Yo quiero ver que Dios te dé el regalo
de una lengua que diga las palabras,
no importa si es francés, inglés o galo.
Yo quiero ver cuando tus fauces abras
para alcanzar el habla temblorosa
que deje en mí sus heridas macabras.
Yo quiero ver que digas una prosa
donde me expreses esos malestares
secretos para mí como una fosa.
Me siento mal haciendo malabares
al intentar buscar en tu mirada
palabras que me digan tus pesares.
Miro en tus ojos y no encuentro nada
que no sea llanto por mirar tu muerte
tan cerca de tu vida despistada.
En mi cabeza pretendo entenderte,
mas en mi pecho cae una tormenta
ladrándome que pronto he de perderte.
Se ha desmayado tu mordida hambrienta
para comer tus últimos bocados,
para poder comer tu muerte lenta.
No quiero decidir sobre los dados
si tu muerte o tu vida son valiosas.
No quiero ver tus ojos apagados.
Quisiera hablar contigo tantas cosas
como en aquel coloquio de Cervantes,
y distinguir las feas de las hermosas.
Destrúyanse las lágrimas gigantes
que brotan de mis ojos. Tú aún no mueres
pero tu muerte duele desde antes.
En tu silencio obligatorio hieres
a todas las palabras siempre mudas,
pues creo que ellas dirían cuánto me quieres.
Prefiero disipar todas mis dudas
imaginando que tu alma es la mía;
las cosas del amor no son absurdas.
Jamás olvidaré las alegrías
al mirarte corriendo por el cerro.
En mis brazos cachorro te dormías.
Aunque no seas igual, eres mi perro.
Glauco
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