Presentación

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lunes, 21 de diciembre de 2015

Nosotros escribimos



Escribir, sin duda alguna, es una actividad puramente humana y su importancia está más allá de los recordatorios. Pensar en la importancia de esta preciosa aunque olvidada actividad nos remite a pensar en el propósito que tiene la escritura, es decir en ese para qué. Y es que para quien le da importancia al escribir la causa de sus pininos literarios puede ser cualquiera, siendo la ceguera de uno mismo lo que me preocupa, pues esto nos conduce por nuevos derroteros insospechados, quizá errados, quizá acertados, pero nunca por voluntad, y una actividad humana sin voluntad lejos está de humanizarnos. Es simplemente cuestión de caminar por la senda de la búsqueda del camino recto, pero habrá que ver más a detalle cuál podría ser la buena causa.
            En la escritura se ven incluidas un sinfín de características que nos hacen saber más y más que de a de veras que es un quehacer puramente humano, como ejemplos podemos ver que hay quienes buscan tener un precioso estilo, otros que buscan tener una esplendorosa claridad en sus decires, otros que buscan dejar estupefactos a sus lectores, etc., etc. Cada ejemplo nos deja ver que sólo los hombres buscamos la belleza, el ejercicio y perpetuidad de la razón y/o trascender eternamente, entre otras cosas. Sin embargo, entretenerse buscando darle realce a una u otra característica nos impide buscar hacernos mejores hombres, pues no la pasamos buscando darle placeres, del tipo que sea, a los lectores y a nosotros (entendiendo el placer en su sentido más moderno). Dudo mucho que Miguel Hernández en las cartas a su esposa haya querido deleitarla con sus maravillosas figuras literarias, o le haya querido poner en un estado sumamente reflexivo, o peor, dejarla anonadada con su sapiencia. Creo más bien que él trataba de expresarse a sí mismo para que su esposa, un ser que le es todo suyo, supiera de ellos dos y de lo que los hace uno solo a pesar de las rejas que les separaban. De igual forma dudo mucho que Aristóteles se sintiera el mesías de la razón, la buena vida, la belleza y el conocimiento, aunque tampoco creo que escribiera por escribir; los motivos que lo llevaron a hacerlo me son más oscuros. Y por último, dudo muchísimo que Dostoievski se haya propuesto analizar toda alma habida y por haber. Son bondades de la creación el que haya hombres que puedan escribir de tal manera, ayudándonos a ver más allá, pero también son bondades de los hombres el querer escribir porque quieren saberse, compartirse, darse, etc.
            Con todo lo anterior no quiero decir que sea  malo preocuparse por hacer reflexionar a los demás, o que sea malo buscar la claridad –por supuesto que no–, pero sí quiero decir que no siempre se escribe con esas miras, pues no siempre somos tan brillantes como para darle a los demás qué pensar, quizá sólo les queremos hablar porque nos importa hablar con ellos, aunque no sepamos completamente para qué, pues somos seres más inmediatos que premeditados, talvez sólo queremos decirle a los amigos lejanos cómo estamos, y en el proceso hacernos de nuevos amigos. Si siempre escribimos para pensar, espero que siempre vivamos para escribir, y si siempre vivimos para escribir, espero que siempre vivamos para el bien, pues el que escribe con ese deseo, más allá de ser un gigante de la conexión bioeléctrica, una flor en tierra yerma o un obelisco omnipresente, será un hombre con amigos, con vida, es decir: escribimos para nosotros y para los otros, pues la escritura nos hace iguales y en esa igualdad encontramos algo más que nuestra propia mirada. A lo mejor sólo hace falta que queramos abrir un poquito más los ojos, más allá de nuestra deslumbrante luz.
            Escribir es ser, pero no sólo escribir.


Talio

           Maltratando a la musa

                Noche de paz

Fiestas han comenzado y hay comida
deliciosa que nos llena la barriga
de algo más que suculentos manjares;
de esperanzadoras felicidades.

El frío acaricia los rostros de amigos
que, contentos, se cierran los abrigos
mientras beben cálidas bocanadas
de risas y tristezas ya pasadas.

Las cabezas blancas rezan y piden
que, en la guerra, aquellos que sufren
encuentren en esa brillante estrella

la fuerza para dejar la querella.
Los niños nos recuerdan la caridad.
Esta es noche de paz, es Navidad.

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