Presentación

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lunes, 22 de abril de 2019

Vida de preguntas

De niño preguntaba por qué la gente muere
sin haber hecho nada que les quite la vida.
También me preguntaba por qué la gente quiere,
por qué la gente ama, si eso les lastima.

De niño las preguntas eran las más sinceras
compañías de mis días, me hacían tener sentido
y tener alegrías. Esas, mis compañeras
entre risas y llanto formaban mi camino.

Preguntas sobre el mundo y sobre lo que pasa:
¿quién llueve cuando llueve, las nubes o la lluvia?
¿qué hace al hombre ser hombre, sus gracias o su raza?
¿qué niña es más bonita, la morena o la rubia?

De todo hacía preguntas, de nada respondía.
Buscaba en los ancianos, en las letras perdidas,
en los que llaman sabios y en los que no sabían.
Entre tantas respuestas, las preguntas de olvidan.

Crecí haciendo preguntas y ellas también crecieron,
ya no eran sólo lluvia, ni la niña bonita,
lo que me preocupaba, me preocupaba el cielo
y todas sus estrellas: la existencia infinita.

También me hacía preguntas sobre la inteligencia,
sobre las mil caricias que nunca recibí,
si era necesario examen de consciencia,
si había una recompensa de todo lo que di.

Crecí y seguí creciendo, creyendo en las respuestas
que me daban contento y mantenían en paz
mi hambre de pregunta. Las respuestas supuestas
tampoco me sacaban, tan sólo me hundían más.

Conocí en la respuesta mucha sabiduría
y supe en la pregunta que sólo era soberbia.
Lo que me volvía sabio en verdad no lo hacía,
me convertía en estatua que nunca se conserva.

Preguntas más valiosas nublaron mis mil dudas
de la infancia inocente con su oscura neblina.
Ya daba mis respuestas como quien brinda ayuda,
sin saber que la ayuda es niebla blanquecina.

Preguntaba respuestas supuestamente buenas
como aquel que cosecha desde antes de la siembra.
Lástima que el arado no siega las avenas
y que ante la verdad, la suposición tiembla.

Supe de un nuevo mundo oculto en el pasado,
vivido en el presente, posible en el futuro.
Era un mundo dudoso, en la fe sustentado,
con un poco de ciencia y otro poco de augurio.

De niño preguntaba lo mismo que de adulto,
de grande ahora pregunto lo mismo que en la infancia.
Pregunto porque creo que hay algo grande oculto,
pregunto porque adoro la ciencia y la vagancia.

Hago preguntas tontas y otras de gran valor.
Pregunto por lo justo y por la caridad.
Pregunto por el odio, también por el amor,
pero siempre preguntó con ansias de verdad.

Glauco

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