Presentación

Presentación

miércoles, 26 de junio de 2019

De mis poetas...

Igual que una manzana que se muerde,
recuerdo la primera vez que tuve
un poema,y me hace que recuerde
que fui ascendiendo suave hasta las nubes
diciendo "verde que te quiero verde"
y hasta llegar al clímax me detuve.
Fue lo más excitante, lo más rico,
poder haber leído a Federico.

Recuerdo el primer viaje en caracol,
ese lento molusco galopante.
Viajando por las playas, bajo el sol,
fuimos viajando siempre hacia adelante.
Poema del más infinito amor
que me mostró al amado y no al amante.
Sentí a ese caracol cerca y muy mío,
pero fue siempre de Rubén Darío.

Confuso de envidia y admiración,
me volví todo y uno en el relato
de la vida de un grato corazón
que fue formado en este mundo ingrato.
El verso alejandrino es descripción,
es base de tu rostro, tu retrato.
Si otro nombre pudiera haber llevado
quisiera que fuera Antonio Machado.

En un sueño que quise lo que quiero
me vi enfrentado solo contra el mundo;
elegí la poesía sobre el dinero
creyéndome, en mi sueño, alguien profundo.
Me abrió la vista un verso muy sincero
salido del decir de Segismundo:
en realidad los sueños sueños son;
la vida es sueño dice Calderón.

En épocas de niño habría querido
memorizarme versos juguetones
y no versos de un corazón herido,
oscuro, derramado y sin razones.
De niño me habría sido divertido
saberme el poema de Los ratones;
me fascina la forma en la que juega
en octasílabos Lope de Vega.

Amor de vagabundo, amor errante,
amor de caballero, amor de conde,
el amor del pobre y del elegante
es el mismo que en el pecho se esconde.
Se pregunta qué fue del rey galante,
pregunta, también, cómo, cuándo y dónde.
Requiero que ese amor alguien me explique
pues no me lo explicó Jorge Manrique.

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es un decir que digo y no comprendo;
como explicar que estoy enamorado:
lo sé, lo digo, pero no lo entiendo.
En un soneto escrito con cuidado
se dijo lo que no puede estar siendo.
Ese soneto es del amor el credo,
escrito por Francisco de Quevedo.

Nunca antes en mi vida había leído
el gran dolor que una abnegada esposa
clama de amor sincero a su marido.
Hablaba a las montañas y a las rosas
de cómo su marido se había ido
llevándose de ella tantas cosas.
En el final lograr encontrar la luz
cómo lo hizo San Juan de la Cruz.

¡Ay, ay, ay, ay! Se gritan los pesares.
¡Ay, ay, ay, ay! Se gritan los amores.
¡Ay, ay, ay, ay! Se callan los hablares.
¡Ay, ay, ay, ay! Se se callan los dolores.
De dicha y de dolor son los cantares
de amor que sueña sombras y colores.
La libertad realista es el humor
del verso de Ramón de Campoamor.

Sonetos, sonetos y más sonetos
salieron de la cultura argentina.
La erudición le trajo grandes retos
a la lectura de esta poesía fina.
Versos endecasílabos discretos
se incrustan cual el oro en una mina.
Mil libros, mil palabras, mil derroches
están en biblioteca de Borges.

¿En qué momento alguien pide llorar?
¿Cómo es que son los ojos más inmensos
para tener más lágrimas que el mar?
Debe ser necesario amor intenso
para mirar más hondo que el pesar.
El llanto es el final y es el comienzo.
En las penas de amor el dolor arde;
sabe más del dolor López Velarde.

Con música adornando su poesía
le canta a las pasiones y a los miedos,
le canta a las desgracias y agonías,
le canta a las niñas y a sus enredos.
Si yo fuera como él le cantaría
a todo lo que existe, hasta a los dedos.
Yo sé que el poema se puede cantar
por boca, ritmo y pluma de Serrat.

No cesa nunca el rayo que no cesa
de hacer en mi memoria un sentimiento
cierto que no libera sino apresa.
Estoy atado al rayo en su tormento
por un amor que me acaricia y besa
como nadie lo ha hecho en otro momento.
Mi amor ya no es el mismo que era antes
por el rayo que ata a Miguel Hernández.

Glauco

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