Detrás de su mandolina
su vientre oculta un tesoro:
el calor de sus canciones
con el que le canta a todo.
Su canto encanta a las aves,
a los peces y a los osos,
encanta con embeleso
sus oídos y sus ojos,
sus pasos y su braceo,
sus rodillas y sus codos;
sus besos que son suspiros
se le escapan amorosos.
Él la mira mientras toca
una canción, un poema
que le sale desde adentro
de la fuente de su pena
también fuente de sus rezos,
esperanzas y tristezas.
La mira como deseando
hablarle de tantos temas:
de ficciones y conjuros,
de jardines y de fieras,
hablarle de lo que siente
cuando está enfrente de ella.
Por fin le habla enmudecido
y ella contenta lo escucha.
–¡Hola, yo siempre te miro!
–¡Hola, yo soy una bruja!
–¿Bruja te dices, acaso?
Tú no me pareces una,
me pareces más un ángel
bailando en una burbuja.
–Bruja soy, bruja me siento,
y en mi boca se conjura
el sortilegio del beso
que te lancé entre la bruma.–
–¿Cómo es eso, me has besado?
¿Me has dado un beso invisible?
–¿Cómo crees que tu mirada
sobre de mí se desvive?
Te he hechizado, ahora lo sabes,
tu simpleza al fin se extingue:
audaz tu siempre me miras
aunque yo nunca te mire.
Sin embargo, sí te miro.
Mi mirada vuela y vive
en tu discurso secreto,
en tu boca fuerte y firme.–
Tras el hechizo él se escapa
a dejar volar sus sueños
por la atmósfera y las nubes
que juntas forman el cielo,
cielo bien delimitado
por el alma y por el cuerpo.
Él pide que ella le cante,
ella le canta un bostezo,
él le pide que se duerma,
ella lo duerme en su lecho,
él se vuelve mandolina
que ella toca con sus dedos.
Centinela del tesoro
es él después de la magia.
Con magia accede a su viento
como quien abre una caja
de obsequio de aniversario.
Dentro de su vientre se alza
el triunfador centinela
pues por fin llegó a su alma,
llegó hasta sus sentimientos,
llegó hasta donde la fragua
funde el canto y el sonido
en una sola navaja.
Navaja que todo talla
en el barbecho del ritmo,
Trabaja todos los días
por sembrar un nuevo himno,
himno que, mágico suena,
suena a mágico silbido
salido de la armonía
del misterio del hechizo.
La muchacha mandolina
y el muchacho enmudecido
han creado una sinfonía,
han inventado el sonido.
Él le dice que la ama,
ella le dice un 'te quiero’,
él le regala una rosa,
ella le regala un bello
rizo de delgado oro,
de los que adornan su cuello,
él le da todo su canto,
ella le ofrece su pecho,
él toca una melodía,
ella le canta en un sueño.
El romance se termina
cuando al fin existe el beso.
Talio
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