Presentación

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viernes, 4 de mayo de 2018

Elegía a Francisco García Olvera

(Al maestro Francisco García Olvera,
querido Panchito, quien enseñando
lo inenseñable, me mostró lo imposible.)


Yo quería repetir tus reflexiones
en un acto de mímesis diáfana,
yo quería sin mayores pretensiones

tener un alma inteligente y sana.
Yo quería por tus discursos
con certeza, sin fe, con alma ufana.

Mas no pude de ti seguir el curso,
ni pude perseguir tu itinerario;
en mis ojos no existe ese recurso.

Ha sonado en la iglesia el campanario
anunciando a los vientos tu partida;
te has ido de la cama al relicario.

Y así sin vida dejaste la vida
dejando tras de ti un sueño vacío
de pasos con la libertad asida.

Te cobijó el primaveral hestío,
embarcándote en el fluir del Aqueronte
donde por vez primera no hizo frío.

El frío se diluyó en el horizonte
dejándonos como eruditos tontos,
sin claridad al ver la idea del hombre.

Dejándonos, me dejaste y afronto
que jamás podré ver tal alegría
como la de tu corazón: el ponto.

Mirando al otro de reojo sabías
que era parte de verte en el reflejo,
que esa imagen discreta permitía

distinguir entre el sabio y el pendejo.
Fuiste y eres igual: otro y el mismo,
fuiste ventana, también fuiste espejo.

Gracias a ti hay filosofía y no abismo,
hay vida en reflexión, hay oro puro,
hay sarcasmo, broma y fino cinismo.

La tierra te tendrá siempre seguro
y mi corazón te tendrá cercano,
tan pegado, tan juntito, tan justo.

Caminará por los papiros mi mano
cantando la canción de todo el mundo,
del mundo ante tu partida es vano.

Es vano de alegría, es un vagabundo:
vaga por la razón en un desliz,
vaga por lo más malo y profundo.

Conformo tu imagen frágil cual codorniz;
fuerte: eterna, entelequia, idea.
Conformo en tu recuerdo la vida feliz.
Felicidad es Francisco García Olvera.



Talio




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