Presentación

Presentación

viernes, 29 de abril de 2016

Pretexto para invitarlos a bailar

Extraños, me siento muy contenta. Esto debido a que coincidieron fechas muy buenas: la publicación en este lugar y el día internacional de la danza. ¡Sí! Hoy es el día de la danza y me emociona porque justo tengo el pretexto ideal para invitarlos a bailar toda la vida.

¡Anímense, levántense y bailen! No importa si están felices, tristes, melancólicos, ensimismados, fiesteros, enojados, hartos, enamorados, cachondos o lo que sea. Siempre existe algo que se adecua perfectamente a nuestro estado de ánimo. Con esto estoy diciendo que no sólo se baila lo tradicional (folclor, ballet, danza contemporánea, salsa, hawaiano y en general lo que se enseña en academias, talleres, fiestas o hasta tokines y conciertos) sino que se baila todo ritmo que nos produzca un sentimiento que nos impulse a movernos (el cantar de los pájaros, el correr del río, el ritmo de los pies al caminar, incluso el ritmo de las palabras que se muestra en la poesía).

Ya sé, ya sé. Esto último se lee muy "fumado" pero, ¿nunca han sentido la necesidad de moverse con una canción? Aunque sea mover el pie, los hombros o algún dedo de la mano. Es que de verdad pasa y lo he visto con muchas personas a mi alrededor. Pienso que realmente existe la necesidad de moverse al ritmo de una melodía. Entonces, si ampliamos un poco más nuestra idea de melodía, notaremos que en la naturaleza también existe esto. Tan sólo escuchen el corazón de alguien. De verdad lleva un ritmo, mueve algo dentro de nosotros que por lo menos nos hace sonreír y tararear los latidos en la mente. Y es que, para ser sincera, pienso que la danza es fundamental, aunque ya no se practique mucho por pena o por simple creencia a que, si no sabes bailar, no debes hacerlo. Tengo un conflicto con las personas que dicen ser troncos. Para todos ellos: ¡No lo son, sólo déjense llevar, ténganse confianza! No se trata nada más de bailar correctamente (siendo lo correcto lo que enseña una profesora de danza). Pienso que bailar no sólo se trata de acompañar a la música. Bailar es crear una armonía perfecta entre la melodía y tu, como bailarín. Es permitirle a tu cuerpo ser el intermedio entre la melodía y el movimiento físico, es la manifestación de la concordancia entre lo espiritual y lo material.

Pero bueno, tal vez no estén de acuerdo conmigo, tal vez me tiren de loca, y me digan que esa no es la definición de Aristóteles o de quién sea. Pero no me tomen mucho en serio, esto es lo que pienso hoy, en el día de la danza. A lo mejor es sólo emoción, o algo real (no sé si verdadero) que salió a partir de un movimiento físico y espiritual. No lo sé. Sólo los invito a que lo intenten. Un día que tengan la mejor disposición, que sientan que de verdad deban moverse, háganlo sin más. Bailen lo que sea, cualquier canción, cualquier ritmo o armonía, incluso bailen el silencio, háganlo desnudos o vestidos con ropa invernal, mínimo bailen los ojos pero bailen siempre (o por lo menos, siempre que lo necesiten, ¡no se repriman!).

La chica entre dos planos

jueves, 28 de abril de 2016

Ba.rro.co



El cíclico nacer de la estrella,
la mayor fuente de radiación electromagnética de este sistema
trae con él cataclismo flébil:
el occiso regolaje, cerúleo y débil.
Perecen los sueños decumbentes,
anuncian ecos de yacturas perennes.

Dos metros cuadrados de piel... 
morirán de frío los corpúsculos de Merkel.
Presente está la eflorescencia primera,
repugnante faz como pútrida primavera.
!Vaya peonada que fijaste para ver la luz!
Procrastinaste tu patógeno reino de pus.

Profusos remedios arcaicos:
inanes procesos apotropaicos. 
Los corpúsculos de Paccini enervados,
enrojecidos envidian a los anexos cutáneos.
¡Hiperqueratosis inusitada!
La asechanza de la pápula mira hinchada.

Maleficencia blanquecina 
eructas, hiedes y dañas cual mina.
Repugnante, te elevas pretenciosa
erguida hacia el cielo como mariposa.
Tu muerte cede el lugar a un oscuro cráter
Tu inminente regreso no invita a forjar el carácter.






miércoles, 27 de abril de 2016

Notas alrededor de las notas

*¿Escribimos cuando olvidamos u olvidamos cuando escribimos? Aunque parezca lo mismo, tiene una sutil diferencia. Ambas frases hablan de momentos distintos. En la primera nos sentimos amenazados porque perdamos eso que rememoramos, incluso cuando no hay mayor claridad en ello. Entonces decidimos grabarlo en un papel para tener una segunda opción a la memoria. Vemos que la memoria se toma como un otro grabado, como uno de cera, y el papel resulta otro medio para reforzarla. Por otro lado, si olvidamos cuando escribimos, nada asegura que los recuerdos tengan una consistencia sólida. Resultarían mudables y se desvanecerían haciendo que sus cenizas conformaran grafos sobre el papel. ¿Podríamos seguir llamando el recuerdo de una idea o imagen si la escribimos? ¿Dónde estaría la memoria ahí? La primera frase indicaría que ya estuvimos en ese sitio, queremos anotarlo para volver a visitarlo. El otro señalaría que no existe como tal ese lugar, el espejismo tendría mayor realidad cuando lo registramos.  

*A pesar de lo difícil de resolver esta cuestión, mínimamente observamos que las notas sirven para registrar. Por ejemplo, a partir de una lectura, marginalmente colocamos una nota para registrar algo que hayamos pensado. O un estudiante joven puede hacer anotar lo dictado en alguna conferencia o clase, al cabo en unos años estas notas pueden editarse si el profesor es célebre. Uno de los pioneros en esta clase de prácticas resulta Euclides, quien deslumbrado por la genialidad de Teeteto y Sócrates apunta la conversación que tuvieron cuando el primero fue casi un chaval. Tal vez nunca sabe por qué (Platón jamás lo explícita), pero considera importante la conversación. En su registro no quiere perder cualquier detalle, desea superar cualquier falla en la argumentación, tanto que Sócrates lo asiste en su afán quizá obsesivo. En una lectura superficial puede notarse las consecuencias de esta decisión. A diferencia del Banquete, por ejemplo, donde a oídas y casi anécdotico sabemos lo que sucedió en la fiesta de Agatón, en este diálogo presentado conoceremos muy poco en cuanto al ánimo y reacciones de los interlocutores (¿tendrá que ver que en el simposio se encomie a Eros?). Anotemos algo más: curioso que en este diálogo, caracterizado así, quien lo titula sea un experto en geometría y no muy hábil o diestro a la hora de la batalla. 

*Las notas pueden conformar una especie de mapa de una región conocida. Comprendidas así podrían verse como un auxilio para volver a visitar esa región. Pistas para que sigamos y lleguemos a un sitio. Si tienen un sentido, una línea que seguir, entonces debe tener un orden. Para cruzar por las montañas, no puede hacerse por una terreno difícil. Ni flotar con el viento para evitar la montaña. No hay atajos a menos que el mismo campo lo permita. En este sentido el recorrido está dispuesto para descubrirlo y seguirlo: existe un orden para superar las montañas. En un argumento esto puede verse con cierta facilidad. Las premisas y presupuestos conducen  a una conclusión, la notas puede ayudar a ver esta consecuencia. ¿Sucede lo mismo con los hechos de la vida diaria? No tanto, prueba de ello está en la diversidad de juicios y comprensiones ofrecidos por testigos y curiosos. Existe un orden que permite entender los hechos, como agente, motivos, circunstancias, etc. Sin embargo no todos lo entienden de igual modo. Las notas reflejarían ello. La sabiduría práctica haría ambigua e inciertas las anotaciones casi itinerarias y exactas. 

*¿En un impulso las cosas que se anotan?

martes, 26 de abril de 2016

JOUSKA

 Lo mejor hubiera sido escribir. Pero estoy falto de experiencias que valgan la pena ser contadas y estoy hastiado de las analogías inquietantes de vidas que corresponden sólo a una imaginación que pretende sustituir con el ensueño la parte que le pertenece a la vida. El gato se cuela entre mis piernas igual que la luz del sol que vacila entre las nubes. Como si las nubes dijeran algo que valiera la pena. Tal vez valen la pena, deberías verlas desde mi ventana. Me gustaría ir a tu casa y saber cuánta ropa de color azul puedo contar tirada en el suelo. Tal vez a ella le gustaría que dijera eso. Tal vez le agrade la idea de un comediante. Sí; la comedia siempre mitiga todos los demás defectos que se agolpan como troncos de mierda en las rejillas de cara al mar. Debería escribir sobre eso y evitarme la pena de llamar a cada una de estas personas, que si bien no crea excusas para no verme, se valen de una vida estructurada en la anticipación de la soledad. No puedes… qué mal. Me hubiera gustado verte. Hace meses que no sé nada de ti. “Y serán otros tantos meses más.” Con honestidad no recuerdo ni de dónde conocí a esa mujer. Tal vez sacar la cabeza por la ventana sea suficiente. Con suerte el vecino peleó con su mujer después de descubrir que se estaba tirando al casero y que esas prórrogas a los pagos mensuales no eran exactamente una dádiva amistosa; probablemente sus hijos tratan de evitar que la golpee en el rostro como cuando la encontró con su amigo; probablemente por la ira y por los meses de no tomar una sola gota de alcohol el sujeto toma un sorbo largo como el Nilo y en un arranque de impotencia sujeta ese televisor viejo, y lo arroja con todo y antena de conejo; con suerte bailará en una de las rendijas y en un malabar ambicioso rodará lo suficiente como para golpearme el cráneo. Con suerte el perro del vecino ladra y se escucha algo además de mi cabeza. ¿Por qué no querría venir?, ¿me adelanté mucho?, ¿debí aplazar la ebullición de honestidad hasta que estuvieras cerca de mí, caminando por el parque con el gorjeo de los pájaros y con las cenizas del mundo flotando lejos de ahí? Sí, eso debiste hacer. Ahora es tarde. La verdad es que tampoco me gustabas. Lo supuse; pude ver mi rostro de idiota reflejado en los vidrios sucios de un bocho desde antes de que siquiera pudieras decir algo. Miré mi reflejo y dije ¿por qué aceptaría? Sí. El bocho viejo de Carlos sigue varado como un pequeño mastodonte que se perdió en la arena de la ciudad. No somos tan distintos.

Sí, esa señora mira en mi frente el sudor de la abstinencia. Lo sabe. Odio a los borrachos. Mi marido era un borracho y se la pasaba metido en las cantinas. Era un buen hombre, pero he visto a muchos buenos hombres caer en las garras del alcohol. No, señora, en realidad es que no bebo tanto. Sólo me siento un poco solo. Cualquier cosa es pretexto. Eso decía mi marido. ¿Su marido murió? No, lo dijo justo en la mañana. En estos momentos debe estar en la cantina. Sí, en la cantina. Ojalá pudiera pagar en la cantina. No. La mano tiembla. Tiene miedo de encontrarse sola contra el viento; tiene la abstinencia de sí misma. La canción es buena. (Mono- are you there?) En esto estoy. Es como el sueño que tuve dormitando ayer. Quisiera disculparme contigo por todo lo malo que hice. Claro, te presento a mi novio.  Mucho gusto; Ten, es un ejemplar de la novela que escribí. Vaya, ya publicaste y todo. Sí, tuve algo de suerte; resulta que un amigo es amigo del director de la editorial y le pasó mis textos. Probablemente el próximo año publique unos cuentos. Recuerdo uno de ellos; me matabas en él. Era parte de la historia. Muchas gracias por el libro, lo leeré en cuanto pueda. Sí, yo creo que era necesario darte uno; eres parte vital de la historia. No te presenté, él es mi ex novio, del que te conté. Mucho gusto. Yo ya me iba. Sí, yo estaba aquí celebrando con unos amigos. No los interrumpo más, que se diviertan y espero que podamos hablar después. Sí, claro. Que suerte lo de tu amigo. Tú no tienes amigos.

No sé. Al fin la supere y empiezo a interesarme por alguien más y nada funciona. Es porque eres tonto. No. ¿Gordo? Tal vez. O es esa verruga en la frente. Seguramente es esa mierda. Siempre intenté quitármela y sólo resultó peor. Seguro son tus ojos pequeños y esa puta costumbre de morderte los labios. Tal vez es ese asqueroso cabello de telaraña. Sí, tal vez. De cualquier manera ella no quiere estar contigo. Ya le contaste del sueño de la novela. Tenía que contárselo. Debe saber que en mi pasado ya amé a alguien. ¿Para qué? Para que sepa que puedo volver a hacerlo. No estabas reparando tejados o matando ratones en la cocina. El amor no es eso. No es como coserte una insignia de boy scout. “He amado”. Sí, es patético. Eres deprimente. Debería salir y pensar en otras cosas. No sirve. La gente te mira y tú apenas sientes la presencia de alguien y ya pusiste esa cara. ¿Cuál? La de no me toques. Sientes la presión del mundo que te ignora y entonces lo arruinas. No puedo evitarlo. Como aquel día en que todos fueron a beber y por primera vez los acompañaste y los atosigaste a todos con tu teoría de las ventajas del canibalismo. Realmente sabes como acercarte a la gente. Es imposible. Siempre encuentro algo en lo que aún formando parte de ellos me mantiene lejano; no es una virtud o un dote superior de inteligencia, aunque bien sé que mi sapiencia es el triunfo de algún ser supremo que no sabía que podía llegar a crear semejante vínculo de cuasi perfección mundana. Deja de hablar mierda. Sí, la verdad es que no me agrado para nada, pero no hay nada qué hacer. Piensas que a ese chico al que no le aprieta el cinturón cuando se sienta (el que se acerca a ella de manera tan fresca) ¿crees que le importa toda esa mierda de la que le hablas? En realidad deberías ser muy estúpido si supones que a ella le importa el sentido del arte de la escritura, de tus breves experiencias nimias reducidas a encuentros superfluos con el desencanto de los vicios,  o que le importa leer tus poemas pusilánimes sacados de la basura de Cavafis. No, son de la basura de Hölderlin. Basura.

 Borracho otra vez. No, hoy no salí a beber. Se nota en tus ojos. Es sólo parte de la tristeza que se sale por donde puede. ¿Por qué estás triste? No lo sé. Tengo familia, dinero, amor… Salud. Creí que te dolían los riñones. Me duelen, pero no es para tanto. Qué bueno que regresaste a casa. Los niños y yo estábamos pensando en que comprar de cenar. Escuché que abrió una nueva pizzería a unas cuantas calles. A ellos les gustará la idea. A mí no tanto. Ayer comieron muchos vegetales. Déjalos pudrirse el estómago un rato. Está bien. Te extrañé. Yo te extrañé mucho más. El editor de la revista llamó y dijo que espera tus propuestas para mañana. Sí, me tiene las pelotas rosas con eso. Estaba pensando en que nos fuéramos de viaje. Me encantaría. Ya viste el cielo; está muy lindo. Las nubes viajan  demasiado rápido. Tal vez sí intentan decir algo de alguna forma. Pero no intentan decir algo así como una predicción, sino más bien atinan el movimiento presente de nuestra mirada. Estás loco. Sólo por ti. Estabas loco antes, no quieras echarme la culpa. Sí. Honestamente desde hace rato que no me siento bien del todo, siento que estoy perdiendo la cabeza y no logro completar ideas que tengan un sentido concreto; algo que hable de mi maldita soberbia por hacerme sentir el hombre más talentoso del mundo. Tal vez estás dejando la soberbia para  escribir más que con el ego. Es posible, pero me da miedo ser idiota. Deja de actuar como uno. Es fácil para ti porque eres perfecta y tu cabello siempre huele bien aunque esté a un metro de distancia, y tus manos nunca tienen una postura incorrecta; es fácil para ti porque eres y serás madre y el mundo gira en torno a la bendición de tu existir sin importar que en ocasiones ni  siquiera puedas mirarme a pesar de cuán honesto he sido contigo; es fácil para ti porque no importa si yo dejo de verte, eres el centro del universo en el que los pensamientos giran y se aniquilan como pequeñas galaxias que no pueden ofrecer más que grumos de identidad; es fácil para ti decirlo porque no luchas día a día con tu autoestima y no pasas ni un solo segundo arreglando una imperfección infinita que con las costumbres negativas de la soledad vienen a acentuar las deficiencias psicofísicas de tu andar por el mundo. Creo que es fácil para ti porque siempre tendrás a alguien que esté contigo sin importar si realmente te ama, o sólo te utiliza. ¿Y eso cómo lo sabes? No sé. Estás borracho. Debería llamarla. Debería aterrizar. Creo que aún no estoy tan ebrio como para no recordar el número… 55871...

-¿Diga?

lunes, 25 de abril de 2016

Figuras retóricas y uno que otro conocimiento



No hace mucho me vi atraído por el esplendor que trae consigo el conocimiento teórico. Éste nos da una certeza inusitada con respecto a aquello que creemos aprehender. Sin embargo, esta teoría de la que les hablo está muy alejada de poder ser de mi propiedad con sólo estudiarla en los vastos compendios, diccionarios, tratados, etc., que la contienen. Hablo de la teoría de las figuras retóricas. Poder decir con, léxico doctorezco, qué es la metonimia, la antonomasia, el hipérbole, analogía, y tantas figuras más, es un placer que pocos conocen; poder usar estas figuras, si bien es casi cotidiano, es un acto inconsciente; y el tratar de volverlo casi consciente es de las mejores experiencias que he tenido: no porque sea bueno en ello, ni porque vuelva mejor la verborrea que brota de mis labios, sino porque a conocer todo de lo que se habla me siento llamado. No hablaré, aunque lo haya parecido, de la complicada relación entre la teoría y la práctica (al menos no directamente), sino de uno de tantos conocimientos que la poesía, quizá el más complicado: el conocimiento del ser.
            Las figuras retóricas tienen la bondad de mostrar lo que con las palabras puede decirse, no en un nivel proposicional, sino en un nivel ontológico. Nos muestran la dificultad que decir el ser trae consigo. Por usar un ejemplo, del cual no he podido hacer buen uso: hipálage es la figura retórica en la cual son cambiadas, coherentemente, las cualidades, propiedades, distinciones, o como se les guste llamar, de uno o más sustantivos. Aparentemente sería fácil decir “Mi guitarra le canta a mi voz armónica”, donde se le da la capacidad de cantar a una guitarra: algo que no es propio de su ser. Así dicho, pinta como muy sencillo, sin embargo para decirlo es necesario saber distinguir entre las cualidades, potencias, acciones, etc., que cada ser tiene. De la misma manera sucede con muchos otros juegos del lenguaje, que más que ayudarnos a hablar bellamente, nos permiten cuestionarnos el qué de cada ser que mentamos a la hora de expresar lo que nos rodea. Se debe conocer la guitarra en su completitud para poder saber que no canta.
            Otro ejemplo es el metro: la medida de los versos van íntimamente ligados a aquello de lo que se habla, como podemos ver en Amores, el primer libro de Ars Amatoria, de Ovidio, en el cual se narra cómo la intención del Nasón era hablar de las gestas heroicas y Cupido, robándole un pie, convirtió su verso en una elegía amorosa. El poeta sabe por medio del dios cuál es el metro correcto para hablar de amor. Sólo aquel que conoce la revelación de la musa (que se ha preocupado por conocer) sobre el amor sabe la medida que debe usar. El poeta está llamado a conocer sus hablares, pues en sus hablares conoce los seres.
            La figura retórica, como conocimiento del ser, es lo que le da tal importancia al poeta, en medida que éste muestra, con su voz, lo que hay. Por eso es que no basta con conocer, teóricamente, la diversidad de formas de hablar que el hombre tiene, de acuerdo a sus experiencias, ni con el saber usarlas, sino con el hacer de ellas un hábito, un hábito de conocimiento. Saber retórica es querer ser y ver el ser.

Talio



Maltratando a la musa


Un sinsentido para un amigo

Se ha ido, amigo,
El sentido
De la vida,
¡Oh, querida!
De tu vida,
Pervertida.
Ves difícil
El ser útil;
El ser bueno es
Tu veneno.
Sin dar una
No hay ninguna
Razón cierta
Que dé alerta
De tus males
Animales.
Sólo espero
Que un “te quiero”
Te recuerde
Que cuando arde
La esperanza es-
Tá en curarte.




Lamento heroico en tres actos

PRIMER ACTO

Per aspera ad astra.


Addendum. Para quien lea lo anterior y desconozca la lengua latina. El “Primer Acto” de la brevísima historieta Lamento heroico en tres actos se conforma por cuatro palabras. Éstas dicen, tomadas al pie de la letra: “Por lo áspero hacia los astros”. Sin embargo, si hacemos una traducción a dicha frase, ésta rezaría lo siguiente: “Por medio del esfuerzo hacia las estrellas”. El sentido de la frase, y de la historia en general, estarán expuestas posterior al “Tercer Acto”.


Aurelius

domingo, 24 de abril de 2016

La Martucha

Para mi profesora de Filosofía Moderna, por hacer sus clases tan insufribles,
 que uno tiene que idear qué hacer para salvarse del aburrimiento
La oficina del hombrecillo reflejaba su mal gusto, fotografías de animales encerrados en un recuadro, con un espacio abajo en negro en el que palabras en helvética decían “Liderazgo”, “Responsabilidad”, coronaban la habitación de dieciocho por veinte. Era una oficina que olía a modorra, holgazanería y pretensión. Estar ahí era aburrido, los pingüinos de uno de los cuadros lucían a punto de morir de aburrimiento, las plantas lucían sedientas, las pinturas secas y olía a desodorante para auto. La silla del hombrecillo era demasiado cómoda para un jefe de publicidad y contenidos. Él recordaba haber leído una vez que la silla de líder nunca debe ser extremadamente cómoda, para que no olvide a quiénes se debe y que ser el jefe nunca debe ser fácil. La silla donde él estaba sentado era tan incómoda como dar la mano al padre de tu novia después de haberla masturbado; tan incómoda como asiento de Burger King, tan incómoda como ver la boleta de calificaciones después de un semestre de pleno springbreak; tan incómoda como cuando tu familia te pregunta en navidad qué estás estudiando, si ya te vas a casar. Alzó la nalga izquierda y luego la derecha, repitió hasta sentirse más cómodo. La corbata le apretaba el cogote, estaba mal anudada y para el ojo atento era perceptible una mancha de catsup que nunca se dignó a desaparecer. La mayoría de las cosas tenía la decencia - la buena costumbre - de desaparecer.
-       Su currículo es…impresionante. Sólo dígame: ¿quién es Martha Higareda?
-       Ah, es una actriz. Buena chica.
-       ¿Se acostó con ella?
-       Impresionante ¿cierto? – Dijo él mientras sus manos se convertían en pistolas apuntando al hombrecillo. Se le hinchó el pecho de orgullo y recordó a Martha, recordó el sabor íntimo que sólo algunos pocos muchos habrían probado. 
-       No sé por qué considera importante incluir eso en su currículo – dijo un extrañado hombrecillo. 
Él se levantó de aquella asquerosa silla y se dio una vuelta victoriasecretamente, desgraciado y torpe como era él.
-¿Qué está haciendo?
- ¿Me ha visto? ¿Acaso no le parece digno de encomio que alguien como yo se haya acostado con Martha Higareda?
- ¿Y eso de qué le sirve a mi empresa?- “Su empresa...esta no es tu empresa, cabrón. Que un pedazo de madera tallada tenga tu nombre en una oficina grande no quiere decir que seas el papá de los pollitos” pensó él mientras masticaba su respuesta:
- Si pude convencer a Martita de que me enseñara a la Martucha creo que puedo convencer a su clientela de que su producto totalmente innecesario es indispensable para la supervivencia y el buen vivir.
- …¿La emborrachaste?
- Pensé que dijo que no era importante incluir eso en el currículo. Pero no fue necesario emborrachar a nadie – Alzó de nuevo la nalga izquierda y la volvió a posar en aquel asiento de mierda.
-Está bien, pasemos a lo siguiente: ¿cómo le llamaría a una crema para hemorroides?
- Baba de Houdini – Dijo sin chistar y sin ambages; con la seguridad arrendada del hombre inseguro pero desempleado desde hace más de cuatro meses, con rentas atrasadas por pagar, que se escabulle día a día de los tentáculos de su casera.
- ¿Pero qué clase de nombre es Baba de Houdini?- espetó el hombrecillo.
- Es el nuevo nombre de una marca de crema hemorroidal
-Ahh un tipo “listo”. Mejor prosigamos. ¿Cómo le llamaría a nuestra app para traducir poemas?
- ¿Tienen algo así? Válgame. Le pondría Delirio de Creso – guiñó el ojo con un iris socarrón y una expresión casi burlona.
-Usted debe estar bromeando – dijo el hombrecillo incrédulo, había que ver lo que uno tiene que soportar cuando abre vacantes de trabajo- Quizá no encajaría en el departamento de publicidad, veamos sus habilidades de escritura.
- Ahh mi currículo habla bastante al respecto por sí mismo.
-Creo que escribir guiones de películas pornográficas y escribir un libro de poemas intitulado “Oda a las almorranas” no es suficiente ni lo califica “ipso facto” para el trabajo – concluyó el hombrecillo mientras él pensaba cuánto tiempo llevaba el hombrecillo queriendo usar satisfactoriamente la palabra “ipso facto” (querido diario, hoy pude usar la palabra ipso facto) - Quisiera que me escribiera una pequeña historia con las siguientes palabras: -  dijo el hombrecillo- “mercenario, utopía, inteligencia, cabeza, pelear, estocada, liderazgo, responsabilidad, experimentado, ordenar, necedad, sexo, estado, vocación”
- ¿Se le acaban de ocurrir esas palabras apenas ahora o en todas las entrevistas usa las mismas palabras? – Dijo él, sherlockholmescamente.
- Preferiría no contestar eso – evadió el hombrecillo, mientras alzaba su nalga izquierda de aquel asiento acojinado.
-Así que son las mismas siempre…
- Limítese a hacer el ejercicio que le he pedido. Y procure ser breve, quiero ver cómo escribe, no que me haga una novela. Le daré cinco minutos. Iré por un café y regreso. Disculpe usted.
El hombrecillo salió dejando la estela de su olorosa loción: “hail hail Mr Don Hugo Boss” pensó él. Se tronó el cuello y los dedos de las manos a fin de relajarse, a fin de cumplir con un ritual imbécil que hacía siempre que se disponía a escribir, se rascó la nalga ceremoniosamente y empezó a pensar en las palabras que debía usar. No le gustaba escribir presionado, se sentía como un mono de esos cilindreros, de esos de los que se espera que hagan una gracia: “órale, chavo, haga su gracia, escriba algo bonito, algo terso e inspirador”, pensó. Tontos, como si la escritura se quedara en el mero embeleso, como si el escribir no fuera darse en la madre con uno mismo, como si escribir fuera hacer enchiladas. “Ya ni la chingan” pensó.
Pero el juego es el juego, el hambre el hambre y el desempleo el desempleo. El mundo te obliga a jugar, a pedir trabajo en saco y corbata, sofocado y acalorado, pluma en mano y rodeado por una oficina rezumante de mal gusto; por dios, que el hombrecillo tenía cuadros kitsch, piezas dignas del museo del mal arte. Una tragedia ver a alguien con dinero que no sabe cómo gastarlo. Suspiró profundamente mientras veía la cara compungida, como de pedo atorado, de una mujer en una pintura hecha a lo bruto, con brochazos arbitrarios y desidiosos. Exhaló. Volteó a ver de nuevo las palabras y empezó.
“Lo primero que sintió fue mucho calor, el fragor de la batalla no le dejaba ver el chorro rojizo que sudaba de sus hombros. Era el mejor mercenario pero incluso los mejores hombres sangran, viven alguna utopía de vez en cuando y deciden pelear por razones equivocadas, por causas muertas. Blandió su espada una vez más, sintiendo el peso en su mano siniestra hinchando con mayor presión su brazo. Ya no golpeaba con la misma fuerza que al inicio del combate, el pecho le dolía; un hombre corría hacía él, espada en mano, entonces el mercenario lanzó una estocada que perforó una armadura, cota, ropa y piel mientras el siseo del acero cortando el aire se extinguía para dar paso al lamento de un hombre muriendo. Así, tajo a tajo, estoque tras estoque, abrirse espacio: estaban rodeados por ambos flancos, habían caído en una trampa. Cubierta toda posible retirada por un grupo numeroso de arqueros. Necesitaban cabeza para salir, que brotara la inteligencia en una actividad tan pasional como el arte de la muerte por combate. Necesitaban liderazgo, hombres morían a raudales, era una danza sangrienta, una rapsoda en rojo, cantos de hombres muriendo colmaban el campo, el ruido del acero contra el acero, de la pena contra la pena sumían el valle; sólo el reordenar las filas los salvaría de la carnicería: lo necesitaban a él, el más experimentado de los mercenarios que quedaban con vida, de los que no había muerto en la vanguardia, era su responsabilidad guiarlos. Sólo su necedad a aceptar la muerte los mantendría vivos. Así que gritó órdenes: un tajo, dos tajos, una orden; otro tajo, un estoque, repetir la orden. Así hasta salir del atolladero. Cosas como reformen las líneas, formación de cobertura falange, salieron de su boca, pero esto no eran las malditas Termópilas y él no era ningún Leónidas. Le gustaba matar, era lo mejor que sabía hacer, era su vocación. No peleaba por la permanencia o la caída del estado, peleaba por sí mismo, porque le pagaban por hacer aquello para lo que nació. Las filas se reagruparon, ordenó retroceder hacia los árboles dentro del valle, donde los jinetes poco importarían, donde no podrían sacar tanta ventaja de ir a caballo y donde se podrían poner a buena distancia de los lanceros y donde los arqueros no podrían clavar sus besos de acero en sus hombres. Y cada que daba una orden, las tropas le obedecían. No importaba que no fuera el líder, intentaba no morir, que era más de lo que los demás estaban haciendo y por eso lo seguían. Así, lograron sobrevivir; poco importaba la retirada, la derrota. El verdadero triunfo era estar vivo. Estaba totalmente bañado en sudor, con las emociones batiendo su pecho, su corazón, con la felicidad que precede al miedo, con su entrepierna endurecida, su mente pensando en la otra guerra, la guerra entre sábanas, pensando en sexo”
Releyó el texto. Lo leyó de nuevo. Entonces la revelación le golpeó: esta basura era lo que le gustaba hacer, le pareció que la historia daba para más, que sería una grosería con el pobrecito mercenario que su historia se quedara en una entrevista de trabajo nada más, pensó que quizá no obtener el empleo no sería tan terrible, que la sopa maruchan no sabe tan tan feo y que unas arterias tapadas bien valían la pena en pos del arte que menos mal se le daba pero le llenaba. Pensó que quizá era hora de por fin dedicarse a la novela que siempre decía que iba a escribir, de la que ya tenía la idea desde que era joven, que quizá era hora de hacer ese viaje por el país, conocer el mundo, escribir sobre la vida y no sobre lo que imaginaba que era la vida. Maldijo a Kerouac por incitarle a viajar, maldijo a Palahniuk por incitarle a escribir. Y sin embargo se sentía orgulloso de escribir algo medianamente interesante a partir de palabras al azar, incluso siendo para un hombrecillo de mal gusto y que se tenía en tan alta estima, a juzgar por todos los reconocimientos inundando la oficina. Entregado a sus pensamientos y devaneos guajiros, no escuchó la puerta abrirse. Un olor a café de ese que no es café llenó la habitación con su pestilencia amargada. La habitación olía a Hugo Boss, a café, a sudor y a incertidumbre. “Con que así es como huele el Godinismo” pensó para sus adentros. Nalga izquierda arriba, abajo; nalga derecha arriba, abajo.
-¿Ya terminó? –inquirió Monsieur Hugo Boss, mientras se sentaba y desabotonaba su saco.
- Por supuesto – Y le extendió la hoja con sus garabatos acerca de un mercenario peleando y sobreviviendo una batalla perdida.
El hombrecillo leyó con atención, alternaba la lectura con sorbos obscenos de café. Mientras el hombrecillo leía, él se daba más y más cuenta que no quería el trabajo, que en realidad no sabía qué hacía en esa oficina, que la esclavitud de jornadas laborales sólo le impediría hacer lo que en verdad le gustaba, lo que de verdad quería hacer. Envidió al mercenario, que hacía aquello para lo que nació. Deseó con fuerza no obtener el trabajo; pero se deslindaba del ejercicio pleno de su voluntad, se ponía a merced del mundo. Elegía no elegir. Encomendado al suceder del momento, se atendría a la decisión del mundo encarnado en un hombrecillo bien vestido pero que exudaba mal gusto. Pero qué iba a saber él que esto era como cuando uno tira un volado: decides en cuanto la moneda gira y gira en el aire, la vida pendiendo en el girar de un maldito pedazo de cobre. Se decide en el aire, nunca cuando cae. Y la moneda giraba mientras el hombrecillo seguía leyendo, con todo el mal gusto de ir rezando las palabras que iba leyendo, como leían los idiotas o los niños pequeños.
La decisión estaba tomada para cuando los labios pararon, para cuando el hombrecillo reacomodó su trasero en aquella silla acolchonada, mientras se aclaraba la garganta y decía:
-       Esto es…interesante.
-       ¿Le parece? Con las palabras que me dio eso es lo que pude hacer.
-       Sí, es muy curioso. Sin embargo todavía no veo bien claro cómo embonaría en nuestra empresa. Ciertamente no estoy convencido.
-       Creo que sería una excelente añadidura a la empresa –las palabras salieron de su boca; intentaba convencerlo, convencerse de que necesitaba el empleo (un harakiri para ir comiendo, por favor), convencerse a sí mismo de que necesitaba la distracción, de que lo que verdaderamente quería hacer no se podía hacer en un cubículo, pero su Pepe Grillo le decía que quizá también sirviera de experiencia para escribir. Siempre se pueden escribir cuentos gruñones sobre lo terrible que es el trabajo, decía el maldito grillo. Quería escribir, pero no escribir para agradar, vender o convencer. Quería escribir para vivir. Y sin embargo ahí estaba, perorando para obtener un empleo que no quería, para percibir un sueldo que necesitaba para comprar cosas que creía que quería. Kennedy Toole vivió debajo de las escaleras de la casa de su madre, Foster Wallace se dio un balazo melancólico, él bien podía vivir de bolillos con crema, tortillas tiesas, sopas maruchan y salir muy ocasionalmente ¿Pero sobre qué escribiría? ¿Sobre lo terrible que es el aumento en el precio del maíz, la luz, el agua y el gas? Y una mierda, sin experiencias no hay texto. Al final decidió decidir. Empezó a vestir sus palabras con el encaje, el negligé del terciopelo...
Consiguió el trabajo, pero al final obtuvo el empleo no por su pericia con las palabras, sino por haberse acostado con Martha Higareda:
-       Está bien, el puesto es suyo. Pero que conste que me tiene que contar cómo fue que conoció a Martita y pasarme su teléfono.

-       Claro que sí, jefe – Pensó él, mientras pensaba en los retardos que acumularía en el primer mes “Un par nada más, para que no crean que uno es huevón; cosa de llegar tarde el primer día y muy temprano todos los demás, para que nunca sepan qué esperar de mí” pensó. Y así inició su versión mexicana del sueño americano, sus lontananzas en un afán casi romántico por encontrar historias que contar, cosas que vivir, experiencias que detestar, denostar y denunciar. "Denunciar el sistema desde adentro" pensó. Salió de la oficina del hombrecillo, recordando la Martucha de Martha, recordando al mercenario, pensando que la misma entrevista de trabajo podría ser contada y apestando a Hugo Boss y Nescafé. 

jueves, 21 de abril de 2016

Arma de doble filo

-¡Por amor de Dios! ¡Por humanidad, no lo haga!–
-¡Yo no amo a la humanidad, yo no amo a nadie!-
De esa manera respondió el médico psicópata a la petición de sus víctimas. Muchas veces se ha escuchado decir que “lo que se hace es por amor o con pasión”, de ahí que se distinga entre vocación y profesión. Para algunos esta idea les persuade y, se alardean en definirse como profesionistas o que lo hacen por vocación. Ya sea por una cosa o por otra, lo cierto es que en el trabajo hay que develar lo mejor de nosotros, pues se supone que nos dedicamos a lo que nos gusta y apasiona. O eso es lo que nos hacen creer a muchos de nosotros cuando estamos en el período de la adolescencia, donde tenemos que decidir a lo que nos dedicaremos.
Pero, prescindiendo de todo lo que se dice al respecto de vocación y profesión, persuade que las cosas se realizan con amor o pasión. Sin embargo ¿qué sucede cuando se carece de ello? Se cree que se cometen bastantes destinos cuando se está enamorado y, lo mejor sería no estarlo. Y si la pasión rige el actuar, pues las consecuencias no son las más óptimas. Entonces el convencimiento de que lo mejor es no caer en los dominios de estas fuerzas, sería una solución. Aunque, regir el actuar por alguno de estos extremos no garantizará la felicidad o el bienestar.
Ahora bien, reiterando la intención del ejemplo del médico psicópata, se cree que una de las profesiones que atiende al prójimo, sin intereses particulares, es la de ser médico. Ya que ellos, se valen de cualquier medio para salvar la vida de los pacientes, agotan todas las posibilidades siempre con la misma finalidad, por la vida. Al igual que la ciencia, ella también trata de tender al bienestar de la humanidad, siempre en mejora de la supervivencia. De ahí la importancia de cuidar y prever por la humanidad y, los que se dedican a ello, al menos tienen claro que les apasiona su trabajo y, por ello buscan mejorar.
Sin embargo, cuando este trabajo cae en manos de quien carece de pasión, el desenlace es monstruoso y letal para la humanidad. Los alcances a los que llega son inhumanos, horribles y abominables. Quien actúa sin que lo mueva una fuerza, me parece que no es hombre, sino se trata de un enemigo para el resto de las especies. Es decir, para quien carece de amor da lo mismo beneficiar o perjudicar a la humanidad. Aunque, lo curioso es que siempre lo hace con miras para dañar a los hombres. No sucumbe al dolor, no se compadece, no siente la más mínima afección por los demás. Esta cosa, tiene la forma de hombre, pero no se comporta como tal, sólo es consciente de su superioridad y, por ello es capaz de producir el peor de los dolores.
De manera que, debe temerse a aquellos que carecen de amor, tal vez por eso sea bien merecido el calificativo de seres “fríos”, pues la ausencia es lo que los caracteriza. Son tan impredecibles y, eso es a lo que hay que temer. Pueden ser las personas más doctas, pero el conocimiento también puede ser un arma letal, ya que puede beneficiar, pero también puede aniquilar a la especie. Y he aquí en el problema en que me encuentro, pues ¿hasta dónde son considerables los alcances del conocimiento? Quizá los hombres no han previsto el otro lado de la moneda, creen fielmente que los avances siempre ven por la supervivencia y, no han considerado que éstos algún día nos aniquilarán. Pero, algunos creerán que eso es asunto de “ciencia ficción”. Sin embargo, considerar el conocimiento como un arma de doble filo resulta bastante persuasiva.



miércoles, 20 de abril de 2016

Las musas me mandan escribir

Nota: Lo que sigue lo escribí hace tiempo ya y ahora no estoy seguro del valor de este ejercicio. Pero se los presento porque hoy las musas no me han dado nada.
-Pulpdam
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Las musas me ordenan escribir y yo quisiera obedecer a tan sabias y prudentes amas, pero debo obedecer a un amo más necio y, en general, más seco. Soy esclavo de la sociedad, mas quisiera serlo únicamente de las musas puesto que son de señorial virtud y es menos esclavo el que puede elegir al mejor señor para someterse a él. La sociedad hoy me manda (cosa extraña) dibujar, con lo cual contradice a las musas; quienes, por otra parte, suelen mandarme el dibujar, cuando la sociedad me pide escribir. Aún así, en la sociedad conozco hombres sensatos, que comparten mi inclinación por las musas y que también prefieren rendirles a ellas homenaje y obediencia, a estos hombres los llamo amigos. Son justamente mis amigos quienes hoy me piden dibujar, siguiendo el deber que las musas me mandan recurrentemente. Pero las musas son caprichosas y deciden contradecir los designios ajenos a ellas. Ellas son las portadoras de mayor sabiduría, pues saben reconocer entre los hombres a aquellos que son más hábiles, y entre los hábiles, distinguen a los que son hábiles en tal ámbito de los que son hábiles en tal otro y, así, mandan a cada cual hacer aquello que va de acuerdo con su habilidad. Pero a mí ahora me ponen un reto difícil, me mandan hacer aquello para lo que soy más bien bruto que hábil: escribir, cosa para la cual mandan usualmente a otros que en ello son más hábiles que yo. Lo lamento mis amigos, mañana me arreglaré con ustedes, pues por ahora obedezco a las musas que, como reto, hoy me encomiendan escribir.



L. Pulpdam

Algunos límites de la igualdad

La historia de la búsqueda de la igualdad entre los hombres, es en cierto sentido, la historia de la conformación de las sociedades y Estados. La búsqueda por la igualdad es política, en el sentido de reconocer a los otros hombres fuera del núcleo familiar como del mismo rango, para poder comerciar y hacer alianzas; la igualdad es patente en el ámbito público y no en el privado, así pues, se fueron configurando las primeras organizaciones sociales, estructuralmente más complejas y dinámicas que la familia, este desarrollo trajo aparejado la división del trabajo y de los roles, basado en los ritmos de producción, acumulación y distribución de las riquezas.

Esta búsqueda pegó un salto en el mundo clásico griego y romano, y con él, nuevos paradigmas a superar; la democracia como sistema de representación tiene como uno de sus principios la igualad, aunque esta sea restringida a los dueños de propiedades o pater familias. El salto que se da es respecto a que una sola persona detente el poder, es así que notamos que la igualdad se relaciona con la tenencia de poder y la opresión que ejercen los que lo detentan, sobre los que carecen de él. Es en éste mismo periodo que se reconocen otras colectividades complejas, otras sociedades y la igualdad se limita respecto a los hombres más próximos a quienes ejercen el poder en un determinado lugar, se institucionaliza a gran escala la división entre nativos y extranjeros

Más allá de querer hacer toda una reconstrucción histórica de la igualdad, me parece que si bien se ha avanzado en dicha materia, el cuadro pintado es parcialmente el mismo en lo problemas que sigue enfrentando la igualdad ¿Podemos ser iguales? ¿Debemos ser iguales? ¿La igualdad es un fin para toda sociedad humana? Estos sólo son algunos aspectos que están detrás del mitificado derecho humano de la igualdad. Si bien es cierto que toda constitución moderna, apela a la igualdad ante la ley, el presupuesto es ideal ya que deja de lado la realidad social, en el ciudadano se diluye la clase con todo lo que ello implica, algunos son ricos y otros pobres; unos hombres y otros mujeres; algunos heterosexuales y otros homosexuales, etc. Esos son factores que influyen directa o indirectamente a la hora de juzgar jurídica o socialmente una disputa. Así pues se puede ver que la igualdad está enmarcada en el ámbito de un sistema que determina roles y posiciones, donde el poder limita la igualdad.

Así planteadas las cosas, parece un absurdo buscar la igualdad absoluta, pero en la realidad parece casi una necesidad, el gran problema que veo de fondo, es cómo se puede hacer un sistema que nos haga materialmente iguales y humanamente diferentes. 


lunes, 18 de abril de 2016

Vivir con heridas

Vivir con heridas
Con ligera esperanza
El perdón empieza por las heridas más profundas, no por las superficiales. No se hace porque los demás se lo merezcan o lo necesiten, en el sentido de que sea inexorable. El valor del perdón está en que no es lo primero que nos viene a la mente, como el hambre una vez sentimos los retorcijones en el vientre. Debe empezar por las heridas profundas, porque ellas son la fuente de la que mana la sangre de las más pequeñas. Comienza por las cuestiones más dolorosas, porque no es simplemente olvido.
No hay método para llegar a él. Pero digo que comienza por los dolores profundos, porque es en ellos en donde más difícil nos es pensarlo. Y es en los dolores profundos en donde hallamos la razón por la cual no sabemos encontrar su camino. No quiere decir que sólo una vez desgarrados podamos renacer en él: podemos encontrar la profundidad de nuestras heridas sin haber tocado fondo. Porque siempre involucran a la gente más cercana. Porque es a esa gente a la que le notamos sus errores, con dolor en el corazón, al desilusionarnos vanamente por no saber ver nuestra parte, o porque estábamos seguros de que hacíamos lo justo mientras mirábamos la injusticia.
En el Padre Nuestro, una de las cosas que se le pide al Señor es que perdone nuestras ofensas, al tiempo que decimos actuar consecuentemente con las ofensas hechas a nosotros. No creo que sea gratuito que sea el perdón una de las cosas que se le pide al Padre. El cristiano sabe que se refiere al Padre del hombre, a su Padre, pidiéndole como un hijo mortal le pide a su padre natural que le otorgue lo que requiere de él. En esta relación entre el Padre y el perdón quisiera ahondar por ahora, por ser el cristianismo algo definido a partir de nuestra condición de criaturas y creaturas, por alcanzar algo sobre lo paterno para lo cual no basta la visión de la paternidad natural, pero que a la vez sí se relaciona con ella.
Un padre natural podrá fallar en ser como lo esperamos siempre. Un amigo también lo hará, porque no siempre sabremos juzgar del modo más certero lo que en realidad esperamos de una amistad. Al padre se lo pasamos por alto con mayor dificultad. Quizá sea que exigimos demasiado; quizá sea que estamos acostumbrados a exigir. Estamos tan seguros de que el dar la mitad de la vida es un vínculo que debe obligar a algo. La importancia de la paternidad es que, en sentido estricto, no obliga por naturaleza a nada. Por eso existen los “padres desnaturalizados”. Podemos achacarle su falta de amor, pero la oración del Padre Nuestro nos señala con verdad que fallaríamos en algo al hacerlo, así como él (el padre natural) ha fallado hacia nosotros.

Hemos sido hechos a imagen del Padre, lo cual puede parecerse a la herencia, salvo por la diferencia enorme entre la procreación y la creación. La diferencia es tan grande, tanto como la hay entre la perfección divina y la perfección humana, que no siempre se logra. Pero, para alcanzar a rasgar con la inteligencia la perfección divina, uno debe conocerse. Perdonar las ofensas de un padre natural requiere que veamos cómo él también es criatura. No se trata de dejar pasar las ofensas como lo haría un escéptico, sino de aceptar que sin amor sólo nos dejamos en el tránsito de la injusticia. El perdón requiere de la fe, porque sin ella sólo vemos actos malignos sin cabida alguna, insoportables. Por eso no se da de verdad en la desesperación. Si uno espera que el otro cambie por el hecho de perdonarlo, ha esperado mucho sin entender el perdón, pues uno no escoge el perdón porque sea un medio de comodidad. El principio con el que esa frase citada del Padre Nuestro se mantiene es el mismo de aquel de “con la misma vara”. Si el perdón inicia con las heridas profundas, es porque las ofensas anidan ahí. Si uno se queda con las exigencias de lo natural a los padres, jamás podrá ver lo divino, la luz de la misión perenne por soportar el calvario, como lo hizo el Hijo. Dije que quien no se conozca, no podrá llegar al Padre. También se sabe que el Hijo vino para mostrarnos la alianza, en la que perdón es requerido como medio para saber la cruz que cargamos, y saber que en la crucifixión está lo que el Padre pidió del Hijo. 


Tacitus