En dos es dividido el corazón,
de uno nace amor, del otro daño.
Dos latidos, una sola pasión.
La venas llevan un torrente extraño
de fuegos y ventiscas incesantes
que paran al corazón aledaño.
El hombre no puede ser el de antes
cuando dos corazones en su pecho
se baten en las tierras congelantes.
El hombre en este mundo va maltrecho
sufriendo porque el corazón que quiere
no encuentra en sus latidos el derecho
de palpitar y en la quietud se muere
de pena, de vergüenza y de tristeza.
El corazón de hielo al otro hiere.
El témpano en el pecho hace proezas
para sobrevivir en este mundo
de bondades vestidas de vilezas.
Un corazón que llena a un vagabundo
es un corazón lleno de vergüenza,
hediondo, repugnante y nauseabundo.
En ese corazón el mal comienza
a dar fruto en las almas aledañas
que viven pero en la vida no piensan.
Se llena el palpitar de mil arañas
que traen, para la vida, su veneno
haciendo en la miseria una campaña
que aleje al hombre de ser hombre bueno
y lo convierta en una marioneta
de su propio dolor y del ajeno.
Duele vivir una vida incompleta.
Duele saber que ya nada resulta
del corazón que muere en una grieta.
Toda la acción de nuestro ser insulta
a todo el que se cruza en nuestra senda.
Toda la acción es tierra de la culpa.
Glauco
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