ni que sea inexorable el fuego eterno.
Es que aquello que llaman el infierno
y el Edén son lo mismo y Dios lo quiso.
Son las almas lo mismo que las penas
y, lo mismo, también las alegrías.
No es que no sean igual noches y días
a los juicios de ideas malas y buenas.
Desde tiempos antaños, medievales,
se fraguaba la duda natural
que ataba a los pecados capitales
a lo que es el pecado original.
Todos andan huyendo de los males,
de Virgilio al señor de Claraval.
Glauco
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