y se tiñen de rojo las mordidas.
Eclipsas mis ensueños con tu abrazo
y entonas los cantares de las vidas:
silencios entallados al zarpazo
del alba de tú y yo. ¡Gratas heridas!
Me entumes y, por extensión, te entumo,
ocaso del venir y del consumo.
Podrías doblar mi piel hecha cenizas
y yo alargar la vista de los montes.
Tu piel, mi piel, la piel, sendas cornisas,
perímetros, almenas, horizontes.
Son únicas las tácitas sonrisas
y espero que con ellas me confrontes.
El don de amor, de piel, es el arrullo
que me hace ser tu amor, ser todo tuyo.
Glauco
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