Presentación

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jueves, 9 de febrero de 2017

¡Día de insultos!

Se aproxima uno de los días más celebrados en el año y, es sin duda alguna el catorce de febrero. Día aprovechado por la mercadotecnia para prostituir la falsa concepción del amor y la amistad. No caeré en la frase de cualquier día del año es bueno para celebrar al amor o a la amistad. Pues esto me parece un fallido intento de justificación por parte de quien aún no comprende algo al respecto. Pero con ello no quiero decir que quienes son partícipes de tal celebración hayan comprendido algo. Intentaré explicarme con claridad: el amor y la amistad son condiciones humanas, no requieren celebración, no hay necesidad de hacerlo. Pues por el simple hecho de amar y ser amigos, es una fiesta en el corazón de cada uno.
Es decir, no es forzoso obsequiar regalos o aceptarlos para demostrar que se ama o que se tienen amigos. Pues incluso hay ocasiones en las que se observan bastantes muñecos de peluche o tarjetas arrumbadas en el armario y, ni si quiera se recuerda de quien provenían. Me parece que los regalos son un insulto al corazón. La intención al obsequiar algo es un tanto egoísta e hipócrita: ya que sólo prueba el remordimiento de conciencia o el vacío que hay en el interior. Quienes osen en considerar que los regalos compensan el desinterés, las palabras que no se han dicho o las que se dijeron pero sólo hirieron: no han entendido nada. Esas personas son la prueba de que el autoengaño es posible y lanzan una cortina de humo al obsequiar alguna baratija para enmendar la culpa. Se engañan que son amados por su amante o amigos. Creen que son perdonados por tener alguna intención aparentemente amable. Esconden detrás su ego al regalar ostentaciones para impresionar, por eso son insultos al corazón.

El amor y la amistad no se reducen a demostraciones con objetos. Ambos son asuntos del corazón. La residencia para estas dos condiciones está en el pensamiento y la memoria. La convivencia, el trato afable, sonrisas, disgustos, lágrimas, arrepentimiento, confianza y, demás cualidades que nos hacen ser humanos, son pruebas de nuestra sensibilidad. Y ésa nunca se sustituirá. Las flores se marchitan. Las tarjetas se tiran o se arrumban. Los muñecos se avientan en lo más recóndito del armario. Los autos se devalúan o se destruyen. Los dulces y la comida se digieren. Los objetos se olvidan, si se corre con suerte, se le otorgará algún significado. Pero pese a este afán y la insistencia de regalar chunches, éstos siempre remitirán al recuerdo de alguien. De manera que es preferible ser recordado sin la necesidad de ver aquel objeto que se llegó a regalar. Es deseable permanecer en la memoria de los amigos y, que al ser recordada dibuje alguna mueca en sus rostros. 

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