Quiero arrancarte las nubes internas
y que se haga de fuego la humedad,
que en ella nacen las horas eternas
donde cada gotita se hace mar;
ser ebanista de tus fuertes piernas,
ser acto y ser testigo del final.
Cada minuto los besos germinan:
tú tierra, tú sudor, tú sembradío.
Cada minuto los besos terminan:
yo fuego, yo vapor, lote baldío.
Cada minuto el estro alucina
entre aquello que es tuyo y lo que es mío.
Y cada vez
que se enredan tus pies
con mis pies y el abrigo,
y tú me ves,
sin temer al después,
rechazando el respiro,
nace el amor
entre sexo y calor
desahuciando al destino.
Te vuelves agua, placer y veneno,
infierno y paraíso y confusión.
Me vuelvo lluvia, el rayo y el trueno,
de la pasión del cielo desertor.
Somos lo propio y somos lo ajeno
de aquel misterio que se llama amor.
Glauco
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