A menudo el mucho prometer
resulta peligroso, ¿cómo saber si los objetivos serán cumplidos? Además, “lo
prometido es deuda” y las deudas son obligaciones. Hay quien recomienda no
hacer las promesas hasta que no se encuentren realizados los cumplimientos.
Pero a veces el discurso no se acomoda y quiere ser antes prometedor que
cumplidor. Quiere darse a querer, hacerse el interesante. Y se distrae y vaga
por aquí y por allá como buscando excusas, haciendo tiempo, estirándose para
llenar el espacio. No sabe dónde debería ir, pero se empeña en llamar la
atención y hace promesas que tal vez no cumplirá. A veces, logra realizarse
aunque con mucho esfuerzo y tortuosamente. Se encuentra muriendo de fatiga y
aún así se expone con cierto orgullo, intentando ocultar que casi desfallece y
termina con un suspiro de alivio por el éxito mediano o grande. Otras veces no
tan afortunadas, termina por renunciar y acaso (avergonzado) acepte su fracaso
y busque una manera de disculparse. Tal vez reviva su vicio de prometer y esta
vez prometa volver algún día con una solución, con una compensación. Incluso es
posible que termine abruptamente sin dar ya razón ni palabra siquiera, como
quien, enfurecido por la frustración, abandona la discusión y se marcha de
repente con la frente fruncida.
∷∷∷∷∷∷∷∷∷∷______________________∷∷∷∷∷∷∷∷∷∷
Y
por cierto (como quien no quiere marcharse):
Ésta será la última vez que les
dirija una palabra o letra en el año, así que quiero aprovechar el momento para
desear a todos un gran año, lleno de felicidad y aciertos.
Hasta pronto.
L. Pulpdam
No hay comentarios:
Publicar un comentario