Presentación

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sábado, 9 de diciembre de 2017

Mi rostro a través del espejo (Black Mirror)

La imagen del hombre está presente en todo lo que realiza. Toda obra deja una estela, un resquicio de su creador. Estamos en la obra, ahí permanece la imagen de lo que somos y queremos ser. Si cambia la obra es porque su creador también ha cambiado. Podemos juzgar al autor respecto de su hechura, y ésta, a su vez, habla por sí misma. Entonces, ¿qué dice de nosotros la tecnología? Mi persona, grabada en un puñado de códigos binarios, ¿tiene verdaderamente algo de mí? Presiento que al mismo tiempo que ganamos la transmisión de un mensaje por medio de un dispositivo, a la par perdemos la piedra angular de toda civilización: humanidad.
Me pasa que al ver cómo una persona manda un emoticón por medio de su celular, su rostro en realidad no refleja lo mismo. Tiene ojos pesados, se ve cansado, agotado, estresado, pero aún así manda uno sonriendo, junto con el del pulgar que dice "todo está bien". ¡Pero no está bien!, ¿no será que ocultamos con ello lo que verdaderamente sentimos? Es probable que ni siquiera halla un verdadero reflejo de nuestro ser dentro de esa pantalla. Es que de hecho aquella pantalla es negra en sí, vacía, obscura, y si no está encendida, es decir, si no tiene corriente eléctrica, no dice nada. 

En nosotros, en cambio, siempre habrá luz, vida, energía viva. Es verdad que algunas veces disminuye y en otras aumenta desmedidamente, puesto que nos alegramos y entristecemos constantemente. Pero la pérdida de nuestra luz, y de aquel vacío perenne lleno de obscuridad, sólo se logra en la muerte. Por eso prefiero que aquella pantalla no me represente a mí, que no sea yo el que se ahogue dentro de su vacío y, en el mejor de los casos, sea yo el que pueda compartir mi propia luz con los demás, con los que tengo a mi lado.


Aurelius

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