Si fuéramos como niños,
sin dagas y sin escudos,
con nuestros éxitos mudos,
sabríamos qué tantos guiños
expresan nuestros cariños,
ésos que llagan al mal
superando al animal,
al maligno y al fantasma;
donde lo bueno se plasma
volviéndose natural.
Si fuéramos inocentes,
sin cercas ni proyectiles,
viviendo eternos abriles,
sabríamos que ser valientes
está en ser condescendientes
con aquellos que nos dañan,
nos muerden y nos arañan
y vuelven a desgarrar;
pensaríamos en amar
a quienes no nos extrañan.
Si fuéramos los pequeños,
sin llagas y sin batallas,
sólo con lunas y bayas,
sabríamos que somos dueños
de la paz y de los sueños
que desde siempre tuvimos
y que nunca los perdimos
de la boca y nuestro ver;
buenos quisiéramos ser
si fuéramos como niños.
Glauco
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