Pobres de las armas, sufren la violencia
de ser condenadas a la decadencia
porque el hombre hiere de nuevas maneras.
Y las armas siempre cargan en la guerra
el infame estigma de ser la violencia.
Pobres de los vasos, chocan por los hombres
que sí se divierten. Y los vasos nobles
que no se divierten llevan los sabores
que causan temblores, llantos y estupores
a los desdeñosos labios de los hombres.
Pobres ventanales, el sol atraviesa
sus marcos y vidrios como rauda flecha,
no los ilumina, sólo los calienta.
Ellos nos disfrutan la naturaleza
de lo luminoso que nada atraviesa.
Glauco
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