Presentación

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lunes, 30 de marzo de 2020

Platicar

Que bonito es platicar,
se dice sin decir nada
como si fuera una espada
que no puede rebanar
un entero en medio par. 
Platicamos del trabajo,
de usar smokin o andrajos,
platicamos del dinero
que damos al pordiosero
mirándonos desde abajo. 

Platicamos de la escuela
vacía por la enfermedad,
también de la soledad
en la que vive la abuela
porque en todo se rebela. 
El vástago del vecino
ha perdido su camino
y se ha vuelto menudista
que vende droga al artista
condenador de asesinos. 

En el puesto de verduras
se intercambian opiniones
respecto a las precauciones
que en las situaciones duras
el gobierno nos procura. 
Al sudor de una cerveza
un amigo le confiesa
a sus demás allegados
que por fin se ha enamorado
y pronto tendrá una presa. 

La luz del dispositivo
telecomunicador
emite su resplandor
sobre aquel que aún está vivo
en su casa, muy pasivo;
gran cantidad de mensajes
hacen diario un largo viaje
de los dedos a los ojos,
los dedos son los cerrojos
donde se paga el peaje. 

Reímos de los profesores
y de los enamorados,
ambos van entusiasmados
llevando en la mano flores
cómo si fueran mejores. 
Nuestra tía nos felicita
porque se siente solita;
que se consiga amistades
que aguanten sus necedades,
pues bien que las necesita. 

Otros juegan al señor
interesante y expulsan 
todas las palabras que usan,
siendo su boca un cañón
de insolente información. 
Otros hablan del deporte,
de cervezas con importe,
de cuentas de luz y gas.
En verdad no hay nada más
horrible que soporte. 

Hablamos de la verdad
como si fuéramos dueños
de ella en trocitos pequeños,
trocitos de falsedad
poco a poco se nos van. 
Hablamos de lo que es bueno,
de la abuela y su terreno,
hablamos de la vecina
con ropa de libertina
que sale con un moreno. 

También decimos mentiras
cuando llegan a cobrar
y no queremos pagar;
los cobradores nos miran
con ojos llenos de ira.
El clima ya no es buen tema,
porque en diciembre se quema
la tierra al igual que en mayo.
Nuestro tema es el desmayo
de una celebridad buena. 

Otros ven televisión
y hablan de las transmisiones
de juegos bobalicones
dónde el mejor jugador
es el idiota campeón;
otros miran el retrato,
durante muy largo rato,
de la verdadera vida,
aquella que es transmitida
en un drama mojigato. 

Démosle gracias a Dios
porque nos deja decir
tonterías para vivir,
nos permite tener voz 
y una interacción de dos. 
Demos gracias al altar
dónde vamos a casar
a estupidez y sapiencia,
a realidad y experiencia;
que bonito es platicar. 

Glauco

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