Presentación

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sábado, 20 de abril de 2019

Los sueños

Los niños sueñan ser grandes
y los grandes con ser niños,
ambos sueñan con cariños
de esos que en lo alto se blanden
y hacen que los sueños anden.
Los niños sueñan que vuelan
y los grandes se consuelan
con soñar que hay un camino.
Soñar es nuestro destino,
aunque el destino nos duela.

Sueña amores la mujer
y sueña amores el hombre,
y tras sus sueños se esconden
los secretos del querer.
Los sueños los hacen ser
una multitud de amantes:
los caballeros galantes
y las damas delicadas.
De tantas cosas soñadas
el amor es lo constante.

Quizá también sueña el perro
que no es distinto al humano,
que reconoce a su hermano
y que llorarán su entierro;
sueña que el collar de hierro
no lo ata ni lo esclaviza,
el collar lo formaliza
como parte de la casa.
El sueño del perro pasa
incomprensible, de prisa.

El malo sueña maldades
de bondades disfrazadas,
y las bondades soñadas
por el bueno son mitades
de verdaderas bondades.
¿Cuál es malo y cuál es bueno?
Ambos llevan su veneno,
unos fuera y otros dentro.
Lo que llevan en el centro
es la voluntad del sueño.

Sueña el sano que está enfermo
y el enfermo que está sano.
Con sólo estirar la mano
florece el terreno yermo
y en ese sueño me duermo.
Es mejor poder creer
que en realidad puede haber
una herida que no mata.
En el sueño se desata
la muerte y el padecer.

Sueña Dios que obedecemos
a vivir con caridad,
mas buscamos la verdad
y al buscarla nos perdemos.
Qué vivimos, no sabemos,
tampoco lo sabe Dios,
en una lucha feroz
de divina voluntad
y de humana libertad
está el sueño de los dos.

Adán se quedó dormido
por la mano del señor.
De su costilla el amor
hubo en su sueño surgido:
el matrimonio ha nacido.
Mas un sueño y nada más
es donde todos están.
No es real lo que vivimos
pues todo lo que sufrimos
fruto es del sueño de Adán.

Glauco

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