se extienden en los gramos de la vista,
declaran duración para que exista
un límite precoz contemporáneo.
El ojo se convierte en instantáneo
oráculo del sino de la arista
trazada tiempo atrás por el artista
divino, que, del trazo, es su coetáneo.
Así, en el horizonte se dibuja
el curso de caminos y paisajes
que mutan en el surco de los viajes.
Un límite infinito es el que empuja
al tiempo y el espacio en el combate
perenne que al que ve convierte en vate.
Glauco
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