I
Gotas de lluvia ausente van a parar
a charcos inexistentes sobre el mar
de asfalto silencioso, sin caminos,
sin el paso cadencioso de los niños.
Sopla el viento en las copas estériles
de los árboles de sombras fértiles
y no sufre ningún corte que suene
en lo alto del horizonte perenne.
Gracias a mis ojos puedo dar cuenta
de la lluvia, del viento y del chubasco
que forma el movimiento y no el sonido.
Al sonido la vista no lo encuentra,
no lo encuentra ni con el envarbasco
que fluye por las venas del oído.
II
La lluvia calla cuando la marea
viaja y encalla allende está una fea
sirena escondida tras una canción;
cállase nuestra vida y el corazón.
Un silbido se escucha en la memoria
como un nogal que resiste la historia
y se silencia sólo si admite
que su presencia en el otro existe.
Mis ojos escuchan cuando se calla
la tromba y se convierte en aguacero,
lo saben pues no sólo oyen sonido.
La idea y el pensamiento son la causa
de todo lo que escucho, pienso y quiero.
Es posible callar sin que haya ruido.
Talio
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