Presentación

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martes, 25 de abril de 2017

La palabra muerta (Reflexiones en torno a un Nombrador mudo)

La palabra muerta es aquella que alguna vez tuvo vida, de lo contrario jamás habría muerto. Entonces preguntamos por cuál sea la vida de la palabra y ahí se nos vienen muchos problemas. En realidad nosotros no le damos vida a la palabra, ésta ya la tiene desde su propia existencia. El problema radica, quizá, en el sentido que nosotros le damos, justo porque no todos compartimos las mismas opiniones ni creencias. De modo que tenemos dos preguntas: ¿por qué interesarnos en la pluma de otra persona? y ¿para qué escribo?

A la primera cuestión no es tan sencillo responder. De la respuesta que demos a tal cuestionaminento derivan nuestras concepciones de comunidad, conocimiento y, creo, compasión. Yo me fijo en la persona de al lado no porque me ayude a reflexionar y profundizar mis propias creencias, ideas o convicciones, sino porque me interesa su bienestar y aprecio su compañía. De hecho, nos rodeamos con los mejores porque creemos que en realidad lo son, ¿cómo saber esto último? Buscamos compañía porque gozamos el tiempo compartido. Compartir el tiempo es tan invaluable que ni siquiera sabríamos cómo tasar su valor. Tanto la amistad y el amor son todo un misterio cuando le preguntamos al amigo, ¿cómo es que llegamos a ser tan amigos? No hay respuesta para ello, pues no se puede trazar un origen de algo que es infinito en el tiempo. Habrán razones y excusas, pero no teorías ni pruebas feacientes. La amistad no se ve con los ojos.

De la segunda en ocasiones es fácil responder. Así como solemos ver fotografías para evocar nuestros recuerdos, así podría rememorar cada Nombrador mudo en saber trazar el origen de su pluma. Siempre que haya una pizca de amor y bondad dudo mucho que las palabras expresadas en este blog lleguen a estar muertas. Quizá esta sea otra característca del Nombrador, que sólo habla para sí mismo. En el fondo sí, hablamos para nosotros, porque también buscamos clarificar nuestras ideas, pero el hecho de hacerlo en comunión implica que también puedo asombrarme con las ideas de otros. No existe la "última palabra", ya que siempre habrá algo qué decir, desde lo más nimio hasta lo más sublime. Escritores van y vienen, pero la palabra siempre vive, nunca tendrá un final siempre que haya un alma lo suficientemente sensible que, volteando al cielo, no pueda decir "¡qué bello es el cielo!".

Si algún Nombrador ya no tiene nada que decir, ya no escriba, deje morir ese cacho de vida que se nos ha regalado por parte del Creador. Al final del día, yo preferiré ver a mi amigo o a los ojos de mi amada en mis últimos momentos, es que soy tan humano que no me perdonaría el no verlos una vez más. Nombradores, hay que ser amicus protectio fortis (fuerte por la protección de los amigos), ¿no acaso esa fue una de las razones de la cólera, y cierta debilidad, de Aquiles?  


Aurelius

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