Presentación

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jueves, 15 de diciembre de 2016

Esferas en el árbol

El olor a pino, parpadeo de luces de colores que iluminan los techos de las casas, múltiples adornos, dulces, coronas de adviento, entre otros símbolos que caracterizan estas fechas, indican el inicio de Navidad. Para la consideración de algunos, es una fecha de tranquilidad y de buenos deseos. Para otros es recordar y, mantener la tradición, del nacimiento de una “deidad antropomorfa”. Otros disfrutaran de la compensación económica que merecen y, aprovecharan las ofertas que están al por mayor. Pero habrá quienes consideren esto como la época de lo hipócritas. Cada uno tiene su propia esfera que lo define. Es decir, para los que viven y mantienen la tradición de estas celebraciones, entrarán en la esfera de los que poseen “espíritu navideño”. Sin embargo, aquellos que rechacen ser participes de esto estarán en la esfera del Grinch: adjetivo adjudicado, arbitrariamente, para definir la indisponibilidad para compartir y festejar. Sea como sea, todas las esferas son partícipes en la decoración de este árbol, de esta celebración. 
No obstante, lo que entre deja ver estas fechas decembrina es que siendo una época de propiciar “buenos deseos”, la cotidianidad dista de ello. Los religiosos no se cansan en insistir que “Cristo debe nacer en nuestros corazones”. La mercadotecnia no pierde oportunidad en lanzar ofertas al por mayor. Los aguinaldos parecen ser destinados a cumplir expectativas. Los hospitales no dejan de recibir enfermos, lo mismo ocurre con los reclusorios; a diferencia de aquéllos, éstos padecen la enfermedad de ser víctimas. Y entre contrastes y opuestos se distingue esta fecha. Sin embargo, lo que se ve, se vive, no es cosa de Navidad o de otra celebración, es nuestra vida. En alguna ocasión escuché decir a una señora: “para mí no hay Navidad, todos los días son iguales” y ¡Cuánta razón tiene! Asumir de esta manera las celebraciones navideñas expresa mucha sinceridad.
Las luces, el dinero, el olor a pino y demás símbolos envolverán en una gran envoltura de papel celofán, nuestra cotidianidad. Donde a través de ella se puede ver, pero de una manera decorada, “bonita”, si es que esta definición existe. Tal vez por ello le llamen la época de los hipócritas. Aunque, cabe señalar que sólo he mencionado banalidades que distinguen esta celebración. Me he olvidado del acontecimiento del cual subyacieron toda esta clase de hipocresías, del nacimiento de Cristo. El cuento es muy conmovedor, la intención de principio es noble al pretender propiciar buenas acciones, esto puede ser aceptado por la mayoría. Pero ¿se trata sólo un cuento más? No podría responder. Lo que sé es que es necesario comenzar a ser sincera conmigo misma para lograr vivir la Navidad: no me refiero a fortalecer los hábitos de esta tradición, sino la causa de la que infieren frivolidades, tomarme con seriedad esta fecha, decir algo de este día sin remitirlo a cosas inverosímiles.  


   

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