Para poder sumergirse dentro de
las vicisitudes de un corazón endurecido sobre uno de los escenarios más ruines,
basta con adentrarse en la historia que se presenta en El Archipiélago en
llamas, de Julio Verne. En esta novela se nos ofrecen, mediante la guerra
de Independencia de Grecia, los sucesos acaecidos a Nicolas Starkos. Sin embargo,
aún cuando éste ostenta el papel de protagónico en la trama, resulta que su
madre, por el contrario, es quien se adueña de aquel título realizando una
hazaña heroica en particular: el perdón de un criminal.
Esta es una de las pocas novelas
que no versan sobre invenciones científicas o de lugares ignotos alrededor del
globo. Claro que existe una extrema minuciosidad al momento de trazar las rutas
de los navegantes, así como la descripción sucinta de los paisajes del
archipiélago en el Mediterráneo (de ahí el lugar con el que se bautiza la historia).
Pero no por ello le resta importancia en la narración de los hechos. Se
desarrolla entre 1828 y 1829, cruzándose con la gran batalla de Navarino, en la
que perecieron muchas flotas otomanas. Plantear este escenario es vital, porque
así se colocan las piezas de quiénes son los aliados (los franceses con los
griegos) y, preciso es señalarlo, el papel que juegan los particulares en las
guerras.
Es común identificar a los hechos
históricos como meros datos aglutinados de fechas y lugares, pero se nos olvida
que son personas de carne y hueso quienes, en el desarrollo de ese magno evento,
tuvieron un tiempo y lugar específicos en los que tomaron decisiones y les
acaecieron controversias internas. Para mostrar esto último, Verne se hace de
la figura de un pirata, a la vez conocido y desconocido, que también hace de traidor
y enemigo vendiendo esclavos como fruto de la guerra para simplemente
enriquecerse. El cauce de los hechos lo lleva en poder hacerse de un inmenso
lote por la muerte de uno de sus comparsas, el banquero Elizundo, pues
comprometiéndose con su hija (Hadjine) la herencia de ésta pasaría a manos del
pirata.
El destino hizo que Hadjine se
enamorara de un francés, Henri d’Albaret, por lo que rechazaría al pirata y
haría con los millones de su padre su propia hazaña: liberar esclavos como
fruto de la guerra. Puesto que el viejo Elizundo y Nicolas Starkos hicieron su
fortuna por medio de la venta de esclavos, la heroína redimió las acciones del
padre libertando almas destinadas al suplicio. A su vez, Andrónika, madre del pirata,
quien mostró una valentía sin igual en el desarrollo de toda la guerra, luchando
por la libertad de su patria antes que la de ella misma (cualidad única del
ciudadano), es quien redimirá las acciones del hijo. Lo singular es que lo hace
no por medio de la violencia, ni la diplomacia (Hadjine, antes que libertar a
los oprimidos le preocupaba limpiar su propia imagen), sino por medio del sacrificio,
es decir, ofreciendo su propia vida en un intento desesperado por salvar la de
su hijo, el traidor de su patria.
Como se ve, es muy difícil conciliar
hasta qué punto la voluntad de un individuo (Adrónika) se liga con la voluntad
general (patria), porque los intereses quizá nos parezcan disímiles en la
superficie. Ejemplo de ello está en los fines que buscan los comerciantes,
piratas, banqueros y marineros en la novela, sacando ventaja del conflicto político.
Porque en el fondo la relación de la patria con todos sus ciudadanos parece ser
la misma que sostiene una madre con su hijo. Si esto no fuera así, no habría cabida
a ese pasaje inicial de la novela donde Nikolas Starkos regresa a la casa paterna
por última vez, como aquel último deseo de ver lo que a uno le ha cultivado cuando
niño (el regazo de una madre/el país donde nació) y en donde, al encuentro furtivo
con su madre, es rechazado imperiosa y oprobiosamente por ésta. Momentos después
de que partiera el hijo, la madre prende en llamas la casa paterna, no sin antes
maldecir al pirata.
Sin la singular acción heroica
emprendida por Andrónika en la batalla de Escarpanto, poco antes de que su hijo
muriera a manos de un ciudadano griego, es decir, recibir el perdón de la madre
intentando salvarle la vida por haber traicionado a su patria, se hace visible
que las llamas acaecidas en el Archipiélago no son la de los cañones u obuses
en la guerra, sino de aquel rincón a veces ignorado por nosotros y que quizá
sólo apreciamos hasta convertirse en cenizas: el hogar y la patria.
Aurelius
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