¿Por
qué tu interés por conseguir libros que ya no se leen? Tú que eres muy joven ¿a
caso posees un alma vieja?
Si por alma vieja se hace referencia a
leer escritos de siglos atrás, entonces sí la tengo. Sin embargo, aquella
pregunta escondía una intención; éste es referir que conviene más leer lo que
se publica en nuestra época, nuestro tiempo, lo sucedido en nuestro ahora. Y
¿lo qué se escribió tiempo atrás nos resulta ajeno? ¿Los hombres que se
describen en las novelas clásicas dejaron de existir? ¿Las pasiones expuestas y
explicadas a detalle son cualidades de los personajes nefelibatas? ¿Será cierto
que el hombre evoluciona y, por ello puede distinguir que no es el mismo entre
una época y otra? ¿Dejó de ser sensible?
El hombre es el más
grande enigma en este mundo. Definirlo resulta pretencioso y, sólo conduciría a
enumerar una lista de calificativos que no esclarecerían la respuesta. No obstante,
el hombre es y será hombre. Es decir, la sensibilidad en él lo distingue, siendo
ésta alguna de sus máximas cualidad. Somos sojuzgados a las pasiones. El cómo
hacemos mención de ellas es la única variable; aunque no del todo, ya que
siempre recurrimos al único recurso que tenemos, a la palabra. Sea en lienzos,
papiros, papel, hojas de cuaderno, confesiones, canciones o demás medios, la
palabra siempre intenta exponer lo que acaece en el corazón de los hombres.
Quizá pueda decirse que
lo sucedido en los libros es ajeno a la
vida real. Pero tal consideración es un muro de titanio que se levanta para
negar esa sensibilidad. De ahí la insistencia que el hombre no cambia. Ama,
odia tiene sed de venganza, se arrepiente, sucumbe a sus debilidades, intenta
tener dominio de sus actos. Y todo ello no son cualidades de caballeros o
damiselas del siglo pasado. La sensibilidad en el hombre lo conduce a padecer
el más glorioso de los regocijos o a languidecer en tormentos. Pero no hay
hombres de época, siempre hemos sido los mismos.
Si bien es cierto que
las circunstancias cambian, no subyace que la sensibilidad del hombre lo haga de
igual forma. Entonces ¿por qué no amamos con esa intensidad como se describe,
por ejemplo en el romanticismo? ¿Por qué aún se sigue considerando que los
personajes de las novelas, por ejemplo, son meramente eso, personajes
ficticios? Existe confusión al respecto. Primeramente, conviene considerar que
no hay hombres de época. En ese sentido el hombre al ser sensible es pasional.
Las pasiones no se miden, no es que unas sean más intensas que otras, de ahí
radica la confusión. Las pasiones dominan y rigen el actuar de cualquier
hombre, en el tiempo o época que sea.
Sin embargo, hay que
considerar que el engaño es crucial para esclarecer todo este asunto. Podemos
engañarnos de que quedamos sojuzgados a cualquier pasión. Por ejemplo, podemos
convencernos de que amamos, pero somos infieles. Creemos expresar ira y deseo
de venganza, pero muchas veces no logramos saciar esa sed porque tal vez no era
deseo de venganza, sino se trataba de una pasajera rabieta. Pero ya sea en
cualquiera de los casos, hay que tener la certeza de que no se niega a la
sensibilidad.
Tal vez no se niega
nuestra sensibilidad, pero ésta ha sido limitada ¿en qué sentido? ¿Cómo podemos
amar en un mundo de feministas o machistas? ¿Cómo seremos capaces de
enamorarnos en este entorno donde lo único que importa es fortalecer el
egoísmo? Hemos creado una tajante división, nos hemos comparado cuando ni
siquiera somos comparables; nos hemos nombrado mujeres y varones y con ello,
nos hemos puesto una máscara de convencionalismos absurdos. En eso radica el
limitar la sensibilidad. Sin embargo, como toda máscara deja al descubierto a
los ojos, los únicos capaces de captar la belleza, el amor. La belleza de estar
enamorado. De esta manera no todo está perdido. Somos sensibles y, por ello es
que podemos reconocernos en el reflejo de cualquier novela, poema, de cualquier palabra.
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