se sumó el inasible de inasibles,
el de los vaticinios indecibles,
el llamado primero, el dios Proteo.
Oculto hecho marea entre la marea,
urgía no sentenciarle al rey astuto
cómo habría de volver, mas fue absoluto
que el cuento titulábase Odisea.
Quizás de no llamarse de ese modo
habría quedado oculto el viejo dios,
con el silencio aliado de su voz.
Así, aunque no sabemos, pasa todo:
se dicen los silencios y se callan
conceptos que en el agua sólo fallan.
Glauco
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