Presentación

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miércoles, 10 de junio de 2020

Cuando una mujer se pierde

Cuando una mujer se pierde
los ojos huelen la muerte
y las lágrimas se ocultan
tras impotencia de culpa.

Lloran familia y amigas,
lloran las desconocidas,
llora toda la creación
porque perdió un corazón. 

Se levanta en el recuerdo
un monumento al desierto
que miró venir de frente
a una víctima latente. 

Un hijo perdió a su madre
y un canto perdió la tarde,
un hombre perdió a su esposa
y su vida se destroza. 

Se perdió el calor, la brisa;
ya nada es tierna caricia.
Muy poco vale la pena,
muy poco crece la avena. 

Siempre que una mujer muere
porque un imbécil lo quiere,
muere un poco de los mares
que lavan nuestros pesares. 

Ya no mueran. No nos dejen.
De nuestro amor no se alejen. 
No es que no seamos iguales:
las amamos a raudales. 

Es propio del que desea
ser bueno que el bien lo vea,
y es propio de nuestro amor
cuidarlas como una flor.

No son frágiles, son fuertes,
pero a las fuertes la muerte
les causa el mismo destino
que le causa a todo vivo. 

Terror antinatural
sufrimos con tanto mal.
Mal es sufrir su partida
de nuestra inquietante vida.

Sufren hombres y mujeres,
padecen todos los seres,
con tu desgraciada ausencia, 
que lloran por tu presencia. 

Yo no sé qué está pasando,
sólo sé que estoy llorando
porque mujeres se pierden
y lloran quienes las quieren. 

Cuando una mujer se pierde
la desventura nos muerde.
Cuando cae la desventura
la vida se hace insegura. 

Glauco

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