abiertos fueron causa de su muerte
tras una vida vigilando inerte
a un dios que del placer hacía tormenta.
¿Era él quien vigilaba vigilantes?
Quizás, de esa desgracia, él era dueño:
de no tener acceso nunca al sueño
sin ver que no se duermen los amantes.
Por eso el Dios mandó a su mensajero
para matarlo y dando pasos largos
llegó y lo presentó ante Canserbero.
Los cien ojos se hicieron cien amargos
recuerdos en el ser del heredero
real que continuó el destino de Argos.
Glauco
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