Presentación

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martes, 20 de octubre de 2020

Hombre y mujer los creó

 
El hombre estaba solo desde que despertó.
Andaba entre las bestias diciéndoles un nombre
para que ellas supieran lo distintas que son,
que no son desiguales, que su amigo es el hombre. 

Las bestias no supieron su nombre ni el ajeno,
tampoco se enteraron que el hombre las nombró.
El hombre supo entonces que no era un hombre pleno,
pues de todo lo bueno muy poco les quedó. 

Mirose el hombre solo, solo en la realidad,
el miedo susurrante muy pronto le gritó:
miedo de no ser nadie, de andar en soledad,
de ser un pie olvidado, de estar sin su creador. 

Si así fue el paraíso, más nos valió perder
la vida y esa tierra, las bestias y las flores;
más vale el albedrío; más nos valió arder;
más nos vale la vida con todos sus dolores. 

La mujer solitaria pasaba por doquiera
que sus pies la llevaban. Iba por todos lados
nombrando aguas y flores, fenómenos y fieras,
mas no le agradecían por haberles nombrado. 

Las lluvias, los tornados, chubascos y tormentas
desgarraron su paso, desgarraron la tierra.
No les importó el nombre, de caos eran hambrientas.
El caos no discrimina entre mujer y perra. 

La mujer viose sola, sin nadie que la viera,
el miedo en sus entrañas punzaba fuertemente:
miedo de ser herida, de ser como una fiera,
de ser un paso dado sin el omnipotente. 

Si así fue el paraíso, más nos valió morder
del fruto de la ciencia, de amor a lo prohibido;
más vale el albedrío; más valió fallecer;
más nos vale la vida con todo lo vivido. 

Y entre pasos y pasos Eva dió con Adán.
Entre varios caminos Adán se topó a Eva.
La vida maravilla ya no padeció el mal. 
La vida solitaria era una vida nueva. 

Nunca más hubo miedo a no ser recordado.
Ya no había ningún daño, ni caos ni confusión.
Eva y Adán se hicieron uno en un beso dado,
su amor era lo mismo que el amor del creador. 

Los nombres del planeta hicieron en sus bocas
un planeta infinito que todo lo nombraba. 
Amores eran muchos y las palabras pocas,
pero por vez primera nada los asustaba. 

Si así es el mundo entero, más vale estar en él
sin miedo, sin dolores, amando como se ama
el creador a sí mismo: con caridad y fe. 
El amor hace eternos al hombre y a la dama. 

Glauco

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