Tus manitas pidigüeñas
cargan unos mazapanes
que ofreces a los galanes
para endulzar a sus dueñas.
Idiotizas tu experiencia
con unos dulces amargos,
aligerando tu cargo
de moral y de consciencia.
Ayunas como un adulto,
sólo que sin tener ganas.
Con tu hambre nos reclamas,
nos recuerdas el insulto
que le hacemos a tu vida
al declararla prohibida.
Talio
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