de salir huyendo, por parte del amado, para no causar un mayor daño al desilusionarle.

Son tantos sueños que parecen serle ajenos, tantas esperanzas depositadas en ella que parecen describir a otra persona, tanto así que se ha dado cuenta de que no es ella a quién él ama. Es mayor el miedo que el amor y, esto la ha impulsado a suspender en el aire su existencia. Ha depositado sus sueños y posibles esperanzas en el lugar donde comienza la vida, pero también donde termina. Ella ha teñido su final en “un puñado” rojo, mismo puñado que es un balde de agua fría y, por el resto de sus días  atormentará la existencia del prestamista. Ella ya no está y, el reloj no deja de recordarle lo tarde que llegó. Los muros le oprimen el corazón. Y la ausencia le reclama lo mucho que la amó, pero también el daño que le causó. La soledad lo comienza a convencer de que él mató a “La mansa”.  Y curioso final es que siendo él prestamista, jamás devolverá lo que nunca le perteneció. 

miércoles, 27 de enero de 2016

Soledad

Mira acá, ésta es mi sala favorita. No podría traerte y no mostrarte esto. Ésa del fondo me parece la pintura más interesante de todo el recinto. Cuando en las noches no tengo nada qué hacer, contemplo los diversos cuadros que hay por aquí, pero ése siempre ha sido el que más me gusta mirar. Yo no sé interpretar los cuadros como hacen los críticos, pero me he fijado mucho en los detalles de este lienzo. Ya desde el primer vistazo es impresionante, pero cuando vas reconociendo cada parte se va volviendo muy sugerente, así lo considero, creo que te deja pensando. Tal vez es que me identifico con los personajes o que me atrapan sus expresiones tan vivas.
        Allí, en las esquinas superiores, entre la penumbra se alcanzan a ver, muy tenues, los detalles de las paredes y el techo de la habitación. ¿Los ves? Le dan un aire de cierto lujo, pero a la vez resultan un tanto lúgubres y anticuados. Parece una habitación amplia. Aunque sólo se alcanza a ver una parte mínima en el encuadre. ¿Ves cómo en el fondo del cuadro aparecen las siluetas de algunos muebles: un par de sillas de madera en el centro, una mesita con una lámpara de pantalla cónica que se encuentra apagada en el lado izquierdo, un fonógrafo arrinconado a la derecha y, a la izquierda de este último, un bonito sillón acolchonado? Yo creo que es una sala de estudio.
       Apenas comenzando a descender desde el borde superior del cuadro, la mirada se topa con una lámpara de escritorio cuyo delgado soporte se alarga por el lado derecho de la pieza casi hasta el borde inferior del lienzo, terminando en una base circular —que la perspectiva del dibujo la hace aparecer como un óvalo broncíneo con algunos relieves que producen pequeños destellos a lo largo de su orilla. Ésta es la única fuente de luz que aparece en la escena, ¿lo notas? Todas las demás figuras deben su apariencia a la radiante luz de ese objeto que, sin embargo, ilumina principalmente las cosas que le quedan debajo. Debajo de esa lámpara aparecen los objetos más definidos: los rostros de los personajes, las manos del que se encuentra a la izquierda y el cuaderno que éstas sostienen y la superficie del escritorio, que se extiende por casi toda la parte inferior de la pintura y sobre la que reposa la base de la lámpara. Todos estos objetos muestran un contraste muy marcado entre luz y oscuridad, lo cual les proporciona unas sombras muy nítidas y acentúa fuertemente las expresiones faciales de los personajes, exaltando en ellos una aparente melancolía.
      Como puedes apreciar, hay dos personajes en la escena. El que se encuentra colocado de perfil en el lado izquierdo del cuadro, como si estuviese sentado ante el escritorio —si bien la parte inferior de su torso se pierde en la sobra por privarlo de luz el escritorio, que queda a su derecha— parece ser el propietario del cuaderno y autor de las líneas que en éste último se hayan escritas y que nos resultan legibles gracias a la truqueada perspectiva en que se haya dibujada la figura de ese artefacto. Siempre me he preguntado si lleva algún pañuelo doblado en el bolsillo de su saco gris, pues, como ves, el saco aparece abierto, exponiendo el chaleco y la corbata del hombre, y debido a ello no es posible ver el bolsillo; por alguna razón, cuando estoy mirando la pintura suelo imaginarme que si el hombre se levantara y girara mostraría la esquina de un pañuelo blanco asomando por la ranura de ese supuesto bolsillo —no sé si lo imagino así porque el otro personaje sí muestra un pañuelo blanco en el bolsillo de su saco azul. Mira sus ojos decaídos que apuntan a la página del libro, su frente y entrecejo que se hayan fruncidos, más en actitud de tristeza que de enojo, y su boca entreabierta, como si estuviese recitando sombríamente para el otro esas líneas:

La angustia humana ante la soledad reside en el reconocimiento de que sólo parecemos ser necesarios para los demás humanos y sólo con ellos y en ellos podríamos encontrar nuestro propio sentido. El dolor de soledad es no saberse necesario ni relevante para nadie, es enfrentarse al modo más crudo de la efimeridad de la propia vida.
Pero ahora veamos a su compañero, que se encuentra detrás del escritorio en la parte central de la composición, aunque un poco cargado hacia la derecha de la misma. Parece estar de pie, apreciamos la parte frontal de su cuerpo, aunque la parte inferior está bloqueada por la imagen del escritorio, sobre el que se recarga con sus manos al inclinarse para aproximarse al rostro del otro personaje. Si bien muestra algo de consternación por las palabras de su amigo, parece mucho más tenaz y mira fijamente el rostro de su amigo con los ojos bien abiertos, con una expresión más bien inquisitiva —¿lo notas?— como preguntándole “¿Y eso es todo? ¿No hay nada más detrás de las personas en quienes encontramos nuestro propio sentido?”

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L. Pulpdam

lunes, 25 de enero de 2016

Tejiendo vidas

Los días que transcurren. Llevan su propio ritmo. Algunas veces demasiado lentos, otros tan rápidos que no notamos su ir y venir, y los cambios que traen consigo  hasta que nos detenemos,  y nos obligamos a observar lo que nos rodea. Rapidez, tranquilidad, armonía, definiciones que podemos aplicar a los días de nuestra vida… Así como los días llevan su ritmo, también las vivencias que forjamos entre hombres, tienen su propia tonalidad.
En la vida conocemos y nos familiarizamos con muchas personas, algunas de ellas, en un segundo se convierten en personas importantes. Se vuelven especiales. Con otras la unión, se da más lentamente, requiere mayor esfuerzo, pero aún así se logra establecer un vínculo. Un día cualquiera nos percatamos de la existencia de una persona, y ella se vuelve parte de nuestra vida. Puede convertirse en un amigo, un conocido, alguien que admiramos o amamos. El vínculo se ha establecido. Su existencia comienza ser  importante.
El poder mantener los vínculos, cuando la persona ya es importante, parece ser la tarea más difícil. El ir y venir de los días, nos alejan de esas personas importantes. Y en muchas ocasiones cuando nos detenemos para buscar a ese alguien especial, ya es tarde.  Entonces nos preguntamos en qué momento inicio todo y en qué momento el vínculo se rompió sin que se pudiera hacer nada… Y en uno de esos, tranquilos y melancólicos, días, sin más, nos sumergimos en lo profundo de nuestros recuerdos. Nos damos la oportunidad de revivir aquellos vínculos que hemos perdido, y aquellos días que fueron y son importantes, en nuestra vida. Recordamos cómo personas especiales han ido tejiendo nuestra vida, nuestra realidad y el rumbo de nuestros sueños.

Un vínculo es un hilo fino, del que muchas veces nos percatamos, sólo cuando la persona se ha ido.

Sarasvati

En vilo

En vilo
La visita papal en puerta nos intriga y, a muchos, nos emociona cándidamente. Las actitudes públicas que ha mostrado, incluyendo su encíclica, no han sido del todo comentadas por la opinión pública, o no como podría hacerse. Los detractores no pueden sentir su ataque sin un dejo de ambigüedad, por llamarle algunos un “Papa progre”, por su defensa de posturas que consideran contrarias a la dogmática de la Iglesia. Otra parte prefiere el silencio. Pero la visita no sólo debe ser entendida a la luz de las turbulencias políticas, por más que, inevitablemente, una visita papal siempre tenga fines políticos.
No debe entenderse así, porque los fines políticos no se entienden en su totalidad si desvinculamos el mensaje misionero de Francisco del principio evangélico mismo de una misión: las virtudes cristianas, y la buena vida a la luz de la idea del prójimo. Todo el morbo de los medios que se alimenta por el misterio de lo que sucede podrá dar materia de especulación, pero nunca nos hará entender y saber qué podemos esperar de su visita, dejándonos con la duda incluso después de la partida del Santo Padre.
Tildar a un papa de progre puede ayudar mucho en el discurso público, como lo muestra la aprobación en las redes sociales que tuvo la visita papal a E.E.U.U., pero nos deja con el problema de separar la posibilidad de entender su mensaje como auténticamente católico. Lo cual quiere decir que seguiríamos estancados en pensar la violencia, la homosexualidad, la paz y la política como temas hacia los que Francisco quiere abrir el pensamiento y la razón cristiana, como lo ha demostrado con sus mensajes públicos y su valentía civil. Salvar ese abismo podría hacer que algunos despertaran de la fantasía moderna, y brindar a los que batallan en el frente contrario una causa por la cual repensar a un enemigo que creían muerto, y que, según él, es vano el esfuerzo por considerarlo como enemigo.
El rencor anida con facilidad en un corazón; sobre todo en nuestros tiempos, como nos consta. La visita a uno de los países con cifras más católicas no debe hacernos halago, aunque tampoco arrancarnos la esperanza. Notoriamente, y en la superficie, las sedes escogidas para la visita reflejan una preocupación por abrirnos los ojos hacia el pan nuestro de cada día, nombre que damos a la violencia desatada por la inutilidad de la política y por el imperio del narco; pero en el fondo encubren también un problema que nos pesa discutir: el significado de una comunidad política, más allá de las diferencias que no nos agradan. Ligados están los temas; lo están de manera profunda, pues la violencia es la herida jamás suturada por la que mana la sangre de nuestros fracasos morales.
Sajada la herida, es importante que reconozcamos el dolor en ella, pues sin tal reconocimiento las goteras de sangre seguirán marcando el rumbo de un sinsentido. Son esas heridas las que quizá puedan entenderse mejor si las comparamos con las heridas del sacrificio. Las fracturas, como bien se verá, no se podrán sanear con la ira que generan, y creo que eso será parte central del mensaje papal. La ira y la admiración por el crimen son síntomas de las heridas que menciono. Aunque recobrar el sentido de una comunidad lleve más tiempo de lo que quisiéramos, sin sentir y entender lo común en lo bueno es imposible retomar el rumbo. El ejemplo de la valentía que no pierde la prudencia al ir a la zona de guerra, para aliviar al herido, debe ser contrapuesto a la insignia de lo que comúnmente entendemos por valentía: el hombre que todo lo puede, por cualquier medio.

La desigualdad entendida a la luz de la misericordia. Entender la pobreza de otro modo, más allá de su lugar en la escala económica. Es ésta la venda que hay que retirar de nuestras miradas. Hasta ahora, los medios le han favorecido a Francisco. Falta estar atento si eso sirve para entender el problema que, por lo que veo, los medios que lo han favorecido de tal modo pocas veces saben manejar de manera acertada. Quien entiende lo humano que hay en la pobreza, cerca estará de ver al misionero como hombre de paz, no sólo como diplomático. El sentido político que tanto se discute no es de mucha ayuda sin el mensaje político del cristianismo; y ése, aunque nos cueste admitirlo, requiere del perdón para la buena voluntad. Sólo a partir de ello pueden brotar los demás frutos de la fe. La llegada de Francisco viene a conmovernos ante la desolación que la mentira del progreso ha sembrado en nuestras almas.


Tacitus

domingo, 24 de enero de 2016

Viendo zombis



Después de haber estudiado horas enteras frente a la computadora, quise descansar un poco mis sensibles ojos (por no decir inútiles) de la luz artificial. Me senté en un sillón de mi sala (testigo de tantas horas enteras de sueño profundo); me sumergía en un sopor donde no era consciente de estar despierto o dormido, era como caer sin moverme. Entonces me cayó una mano (pensé que se trataba de un sueño), pero vi a mi hermano y su brazo cubriéndome e inmediatamente desperté con un sobresalto; el reía alegremente, gozando de haber robado mi descanso. Dijo que quería ver una película, algo de espantos o de zombis, para reír un poco más; yo le dije maquinalmente “sí”, para que me dejara de molestar. Prendió la televisión y con ella mi mal humor aumentó. Sin embargo, a media película, del mal humor salté a la indignación; hacia el final todo el enojo se había volcado en tristeza. Mi sonriente hermano me preguntó: “¿te dio asco la película o por qué la miraste con cara comprimida?” Pensativo y cabizbajo le respondí: “Antes creía que las películas de espantos, principalmente las de zombis, eran hechas simplemente para entretener a la gente. Ahora comprendo un aspecto más profundo de ellas.” La respuesta consternó a mi hermano y me pidió una mayor explicación. “Mira, le dije, en un ambiente de paz, donde la vida transcurre con normalidad, un error humano hace proliferar la violencia; algunos intentan contrarrestarla, promoviendo la unidad humana y la justicia. Los zombis son aquellos que, como los delincuentes, se arman de ideas falsas sobre los hombres y, basándose en ellas, los van destruyendo paulatinamente, con precisión y casi sin culpa; también puedes pensar, a los zombis, como los torturadores que son asquerosamente violentos. Dicho sucintamente: las ideas falsas sobre el hombre, los errores humanos, justifican la violencia. Ante ello son pocos los que atacan a los zombis, los justos y las buenas personas; los restantes sólo quieren sobrevivir. Los productores y directores de esas películas son conscientes de la violencia humana y nos advierten sobre ella. Prueba de su inteligencia es que venden entretenimiento, para no meterse en problemas con los violentos, cuando su principal objetivo es promover la justicia.” Mi hermano tomó seriamente el inicio de mi discurso, pero enseguida volvió a reír y me contestó: “tu alocada interpretación tiene un error: todos gozamos con esas películas; nadie las ve buscando ejemplos de excelencia humana. Deja de leer tantas noticias, hermanito.” Inmediatamente contesté: “el error no es mío, sino de quienes eluden la realidad, prefieren el espectáculo, y la violencia les resulta un entretenimiento más.”

Fulladosa