Lejana y diminuta corretea
para buena fortuna del curioso
exégeta del cielo que, celoso,
anhela que, al igual, nadie lo vea.
El mínimo pelaje se pasea
por ese espacio verde y numeroso,
entre salto y galope peligroso
las ramas con sus garras aletea.
Minúscula vivienda del deseo
de todo aquello que el vivir promete
se calma y en el árbol arremete.
Muy lentamente su silueta veo
como si fuera el ver la maravilla
que me regala en su pasar la ardilla.
Glauco
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