El olor a pino, parpadeo de
luces de colores que iluminan los techos de las casas, múltiples adornos,
dulces, coronas de adviento, entre otros símbolos que caracterizan estas
fechas, indican el inicio de Navidad. Para la consideración de algunos, es una fecha
de tranquilidad y de buenos deseos. Para otros es recordar y, mantener la
tradición, del nacimiento de una “deidad antropomorfa”. Otros disfrutaran de la
compensación económica que merecen y, aprovecharan las ofertas que están al por
mayor. Pero habrá quienes consideren esto como la época de lo hipócritas. Cada
uno tiene su propia esfera que lo define. Es decir, para los que viven y
mantienen la tradición de estas celebraciones, entrarán en la esfera de los que
poseen “espíritu navideño”. Sin embargo, aquellos que rechacen ser participes
de esto estarán en la esfera del Grinch:
adjetivo adjudicado, arbitrariamente, para definir la indisponibilidad para
compartir y festejar. Sea como sea, todas las esferas son partícipes en la
decoración de este árbol, de esta celebración.
No obstante, lo que entre deja
ver estas fechas decembrina es que siendo una época de propiciar “buenos
deseos”, la cotidianidad dista de ello. Los religiosos no se cansan en insistir
que “Cristo debe nacer en nuestros corazones”. La mercadotecnia no pierde
oportunidad en lanzar ofertas al por mayor. Los aguinaldos parecen ser
destinados a cumplir expectativas. Los hospitales no dejan de recibir enfermos,
lo mismo ocurre con los reclusorios; a diferencia de aquéllos, éstos padecen la
enfermedad de ser víctimas. Y entre contrastes y opuestos se distingue esta
fecha. Sin embargo, lo que se ve, se vive, no es cosa de Navidad o de otra
celebración, es nuestra vida. En alguna ocasión escuché decir a una señora:
“para mí no hay Navidad, todos los días son iguales” y ¡Cuánta razón tiene!
Asumir de esta manera las celebraciones navideñas expresa mucha sinceridad.
Las luces, el dinero, el olor a
pino y demás símbolos envolverán en una gran envoltura de papel celofán,
nuestra cotidianidad. Donde a través de ella se puede ver, pero de una manera
decorada, “bonita”, si es que esta definición existe. Tal vez por ello le
llamen la época de los hipócritas. Aunque, cabe señalar que sólo he mencionado
banalidades que distinguen esta celebración. Me he olvidado del acontecimiento
del cual subyacieron toda esta clase de hipocresías, del nacimiento de Cristo.
El cuento es muy conmovedor, la intención de principio es noble al pretender
propiciar buenas acciones, esto puede ser aceptado por la mayoría. Pero ¿se
trata sólo un cuento más? No podría responder. Lo que sé es que es necesario
comenzar a ser sincera conmigo misma para lograr vivir la Navidad: no me
refiero a fortalecer los hábitos de esta tradición, sino la causa de la que
infieren frivolidades, tomarme con seriedad esta fecha, decir algo
de este día sin remitirlo a cosas inverosímiles.
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