metérseme en el presente
doy cuenta del indolente
reloj que me tiene atado
a todo lo que he olvidado
y que me cuento en un cuento,
eso que llaman momento
sin saber muy bien qué es,
sin saber que en el después
se pierde mi pensamiento.
Nada me pasa tan lento
como la niebla del niño,
se sostiene del cariño
y del instante violento;
lento me pasa el lamento
por eso que se ha perdido:
la búsqueda del sentido,
del porvenir y el perdón;
los años con la razón
dejan el fuego extinguido.
De las cosas que he vivido
a las dolencias me amarro,
son esa grieta en el barro,
la que llamamos latido,
son ese tiempo escondido
en qué la infancia se fue;
nuestra niñez no se ve
si no es detenidamente
en eso que el inconsciente
ha nombrado como fe.
No hay un reloj que no dé
la hora de nuestra muerte,
ese momento está inerte
en la llama del quinqué,
en la taza de café
que el alma habrá terminado.
El vate, el genio y el hado
han revelado el misterio:
vivir el momento en serio
es hoy, futuro y pasado.
Glauco
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