Presentación

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martes, 30 de agosto de 2016

El Golden Retriever

Había visitado demasiadas tiendas de mascotas y le parecía que aquello era un problema serio. Durante todo el día recordó el video de un perro siendo quemado vivo. Le parecía algo increíble. Pero al mismo tiempo se sentía preocupado de no sentir la menor empatía por el animal. No le causaba placer verlo sufrir, pero tampoco lo incomodaba. Simplemente parecía que su sensibilidad se había disuelto en el fondo de su alma y la había evacuado al amanecer. Decidió que compraría un perro, pero en cada tienda sólo veía a los mismos inocentes animales, enjaulados con la esperanza de vivir unos pocos días antes de que se encontraran solos sin mayor atención que la que tiene un poste de luz. Pensó en su amiga la cual le dijo de manera amable, recurriendo a la pasividad agresiva de los protectores de animales, que no era bueno comprarlos habiendo tantos que adoptar. Pero ¿no eran esos perros enjaulados también víctimas de la misma explotación? ¿De alguna manera eso no ponía en juego la moralidad de aquellos que dicen que nadie tiene más derecho a vivir que otro, sino que la vida humana y animal es de igual valor? ¿Por qué si es así, esos veinticinco perros de todas las tiendas a las que acudió tenían que ser la carne de cañón, o el sacrifico por la causa? Además otras preguntas captaron su atención. ¿Era en verdad adoptar un perro lo que lo sensibilizaría? ¿Y si él mismo era un psicópata que le haría daño a una pobre criatura apenas tuviera la oportunidad de verla sola e indefensa? ¿Era necesario caminar, o pudo haber tomado un micro o un taxi? ¿ La comida china en realidad contiene animales callejeros? ¿eso es realmente malo? ¿Ser comido es peor que ser golpeado, humillado, contaminado y hasta explotado? Mientras cavilaba se encontró con los ojos de un cachorro de Golden Retriever, y pensó que todas esas era excusas para maltratar a los animales haciéndose moralmente aceptable darles un “uso” dentro de nuestra sociedad; un uso que no es comparable al incondicional amor de gente sola que ante la impotencia de ser socialmente activos se limitan a hablar con alguien que jamás les dirá “¡Lárgate, me molestas!”, sólo por el compromiso existencial que representa la necesidad de alimento. Era una buena objeción. Sin embargo al ver y comparar los precios de los accesorios, vacunas, croquetas, medicinas, juguetes e incluso el costo de los perros en las tiendas, decidió simplemente no volver a ver videos de animales siendo torturados.

lunes, 29 de agosto de 2016

Un soneto

Quiero compartir con ustedes una parte de mis lecturas, en este caso del gran dramaturgo inglés, Shakespeare.

Mi musa no tiene nada que inventar
Mientras tú existas, y en mis versos
Viva tu inspiración, ni qué dudar
Que merezca yo el don de tu excelencia.
Es culpa tuya si no ves nada de mí
Que encuentres de alguna consecuencia
Pues ¿qué tonto habría que no pueda escribir
De ti, que desparramas tal presencia?
Décima musa eres, diez veces mejor 
Que aquellas otras nueve en tradición.
Quien escriba de ti avenga a su amor
Coplas eternas de eterna duración.
Llegue a mí hoy la crítica a ultranza,
Mía será la pena y tuya la alabanza.

Traducida y versificada por Fernando Marrufo, México, UNAM, 2009.



Aurelius

Un retrato para siempre

Alguna vez díjeles, mis buenos amigos, que en la niñez me encantaba el disco Dedicado a Antonio Machado Poeta de Joan Manuel Serrat. En él hay un tema que odiaba con todas mis fuerzas: Retrato. Ustedes habrán de pensar, muy seguramente, que en este humilde textito haré un análisis de dicha canción, o, como antes lo hice, del poema que da pie a la misma. Sin embargo es del retrato mismo de lo que quiero hablar. ¿Tomaré como ejemplo el poema? Sí, pero no me interesan –no porque el poema no lo amerite, sino porque no me siento movido a ello; yo no soy quien para hablar de aquel magnífico poeta– los versos como tales, sino la implicación que tienen para todo hombre. 
            Para quienes no conocen la obra, se trata básicamente de un autorretrato de Antonio Machado. En ella señala sus orígenes, su forma de ver la vida, su forma de vivirla, cómo ambas van totalmente unidas y por último deja claro que la muerte está presente en la vida y que él la acepta. ¿Por qué un hombre haría algo así? ¿Es propio de todo hombre, o sólo de aquél que tiene la ciencia poética grabada en los huesos, retratarse a sí mismo? Creo, por mí y por el mismo Antonio Machado, que es propio de todo hombre retratarse. Ahora, creo por mí que no todo hombre se retrata bien.
            Retratarse bien es un problema que en nuestros tiempos se ha tornado muy difícil gracias a las famosísimas selfies y a la actitud pesimista u optimista que el bendito progreso nos dio sin que se lo pidiéramos –quizá no sabíamos lo que hacíamos y por eso deberíamos pedir perdón. En la selfie encontramos el retrato simple de nosotros mismos, donde aparentamos ser patos o alguna otra bestia. Creemos que a través de ésta conocemos y nos damos a conocer tales cuales somos a los demás. Sin embargo, lo efímero de la misma nos impide ser conocidos hasta por nosotros mismos, no porque el conocimiento sea duradero o no deba ser pasajero, sino porque nosotros mismos volvemos fluido ese retrato, rebajándolo al nivel de una mosca que pasa, y que no se sabe si es la misma que antes pasó o es otra: de ahí tantas selfies. Pareciera, por lo anterior, que el autorretrato tiene como intención conocerse a uno mismo. Puede que no sea esa su intención, y a pesar de ello implica el conocimiento de uno mismo, el conocimiento dizque objetivo claro.
            Conocerse es imperativo para autorretratarse, pues sólo aquel que sabe quién es (en toda la extensión de la expresión) puede hablar de sí sin pena ni gloria, es decir: quien se conoce no tiene vanidades ni vergüenzas, por eso puede hablar de sí de una manera tan llana que los que apreciamos su retrato no le sentimos ni soberbio ni modesto. El ejemplo de lo anterior es el mismo Machado, que en el poema ya mentado, puede decir que es, en el buen sentido de la palabra, bueno; lo dice y no suena mal, no creemos que sea alguien sobrado de sí mismo, ni nada por el estilo; piensa en sí mismo y con ello nos invita a pensar en nosotros mismos. De esta manera el retrato es una forma en la que uno acércase a un conocimiento, objetivo o no, claro. Retratarse implica tener la humildad de reconocerse cómo es y la magnanimidad de darse al mundo a sí, porque se sabe valioso. Lo anterior, considerando siempre que el retrato no es efímero, sino que es para siempre –en caso de que se le conserve; claro se le conserva cuando uno conoce su importancia. El autorretrato es la ciencia del amor al alma. Machado conoce su alma y nos invita a conocer la nuestra: por eso me gusta.
Talio



Maltratando a la musa
        
                   Un retrato
No he sido en la vida, desde mi natalicio,
un tipo pobre, ni mucho menos rico.
Llevaba a cuestas la inocente infancia
entre la pobreza y la física desgracia.
No supe de la miseria en ese entonces,
sino hasta que los grandes hombres,
con su ánimo moderno y reaccionario,
me mostraron con crueldad el diccionario.
Mi memoria, sin embargo, es muy alegre
por los besos de mis padres en la frente.
Siempre difícil actuar en amistad:
el corazón no escoge para donde voltear;
el mío hacia la mar volteaba siempre,
olvidando el alma ajena ahí presente.
Tomar de lo ajeno, hacerlo propio,
no marcó el alma, mucho, sí, el cuerpo;
éstos, siendo dos pero uno mismo,
me alejaron para siempre del abismo.
Amor en cuatro tiempos por mi reloj pasa:
a las doce marca el que me vino de casa;
a las tres, pidiéndome que nunca falle,
suena el cariño rudo: amigos de la calle;
a las seis de la tarde voy a la escuela,
la amistad ahí es buena aunque a veces duela;
a las nueve el mundo se posa sobre mi vista,
dándome, del amor al prójimo, la pista;
el tic-tac lo marca mi corazón ajeno:
la mujer que, sin yo verlo, me supo bueno.
Pensar es mi esperanza, mi amor y mi fe,
creo que es la única forma en que puedo dar mi ser.
Al morir sólo quiero que el cielo me espere,
con mi amor en cuatro tiempos y Dios que me quiere.

            

domingo, 28 de agosto de 2016

Naucalpan, veinte pesos, cincuenta centavos, agosto veintiocho dos mil dieciséis



Are you being sinister or is this some form of practical joke?
I'm trying to come to the point.
I refuse to give up my obsession (…)
America, I´m putting my queer shoulder to the wheel
Allen Ginsberg. America.
Si quieres salvar a alguien, lo primero que tienes que hacer, es dejar de querer salvarlos. A los humanos nos encanta hundirnos en nuestras convicciones, creyendo que no hay escapatoria de los entramados que hemos elaborado para justificar nuestros más obstinados tormentos. Si quieres que algo funcione bien, no lo sobre racionalices, disfrútalo. Déjate ir. Afloja la cabeza. Relájate. Que las cosas te sucedan más de lo que tú les sucedes a ellas. La mera permanencia del hombre es una afrenta contra los designios del universo. La única manera en que podemos paliar el atropello que le propinamos al devenir es ser tan felices como nos sea posible. Esa es la afrenta a Dios. Mostrarle que podemos bailar un vals metidos en medio metro de mierda. Si nos derrotamos o ni siquiera lo intentamos, ellos han ganado. Ellos los que mueven las cosas. Dios y los que juegan a imitarlo con dados en la mano. Pero si lo vas a intentar, lo tienes que hacer con plena convicción, lanzándote por el vacío y esperando ser cachado. Y si la gente no se deja ir, vagarán por todos los sitios que pisen. Estando sin estar. El gris de la existencia jamás se irá. Pero no todo es tan terrible. Hay los idiotas que creen que el mundo puede cambiar. No sé qué haría sino fuera uno de estos idiotas. Probablemente me creería la quinta encarnación de Baudelaire y recitaría mis asquerosas poesías con una voz como de locutor de programa de autoayuda; o peor, ya habría firmado algún contrato a largo plazo con alguna compañía especialista en capitalizar el alma. O incluso peor, sino fuera idiota, sería un cínico, un escéptico o una persona normal. Y no entiendo por qué creo, si de momentos que me separaron de forma irreconciliable con la vida está llena mi memoria. Pero por alguna razón, siempre me levanto y eso es muy bello, pero lo terrible es recaer y quizá por eso la gente no tiene esperanza, porque recaer es la fatalidad del volver al cero. Y nadie quiere ser un cero. Nadie quiere recaer, pero lo cierto es que funciona en dos sentidos, que también se puede recaer en algo bueno, incluso superarlo. Y yo recaigo en mis aires heroicos, con mi entusiasmo espartano y los ojos iluminados como por lsd. La vida es tan bella que me da asco. Todo es tan hermoso que parece mentira. Y lo es. Pero asumamos la ilusión. Vivámosla. Las metáforas no siempre son ladinas. Las palabras no siempre están encantadas en un influjo retórico malevolente. Se puede ser feliz. Se puede querer ser feliz. No somos libres, pero somos nosotros. Podemos hacer lo que queramos si dejamos el ritalin y la coca cola. Podemos ser tan miserables como queramos, pero primero intentemos comer el mundo con las manos. Me abrazo al instante. A la confidencia prodigiosa de las tres de la mañana, a la compañía de mis anhelos, al sonido de las teclas horadando el silencio para firmar mi pacto con el mundo. No rendirse. Confiar. Creer, vivir y saborear. No sé vivir, no sé qué hago en este mundo, no sé la naturaleza exacta de mis deseos, pero sé que soy porque los tengo. Siento el fervor de la vida galopando en mi pecho. Soy estas manos, estos labios, estos pensamientos nocturnos, este aliento tan falto de tequila, esta voz sensual tan repentina y detonada por la gripa, soy esas voces que escucho susurrarme en las tuberías de la pared, soy la sombra que siento respirar atrás de mí; soy lo que he permitido que el mundo haga de mí. Genuinamente creo que me puedo salvar del horror de mí mismo. Una sonrisa lo puede todo. Tuya. Mía. Alojada en un paisaje, un verso, un cariñito, una canción, un abrazo, unos ojos o en un escrito sin sentido y vomitado. No hay experiencia sin experimentar. A la mierda con la mierda. A la mierda con mis planes, no quiero acabar aquel cuento ñero que empecé el otro día en una clase. Quiero desmenuzar este ímpetu que me mantiene despierto. Quiero ver ese brillo que justifica toda esta escenografía en la puesta de la existencia. El teatro de la estupidez humana se está desplomando en brasas encendidas, pero la música que suena de fondo me incita a bailar. Creo porque es absurdo. Tertuliano. Tertulio. Eustaquio. Bob. Yo. Carlos. Princess. Reptar. Ese wey. Oye tú. Joe Mero. Estoy aquí. Esto es el ahora. Vive. Vive, carajo. Siente. El miedo y la incertidumbre son lo que sumió al mundo en las tinieblas de la propia razón. Sólo se muere una vez. Hagamos que valga la pena. Aprendamos a morir viviendo. Este no es el final de nada. Este no es un aullido. Esto no fue escrito por un marica iluminado. Este soy yo embebido de be bop en un cuarto frío. Y no, no estoy guarihuano, ni borracho. Hola. ¿Estás ahí? ¿Lo sientes? ¿Me entiendes? Cimbra nuestras mentes. Impulsa la sangre. Hierve los corazones. El erotismo griego y la náusea francesa son dos posibilidades igualmente factibles. Las musas me susurran; el absurdo me da un beso. Quiero ser. Quiero vivir. Quiero querer. Quiero gritar. Reir. Llorar. Carcajear. Quiero que este escrito no sucumba ante el olvido. Quiero sus abrazos y sus besos. Quiero que el mundo se alivie de su empacho de humanos. Quiero que las mariposas aleteen en mi vida. Quiero que Peña se vaya a la mierda. Quiero que la gente se calle más de lo que hable. Quiero que abran los ojos. No quiero abrir los ojos. Quiero que no amanezca pronto. No quiero despertar.  Quiero que el silencio sea considerado bello. Quiero que se me quiten los mocos. Quiero un puto cigarro. Me aterra el olvido ruin y definitivo. Quiero recordar. Quiero que la vida me haga trizas un ratito para poder escribir algo digno de perpetuarse en el tiempo. Asumo que mi vida será corta y que las palabras serán más eternas de lo que yo jamás podré ser. Quiero que esto sea un canto frenético. Quiero que mi estilo sobreviva al final de este escrito. Quiero entender a Kant tanto como quiero no entenderlo. Quiero acabar mi carrera tanto como deseo abandonarla. La incertidumbre me está dando una erección. Abrazo las contradicciones que propician la dialéctica de mi vida. Me siento vivo. Ojalá fuera poeta. Ojalá esto me sirva. Ojalá un día mi pluma flote. Ojalá algún día sea el mejor yo posible. Ojalá lo logres tú también. Ojalá lo pueda ver. Ojalá que algún día le salgan alas a mis ojalás. Ojalá vueles. Ciertamente es extraño, nunca había intentado esto. Me siento bien conmigo mismo. Es una buena noche, mañana será un buen día. Tengo las manos tibias y en el pecho algo me palpita. Cierro los ojos un momento, veo algo y sonrío. De vez en cuando en las noches oscuras brilla una estrella fugaz.   

jueves, 25 de agosto de 2016

Camuflaje a la enseñanza

Veintiún años de mi vida han trascurrido en las aulas. La rutina siempre se redujo a mi principal intención, al aprender y saber. Aunque en los primeros años no era lo suficientemente consciente de que aprendía, pues me parece que sólo me ocupaba de repetir lo que me decían, pues la “miss” así lo mandaba y era obligación atender a ello. Todas las tareas asignadas por el colegio eran buenas porque éste así lo declaraba y, los padres creían fielmente en tales preceptos. Por nuestra parte, los estudiantes nos remetíamos a memorizar cada lección y a preocuparnos por expresarse lo mejor posible, estar siempre aliñados, ser los mejores respecto a modales; pues si no teníamos nada bueno que decir, era mejor callar. En resumidas palabras, la máxima que rigió mi educación fue la memorización de todo lo que me enseñaban.
Tiempo después, me dijeron que la educación tradicionalista era un fiasco, pues siempre era memorizar y, ello distaba del “verdadero proceso de enseñanza-aprendizaje”. Los argumentos consistían en menospreciar a la memoria, ya que su función es repetir y, ésta prescinde de la comprensión de lo que se tiene ahí frente. En ese sentido, la insistencia se tornaba en hacer uso de mis “competencias” y dejar de memorizar los aprendizajes. El convencimiento de que éramos estudiantes y no “robots”, cada día se fortalecía más. Esos años de mi vida fueron opacados por una enorme mentira.
Hace algunos días, dejé de estar del lado opuesto del salón, ahora me encuentro enfrente ante decenas de miradas. Y son esos ojos los que me han motivado a escribir esta pequeña observación. No culparé, como lo hacen muchos, a las autoridades, maestros o padres, pues esto sólo me haría partícipe de evadir el problema. Encontrar al responsable no termina con las adversidades, mucho menos desmoronar el sistema y, edificar uno nuevo; pues se requiere de atender a quienes nos importan, a los estudiantes. Tampoco caeré en la mercadotecnia barata y fútil de: tú eres el futuro de tu país, pues ni yo creo eso, lo único que sé es que me preocupa el aprendizaje. Y dando palmaditas en la espalda o frases motivacionales a los niños, no será sinónimo de que ellos aprenderán.
Pero esas decenas de miradas me han dicho que el uso de competencias es un falso y absurdo método pedagógico. Y la aplicación de las “competencias” es el enemigo del aprendizaje. El mejor recurso para saber es la memoria, y desafortunadamente se le ha desechado. Si la pretensión consiste en dejar de ser robots o máquinas programables, mediante su nuevo método no se logrará, pues éste solamente lo ha propiciado y fortalecido. Es decir, al estar frente a un grupo, hay que tomar la decisión de ocuparse y, preocuparse en y por el aprendizaje o remitirse a la ejecución de los mecanismos pedagógicos impuestos. Finalmente, esta experiencia me ha develado que la antigua educación se comprometía con la enseñanza, mientras que este nuevo camino, atiende a la ejecución de técnicas que facilitan cualquier modo de vida. Algunos quedarán satisfechos con los resultados, otros haremos lo que esté a nuestro alcance para atender a lo que verdaderamente exige compromiso. Aunque esto sea merecedor de definirnos como: “maestro indisciplinado”.  Mientras pueda poner camuflaje a la enseñanza, así lo seguiré haciendo.  


  

lunes, 22 de agosto de 2016

Indigencia de la ley

Indigencia de la ley

Cuando la ley parece ausente, se dice que se debe a una negligencia humana. ¿Qué es el estado, sino el garante de la aplicación imparcial de la ley? El estado en donde la ley es una instancia que en poco o nada garantiza la justicia es un fracaso. Es una vida sinsentido. Si la ley parece requerirse, es porque la naturaleza es muda al respecto de la solución de un conflicto político, en el sentido en que ello existe en cualquier comunidad: desacuerdos en torno a la propiedad, al salario y a lo que debe regir la acción de un ser racional, como lo es el hombre. Hay diferencia entre la ley natural y la ley positiva. No es sólo que una no pueda ser cambiada: es que ahí no existe la política. Los conflictos de las abejas y las hormigas son todo, menos política.
¿Qué otorga la validez o certidumbre a una ley humana? El conflicto en torno al matrimonio homosexual, por ejemplo, es una instancia simple en donde puede aparecernos un secreto complicado. No es anticonstitucional en sentido estricto: lo constitucional puede ser modificado, como ya ha pasado. No es en perjuicio del matrimonio ni del estado: la naturalidad del deseo homoerótico no puede ser contradicha sólo por ser un problema legal; el matrimonio “normal” no desaparece si se acepta. La base de la comunidad no es la reproducción, como tampoco lo es de la familia. La ley natural poco dice sobre ello: el amor es el conflicto eterno de la política.
La ley no sirve para prohibir, sino para guiar. Es prohibición para lo inadecuado, y todo en beneficio de quien sirve: la comunidad política. El derecho es conocimiento legal, no burocracia constitucional. Por eso la ley no es una fuerza en sentido estricto. Tampoco es necesario que se diga de la ley natural. Evidentemente, el caso de la ley humana no es la necesidad. El incumplimiento de ella lo demuestra. Si es procurada por obligación, tenemos ciudadanos abnegados; si es procurada sólo en lo mínimo, quién sabe hasta qué punto pueda decirse que viva realmente bien.

La persistencia de la violencia es la herida incurable por la que mana la sangre de la ley impotente. No hay mejor muestra de ello que el imperio del crimen y la burocratización de la política; peor es todavía si ambas comparten el poder. La brutalidad y la irracionalidad juntas. Si se dijo en algún momento que la ley era una razón para los actos es porque en ella podían “medirse”. Es decir, que uno pudiera reconocer lo prohibido a partir de lo bueno. Por un lado nos domina el miedo; por otro, el silencio eterno. Política ciega. No sorprende que, para que mantener la ilusión, se requiera cambiarles el nombre a las entidades, publicitar reglamentos de tránsito y basarse en teorías de la imagen pública, antes que resarcir el daño injusto. Esos errores que pegan en la cara cuando los sufrimos de primera mano. Los mismos errores por los que no termina el agudo dolor de una cruenta herida que sólo deja el sabor terrorífico de la muerte.



Tacitus

domingo, 21 de agosto de 2016

¿Afirmaciones incuestionables?: Notas sobre el Teeteto parte VIII



Toda afirmación sobre el hombre que afecte a su acción tiene que ver con la política. Cuando se afirma que el hombre es egoísta, significa que todas sus acciones las hará únicamente buscando su beneficio, lo que nos empujaría, en caso de que tal afirmación fuera verdad, a desconfiar de todas las personas y siempre actuar con suma cautela; si la afirmación es cierta toda amistad es falsa, el amor no existe y los grupos familiares son sumamente sospechosos. Cuando hacemos afirmaciones que presentan una descripción o una clasificación sobre el bien y el mal, mucho más si son afirmaciones generales, recaen en nuestro ideal práctico de la humanidad. ¿Quien que capte el dilema y trampa de Iván Karamázov podrá afirmar sin duda alguna que era inocente o culpable al abstenerse de actuar en pro de su padre? (Su dilema se reduce a la pregunta: ¿por qué dejar que viva quien ha sido un hombre malvado?) Afirmo que las afirmaciones generales son peligrosas, y quizá malvadas, si no se han pensado con responsabilidad. Si el hombre es la medida de todas las cosas, tanto del ser de las que son, como del ser de las que no son, esto redunda directamente en sus acciones; la afirmación, aparentemente relativa al modo de conocer humano, es política. Es política por varios motivos, principalmente porque aparentemente ensalza el poder del hombre. En el Teeteto, Sócrates usa un excelente, perenne, ejemplo para refutar lo anterior. Acepta que cada comunidad puede ponerse de acuerdo con respecto a su idea de justicia e implantarla en su misma comunidad; empero, cuestiona que decidir cualquier cosa sobre la justicia sea benéfico. La observación nos lleva a aceptar que la justicia no debe ser injusta para el hombre. Debemos replantearnos qué es lo justo. Pero, para no perdernos en diversos temas durante el diálogo, debe replantearse primero lo relativo a los principios con los cuales conoce el hombre. La máxima del hombre medida, tomada como principio del conocimiento, debe ser refutada desde sus consecuencias directas al conocimiento.

No todos los hombres pueden ser medida del ser porque hay ser con cualidades. Es decir, como hay artistas que conocen las distintas cualidades de diversos seres de mejor manera que la mayoría, como el médico en la salud del hombre o el cocinero en los alimentos, no todos pueden tener la verdad sobre todos los seres. El saber no es percepción bajo la máxima protagórica. Tampoco lo es en cuanto a que toda percepción está en movimiento, pues aunque los seres mantengan procesos, también se perciben cualidades que mantienen regularidad. ¿Podemos ver algo que cambie de lugar y a la vez cambie sus cualidades? Que ambos tipos de movimientos pasen al mismo tiempo es algo casi imposible; quizá si arrancamos una flor de la tierra y la alejamos lejos de donde pueda mantenerse siendo flor, su descomposición no tarde demasiadas horas. Pero este ejemplo nos muestra que es más rápido cambiar de lugar la flor que el tiempo necesario para su descomposición y que una de las características inherentes a la flor es que debe mantenerse en tierra o en agua para no descomponerse. No perdamos de vista que en esa parte del diálogo se está pensando la percepción y el movimiento sin intervalos de antes ni después; sin tener en cuenta al recuerdo ni al olvido, por lo que tampoco hay error o acierto; sin una relación directa con la intelección, es decir, sin que se precise en qué consiste el proceso de inteligir y relación con la percepción. Momentáneamente podemos entender algo entre tantas dudas y preguntas socráticas (espero que no sólo se escuche o se vea): la percepción no es suficiente para conocer el ser.  

Fulladosa