urgía saber por qué nadie quería
saber de su existencia y cada día
se anclaba en las paredes del recinto.
¿Se anclaba o lo amarraban sus captores?
¿Quiénes son los captores, las cadenas,
las celdas, las traslúcidas almenas?
¿Acaso habrá custodios redentores?
Hay una libertad: el trazo áureo
del laberinto aquel del rey de Creta,
ese que esconde el dicho del poeta,
ese que hay que enseñar al minotauro
para que encuentre en sí propia razón
de ser del cielo, el mítico Asterión
Glauco
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