Presentación

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viernes, 22 de noviembre de 2019

Querida Grisel,


Dulce color de abril, inmenso manantial de dicha, amor y encanto. Miel de noviembre y plácido sueño. Hoy tomo asiento en lo que algún día fue nuestro nido de una vida feliz. Cada día que transcurre la imagen de tu recuerdo se desvanece; son ahora migajas de un goteo intermitente de nuestro amor.

Al mirar el cielo imagino tu voz, susurrándome un “te amo”, el cual se volvió un eco que resuena perennemente en mi corazón. No sé si hicimos bien en alejarnos, quizá nuestros caminos no estaban destinados a cruzarse. ¿Forzamos esta unión? 

Camino por la ciudad, y cada rincón golpetea en mi alma con martillos de hierro que siempre te amé, que pudimos llegar juntos a ese lugar en el que sólo los amantes se regocijan infinitamente. 

Daría lo que fuera, mi vida, mi último suspiro, cada uno de mis más bellos momentos para estar un día más contigo. Clamo al cielo  el poder pasar un instante a tu lado, para oír de tu voz (como solías hacerlo mientras acariciabas mi cabello) que todo estará bien.

Tu partida dejó un hueco inmenso e indeleble en mi alma, que terminará resigándose a vivir atado a un cálido espejismo. A un sueño del que nunca quise despertar.



Aurelius

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