Tumbado en la pared de un laberinto
un libro se atracó de lo olvidado;
las palabras se pierden por instinto
como un niño llorón en un mercado.
En las glaucas paredes del recinto
muy poquitas palabras han quedado,
enmohecidas por imaginaciones
de complejas e ignotas variaciones.
El libro con sus miles de vocablos
marchitó el devenir del diccionario,
del Corán y el Tanaj, llenó de diablos
las míticas paredes del santuario,
convirtió las palabras en venablos
lanzados a morir por Sagitario.
En el libro te pierdes y me pierdo;
laberinto perpetuo es el recuerdo.
Glauco
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