Cada vez que te he mirado,
he mirado a alguien distinto.
Tu pecho es un laberinto
que el minotauro ha minado:
senderos que me he olvidado
pensando en tu corazón.
Espero por la ocasión
de andar contigo la senda
donde tu pecho se encienda
como sueño de Asterión.
Me llamo como el instinto
y tú te llamas igual.
Tu nombre es tan natural
como lo es el vino tinto.
Tu nombre es el laberinto,
la guerra, la bendición,
el intento, la oración,
la palabra y el jamás.
Podré descansar en paz
en las sendas de Asterión.
Glauco
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