Presentación

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martes, 5 de marzo de 2019

Regresando a casa




No existe nada que le dé más dulzura y calor a la vida que los recuerdos. Mejor aún, regresar a ellos es una especie de reencuentro consigo mismo. Y es que la naturaleza forjó al hombre para ser social, admitámoslo, también nos encanta el palique. Nada más grato que volver a las fotografías; o escuchar del otro la frase de “¿te acuerdas de…?”; incluso ver a un viejo amigo siempre es sinónimo de recordar. Los romanos solían tener un cráneo en medio de los grandes banquetes, en vistas de tener presente la ineludible presencia de la muerte en medio de la alegría y el gozo. Pero hay cosas que siempre se nos van de la mano, huyendo como el ave que abandona su nidal. Y ante tal castigo del tiempo, que irremediablemente asienta todas nuestras experiencias en la memoria, nos aferramos en oponer resistencia, y preferimos recordar.

No seamos ingenuos, hay cosas a las que no quisiéramos volver. La experiencia más aciaga nos sirve incluso de aprendizaje, y en el mejor de los casos terminamos diciendo “verás que en unos años nos estaremos riendo de esto”. Pero dibujar esa sonrisa en el rostro de una persona cuando le dices “¿recuerdas nuestro primer beso?”, trae consigo, además de alegría, nostalgia. Ya creo advertir desconcierto en el lector.

Comúnmente, e incluso tal es su definición, se entiende por nostalgia a la pena o el sufrimiento que ocasiona un recuerdo, derivado de una pérdida. De ahí que nos ponemos nostálgicos al hablar de la pérdida de un ser querido. Sin embargo, originalmente se le atribuyó a dicho término la tristeza por estar ausente de la patria. Y es por esta razón que Odiseo es el nostálgico por antonomasia. Todas las peripecias y recovecos (dignos de interpretación) sólo acrecentaron el dolor del héroe griego al estar tan lejos de su patria, su hogar. No sin razón, etimológicamente nostalgia significa “regreso doloroso”.

Pero, ¿a qué cosas nos duele regresar? Todos los días regresamos a casa después del trabajo; también regresé la pluma que me prestaron; digo que me regresaron mal el cambio; me dices que regresarás de un viaje. En todos los casos lo que regresa ya no es igual. De ahí que digamos “¿regresarás conmigo?”. Porque admitimos que después del primer viaje, si aceptas volver, ya no será del mismo modo.

En realidad lo que duele es el camino que nos conduce hacia ese estado de alegría, gozo, placer, cariño e incluso de felicidad en el que nos hallábamos. No hay verdad más cierta que admitir el dolor que conlleva el estar alejado de lo que uno ama, no porque su recuerdo en sí me cause sufrimiento, sino porque su ausencia es la que carcome el alma. Es la ausencia, no el objeto. Y esto sucede así porque cuando se conciertan dos amantes en un beso, entonces se ha alejado el recuerdo y ahora se vuelve presente el gozo. Por eso recordar el primer beso sí nos pone nostálgicos. Nos alegra traerlo de vuelta, a la par que duele no tenerlo cerca, porque ya pasó.

Y con ello, nos parece que la vida está compuesta de puros recuerdos. Recordar uno mismo o en compañía tiene inmerso el propio goce de la vida, atributo de nuestro ser nostálgico.


Aurelius

1 comentario:

  1. Primero que nada: es un gusto tenerte de regreso, mi querido amigo .
    Veo en tus líneas un dejo romántico de la nostalgia. No sé si entiendes que la nostalgia es una condición natural o si se construye a través de la esperanza del bien, pues siendo realistas, no toda ausencia ni toda memoria (como aprendizaje) humaniza o dignifica.
    Explicame que no he entendido.

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