Presentación

Presentación

lunes, 30 de noviembre de 2020

Tengo

 

Tengo una casa chica,

una calle grande y una puerta abierta.

Tengo una voz que grita,

una lengua negra y una boca muerta. 

Y tengo una decisión,

un paso no dado, una nueva vida. 


Tengo lo que todos tienen. 

Vengo de 'onde todos vienen.

Tengo lo que nadie quiere. 

Voy donde todo muere. 


Tengo una cama ruda,

un sueño cargado y un descanso quieto.

Tengo una canción muda,

una melodía sin voz ni instrumento. 

Y tengo la desesperanza

de un paso sin rumbo que pisa y no avanza. 


Tengo lo que a todos daña.

Vengo de una tierra extraña.

Tengo lo que nadie quiere. 

Voy dónde todo muere. 


Glauco

viernes, 27 de noviembre de 2020

La mano del diez


Dos pilares sostienen la elegancia

de una técnica propia de los cielos,

conducen una esfera por los suelos

regando todo el campo de arrogancia. 


El pibe, la arrogancia y los pilares

son uno solo aunque parezcan tres.

Se unen en el símbolo del diez

y viven en los gritos de millares. 


Con unos límites de nieve blanca

el pibe se conduce por la cancha 

a veces muy delgada, a veces ancha. 


Es su talento una mentira franca. 

Y en sus pilares que son sólo dos

tiene sustento la mano de dios. 


Glauco

jueves, 26 de noviembre de 2020

Y vino

 

Cuando conocí a Jesús

no deseaba conocerlo. 

Caminaba sin su luz

y en la luz no podía verlo. 


No sabía que me hacía falta

ni quería que me sobrara. 

No quería una cruz tan alta

que en la sombra me dejara. 


Yo no pedí que viniera,

ni busque su compañía.

Yo estaba bien allá afuera

sin una cruz en mi vía. 


Y vino. 

Vino a complicarlo todo,

a cambiar agua por vino,

a llenar ojos de lodo.


Y vino. 

Vino a arruinarme la suerte,

a deshacer el destino,

a arrancarme de la muerte. 


Y ahora que sé quién es

puedo mirarlo a los ojos

y decirle que es mal juez;

nos condenó a ser rastrojos. 


Su luz me ha dejado ciego.

Ya no miro ni deseo.

Todo se consume en ruego

por las cosas que no veo. 


Dió una cruz a mi espaldar,

y ahora le puedo decir

que no la quería cargar,

que así no quiero vivir. 


Y vino. 

Vino a quitarme ese peso,

a ponerme en el camino

por donde iba al comienzo. 


Y vino. 

Vino a cambiar mi moneda,

a hacer mi nicho barcino,

a ponerme una barreda. 


Y vino. 

Y no sé cuándo se vaya.


Glauco

miércoles, 25 de noviembre de 2020

La selva

 

Tuyas las gotas, las hojas,

la tierra y los nubarrones.

Tuyos tigres y leones,

abejas y hormigas rojas.

En ti la selva se aloja

y te convierte en salvaje.

Te cubre con el ropaje

del calor y la humedad.

Todo en ti es sexualidad.

Tuyo es todo lo del faje. 


Derrites en la mejilla

el sudor de tu interior;

en tus gotas de sudor

escurre la maravilla

de tu centro hasta la orilla. 

El follaje de tu piel

padece la herida cruel

de la caricia violenta

y hacia adelante se avienta

haciendo un nuevo recel. 


Desgarras espalda y pecho

con unos cuantos zarpazos.

Encierras entre tus brazos,

entre tu pecho y el lecho,

un desgarramiento arrecho. 

Acaricias con tal hambre

que tus manos son enjambre

en una tarde de enero;

tus manos son hormiguero,

son caricia hecha de estambre. 


Nace en ti la ley antigua

donde el fuerte es vencedor.

En ti se enciende un amor

que la violencia santigua.

La sexualidad ambigua

es en ti la seducción,

la paz y la perdición.

Eres la calma perdida.

Eres la selva encendida.

Eres salvaje pasión. 


Glauco

martes, 24 de noviembre de 2020

El socarrón

 

Un hombre que platicaba

de todo cuanto podía,

tener dos bocas quería

porque su palabra brava

hasta consigo peleaba. 

Si decía rojo, era azul,

si era franela, era tul,

si decía mal, era bien

y si decía bien también.

Era un completo gandul.


Conocía algo de Platón

y también algo de Arriano.

De la biblia echaba mano

como quien tiene razón.

Era un tipo socarrón.

Este curioso muchacho

se acercaba al populacho

para capturar su acento

cantado y algo violento,

aprendiendo a hablar tatacho. 


El albur era lo suyo,

nadie le prestaba nada

a su boca mal hablada.

Se paraba con orgullo

justo en medio del barullo

de tantas voces y labios. 

Lo mismo los hombres sabios

huían de lo que decía,

sabían que lo que sabía

les estamparía un resabio. 


La cultura popular

era para él alimento.

Era un niño en crecimiento

con ganas de saborear

y con más ganas de hablar.

Sabía sobre Don Corleone,

del cine de Sergio Leone,

la danza de Nuréyev,

el viejo ballet de Kiev

y algo de Ennio Morricone.


Lo mismo hablaba del clima

que del cielo y el infierno.

Hablaba más en invierno

que el año llega a la cima

y el tiempo se desestima,

porque hablar era su vida,

su llegada y su partida. 

Hablar era para él

su compañera más fiel.

Iba dentro de su boca.

Se guardaba como roca.

Le daba sabor de miel.


Él no conocía el vacío

de hablar sin ser escuchado,

pues lo, por él, pronunciado

sonaba lleno de brío.

Sus palabras eran río

sin un sentido preciso. 

Al hablar él siempre quiso

que el río fuera muy bonito,

pero no fue más que un grito

que su sinrazón deshizo. 


Glauco

lunes, 23 de noviembre de 2020

El flujo

 

He visto versos que fluyen

como las aguas de un río

y van a dar a la mar

que llamamos realidad,

haciendo del hombre vivo

una poesía universal. 


El poema de la sangre,

del aroma, de la miel,

fluye por la eternidad

de nuestra especie animal,

hecha de rayos y piel,

de fe y ganas de cantar. 


Cantan los versos cantantes

de la vida cotidiana.

Una canción sin final

y un ritmo del más allá

se posan en la garganta

del que le canta a la mar. 


He visto versos que rompen

en la marea del sentido

y van hacia la verdad

que se mira universal.

Van y regresan al río

para volver a empezar. 


Glauco

viernes, 20 de noviembre de 2020

La nada es la casa

 

Somos los testigos de lo nunca visto:

el mal en lo bueno, el manso feroz.

Somos los humanos y hablamos con Dios

gracias a Dios hijo, hombre Jesucristo. 


Ordena los cielos. Ordena los mares.

El hombre no sabe hacer distinciones

entre las espumas y los nubarrones,

tampoco distingue dichas de pesares. 


Pone al elegido cerca del tirano,

y pone al pecado junto a la virtud, 

porque somos uno y una multitud. 


Entre Dios y el hombre hay sólo una mano.

La atraviesa un clavo y en el hoyo pasa

quien no tiene nada pero tiene casa. 


Glauco

jueves, 19 de noviembre de 2020

La señora

 

Cuentan que hubo uno señora

que se quedó sin marido

porque antes hubo perdido

la razón ordenadora.

Platicaba a toda hora

sobre su perfecto esposo,

lo cual era vergonzoso

para el esposo real. 

Él se lo tomó tan mal

que se marchó presuroso.


La señora se decía

que su pobre esposo fiel

fue presa de Jezabel

que, envidiosa, le quería,

y doquiera la veía. 

Era blanca, era morena,

era aburrida, era amena,

era todas las vecinas;

todas eran asesinas

de su relación más plena. 


Sus hijos pronto notaron

que su madre no era ya

a quien llamaban mamá

y de ella se alejaron.

También sola la dejaron

porque, sin miedo a mentir,

¿quién se animaría a vivir

con quién no ve la verdad

entre sueño y realidad,

entre soñar y dormir?


Así el tiempo fue pasando

y ella no podía atinar

el son de su caminar,

no sabía cómo ni cuándo

marchaba o iba llegando. 

A veces iba desnuda

reclamando por ayuda,

pero la gente se asusta

al ver lo que no le gusta;

una mujer de alma ruda. 


Le daban medicamentos

para acomodar el mundo,

y segundo tras segundo,

ya ni rápidos ni lentos,

vivía mejores momentos. 

Pero no eran duraderos

los efectos placenteros

de las mágicas tabletas,

al ingerirlas completas

su mente quedaba en ceros. 


Poco a poco fue olvidada

en su pobre vecindario.

Todos la miraban diario

como quien mira la nada:

evitando la mirada. 

Esa mujer ya no llora,

ya no ruge, ya no añora,

ya sólo anda por ahí

aparentando que sí

sabe que ella es la señora. 


Glauco

miércoles, 18 de noviembre de 2020

La décima

 

Una décima: diez versos;

el primo, el cuarto y el quinto

son el marco del recinto

del tres y del dos inmersos,

son un universo inverso;

ocho sílabas; las rimas

son seis estando en la cima

y cuatro son corazón.

La décima es la razón

para que el ritmo se imprima. 


Glauco

martes, 17 de noviembre de 2020

Comezón

 

Cada vez que te apareces

remueves todo en mi ser.

Aunque no te puedo ver,

puedo sentir cómo creces

y poco a poco me escueces. 

Te calmo violentamente

con cinco espadas valientes

que estocan tu aparición,

malnacida comezón.

No te vas pero me mientes. 


Glauco

lunes, 16 de noviembre de 2020

El príncipe de la canción


En medio de mil voces la voz tuya

dotó de finas joyas al sonido.

En cuerpo y alma La voz ha nacido.

Su nacimiento al firmamento arrulla. 


Tu voz es el arrullo y la tormenta,

el trueno y el susurro, flor y lumbre. 

Es el talento nato grata cumbre;

es tu talento ruido que apacienta. 


Te siguen los violines y guitarras,

la orquesta toda junta te hace dios

cuando siente la vida de tu voz. 


La pena y los amores se desgarran

y adquieren en tu canto la realeza.

Ser príncipe del canto es tu proesa. 


Glauco

viernes, 13 de noviembre de 2020

Tengo un amor

 

Tengo un amor oculto en una caja.

Está entre una canción y entre una foto.

Está latiendo en un corazón roto

que en cada palpitar se resquebraja. 


Se mueve una canción entre mi alma

como la mar entre los continentes.

Se ve una foto entre la luz durmiente

como se ven las sombras de la palma. 


Tengo un amor. De amor está muriendo.

Tengo un amor y de amor sobrevive.

Tengo un amor. De amor oculto escribe. 


Se mueve una canción. Se va moviendo.

Se mueve mi sentir, mueve mi cuerpo.

Se mueve el corazón y pierde el tiempo. 


Glauco

jueves, 12 de noviembre de 2020

Se quema la tierra

 

Algún día verás la tierra

quemarse y cuando eso pase

más valdrá que ames la guerra.

La paz de la guerra nace.


Levanta tu brazo y tu arma

por la causa que te abraza.

Pierde la paz y la calma.

La derrota te da casa. 


Muérete junto a los tuyos,

los ajenos, hombres buenos.

Dale a tu muerte el orgullo

de dar un mundo sereno. 


¡Qué se quemen nuestras leyes!

¡Qué se quemen los que temen

cambiar esclavos por reyes!

¡Qué las desdichas se quemen! 


¡Qué se queme el que no lucha!

¡Qué se queme quien por paz

no está dispuesto a dar más!

¡Que muera quien sólo escucha!


Alguna día querrás justicia

y verás que adonde vas

no se llega con caricias,

sino con fuerza voraz. 


Es bélico el ser humano

y quien no quiera pelear

que se cercene la mano

pues no sabrá acariciar. 


La violencia es natural,

como es natural el llanto.

Llanto violento es real,

mermará nuestro quebranto. 


¡Qué se mueran los silencios!

¡Qué se mueran los distintos!

¡Que mueran los hombres necios

que rechazan sus instintos! 


¡Qué siempre muera la paz

porque La Verdad es guerra!

¡Qué venga el hambre mordaz

de ver quemarse la tierra! 


Glauco