Ha tanto tiempo que no te siento
ni a ti ni a nadie. No sé a qué sabe
un tierno beso, un pecho al viento,
un fuerte aroma, una piel suave.
Creo que recuerdo tu novel cuerpo,
labios y boca. Creo que aún se moja
mi sien, mi dedo, por largo tiempo,
porque recuerdo, del mar, tu aroma.
Mi pobre tacto tiembla en el acto
de acariciarte. Toda mi fuerza
viene y refuerza el viejo pacto:
que seas mi fiera, que seas mi presa.
Presa del beso, del sexo leso.
Fiera del lecho, del aposento.
También soy bestia, también soy preso,
soy un amante de amor violento.
Llenas mis palmas de tu recuerdo
vacías mis manos de su calor.
Boca que anhelo, boca que muerdo,
boca que siente todo el ardor.
Tus piernas vuelan a mis oídos
van y susurran esa energía
que marca el rumbo de los gemidos
que en el silencio ven su agonía.
Vitales campos, vitales aguas,
son alimento de lo que invento:
en la cadencia de tus enaguas
siento que puedo vivir adentro.
Espaldas planas, vientres en llamas,
senos que bailan, golpes que callan;
muertas las calles, vivas las camas;
y sólo espero que no te vayas.
Que mi recuerdo me dé el aliento
para encontrarte bajo la almohada.
Que mi caricia, con que caliento,
un día te diga de mi llegada.
Y si no llego, que no me olvides.
Aunque otros besos besen tu boca,
siempre me sientas, siempre te cuides
de que sea yo el que te vuelva loca.
Glauco
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