Dios Padre, mira cómo te sigo,
cómo te encuentro, cómo te pierdo…
Dios, Hijo, tienes gusto de higo
que nunca pruebo, que nunca muerdo.
Si tú supieras que estoy perdido,
que voy y vago sobre mi ceño,
sabrías que sufro, cuál perro herido,
sin esperanza, calor ni dueño.
Sufro de risas, de vid y trigo,
sufro de ausencia, silencio y miedo,
desde que busco vivir contigo
en la infinita verdad del Credo.
Paloma blanca/paloma negra,
no sé si tengo que suplicarte.
Toda mi vida se desintegra
en estas ansias vivas de amarte.
Glauco
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