La sombra de la sangre me ha tomado
del pelo hasta el más profundo olvido.
Se turban mis recuerdos por el ruido
de sangre que me envuelve cual tornado.
Vertiginosamente estos recuerdos
se comen mi sonrisa y la destazan.
Los dioses de la noche van y arrasan
con todo como mil salvajes cerdos.
De blanco se han pintado los lamentos
dejando ciego el ojo que me queda.
No entiendo mis recuerdos, en momentos
los veo como un incendio en la vereda,
incendio que se apaga con los vientos
de engaño suave y terso como seda.
Glauco
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