Debes saber desde ahora
que ha comenzado la guerra.
Todo cae sobre la tierra
después del fuego que llora
desde la ametralladora.
Caen los plomos entre guiños
hasta en mujeres y niños,
caen con ellos los pesares,
dejando secar los mares
de quereres y cariños.
Se vuelve héroe el asesino
y es un cobarde el cristiano.
Aquí nadie da la mano
ni da nortes del camino.
La bala tiene un destino
y es que no acabe la lucha,
que la desgracia sea mucha,
que todos los hombres luchen
por luchar y no se escuchen,
hasta que todo destruyan.
Entre gritos inaudibles
y silencios estridentes,
quedan los hombres dementes,
derrotados e irascibles,
en la bondad imposibles.
Deshechos en el dinero
sin fin y sin derrotero,
hombres-soldados-despojos,
se pierden ante los ojos
del humilde limosnero.
No termina la batalla
y nunca terminará;
jamás empieza la paz,
la guerra la tiene que raya.
Si por siempre la paz calla,
no habrá un lugar para ella.
Necesaria es la querella
entre la paz y la guerra
para decir que la tierra
es una morada bella.
Lástima que la belleza
lucha para no luchar
y no-luchando ha de estar,
siendo por siempre la presa
de la guerra y su fiereza.
Si he de morir, que me mate
el vaticinio del vate:
que muera como yo quiera,
que como quiera me muera,
pero que muera en combate.
Glauco
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