Presentación

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lunes, 2 de abril de 2018

El nuevo orden

Las aves lloran al alba,
lloran en silencio y lloran
lágrimas sobre la calma
desecada de las rosas,
lloran un silencio y claman
al cielo una ardiente prosa:
–¡Cielo, que trazan mis alas
en el fondo azul la sombra,
dónde estás, en dónde estabas
cuando murió lo que nombra?

La tierra escucha ese llanto
y se llena de coraje
al ver la flor marchitando
el respiro y el paisaje.
Tiembla desde muy abajo
provocando que un embate
se levante hasta lo alto,
golpeando la estrella que arde
por haber asesinado
a la palabra en la tarde.

El sol clama su inocencia
–¡Yo no le maté, no fui yo,
y comparto su dolencia!
Ha sido otro quién lo mató.
–¿Quién hizo tan vil empresa?
–Su hermano con quien se hermanó,
con quién caminó la cuesta,
con quién sembró y cuidó la flor.
–Cielo, tú qué eres la vista,
¿por qué se murió el amor?

El cielo calma a la tierra
con un sereno vistazo,
y la tierra se está quieta
devolviendo el día soleado,
la flor muerta resucita
y el ave ya está cantando.
–La muerte nada le quita
a quien ama y es nombrado.
La muerte ya no es la grieta,
es el camino y el paso.

La palabra no está muerta,
tampoco el amor ha muerto.
La palabra ahora es nueva,
se cultiva en nuevo huerto.
La muerte es la nueva prueba
de que el amor es tan cierto
como lo es la vida eterna.
El matón estaba ciego,
ahora ve la vida buena,
ahora vive, ahora es cielo.

El cielo arranca la nada
de la experiencia del hombre
arranca al soldado su arma,
arranca el hambre del pobre,
arranca la vista falsa,
arranca el valor al cobre.
El cielo devolvió el alma,
y la devolvió de donde
nada se escucha ni clama.
El cielo es el nuevo hombre.

El hombre no es asesino,
el hombre no es ningún malo,
es causa del sacrificio,
del amoroso regalo.
Dios y el hombre son amigos,
caminando el mismo campo.
La profecía se ha cumplido
y el hombre puede ser santo.
El hombre ahora está bendito,
vivirá siempre en lo alto.




Talio




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