Sin voz, sin paz, sin miel, sin sombra al suelo,
sin ojos, sin pestañas y sin cejas,
cambiado por un plato de lentejas,
largué mi herencia. Ya no quiero cielo
Mirando a la Gorgona tras un velo
deseé ser uno más con las ovejas.
De tímida vergüenza hice las rejas
que atrapan mi sentir de sal y hielo.
Decir que soy sería un refrán incierto,
un mito mal contado, una leyenda
donde el café no muere en la molienda.
Decir que soy supone un verso muerto,
un verso sin lector, con corazón,
un verso solo en una habitación.
Glauco
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