Con las manos en la mesa
y en la boca la vergüenza
me retumbó en la cabeza
lo que todo el mundo piensa
al menos por una vez
(aunque lo piense después):
¿Ella será lo que es
o más bien será al revés?
Tuve miedo de dejarla
pasar, de querer besarla,
de verla y ya no olvidarla
y de sólo recordarla.
¿A dónde, me pregunté,
irá? ¿Ella también me ve?
¿Tendrá temor de perder-
me ahora que la encontré?
Risa y risa: carcajadas.
Mira y mira: pestañadas.
Beso y beso: imaginadas
pasiones. No pasó nada.
Ahora la miro a diario
sin orden y sin horario,
sin reglas ni itinerario.
Ella mató al solitario.
Glauco
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