Presentación

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viernes, 27 de marzo de 2020

El banquete

Dame un sorbo de agua fría
para este calor ingrato,
¿no ves que desde hace rato
que anhelo de la poesía
que fluye por tu barbilla? 
Dame un trozo de la piña
que tu mentón desaliña
con el flujo de su jugo
que tus dientes, el verdugo,
desangraron con rapiña. 

Convídame de la fruta
que compraste en el mercado
donde se vende pecado,
ese que está por la ruta
del viajante que disfruta
de un chocolate caliente
o una canción indecente,
convídame una mordida
de la manzana encendida
en tu vientre incandescente. 

También quiero que me invites
a comer un pastelillo
con relleno de membrillo,
que al morderlo no limites
tus placeres y que grites. 
Si no tienes un pastel,
pon en la mesa un mantel
y encima de él pon un plato
y déjame estar un rato
frente a tu tarro de miel. 

Todos podemos comer
y es un dicho popular;
no todos pueden gozar
de realmente enloquecer
al doblemente entender
que aquello que es la comida,
y que es tan divertida,
no sólo es para vivir.
También se puede decir
que la mesa se convida. 

Ponme un lugar en la mesa
que yo pondré los cubiertos,
tú ten los brazos abiertos
y yo tendré una sorpresa
falta de delicadeza.
No es nada malo, es normal,
es lo que hace al animal
ser más bueno que el humano,
es una huella en mi mano
que en ti se pondrá genial. 

Yo te pondré un buen lugar
en el banquete del reino,
donde si no te despeino
seguro te haré sudar,
retorcer y patalear. 
Te dará un indigestión,
detendrá tu corazón
y luego de revivir
sólo me podrás decir
que quieres repetición. 

Glauco

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